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Caperucita Rebelde

NARRADOR: Érase una vez una preciosa niña que siempre llevaba una capa roja con capucha para protegerse del frío. Por eso, todo el mundo la llamaba Caperucita Roja. 

CAPERUCITA: Vale, para, para, para. Yo creo que ya está bien, ¿no?

NARRADOR: Pero, ¿Quién es? ¿Quién habla?

CAPERUCITA: ¿Quién va a ser? Soy yo, Caperucita. ¡Llevas más de 350 años contando esta historia, ¿ y ahora vas a decirme que no me reconoces?!

NARRADOR: Ah, sí… pues… perdona, es que yo…

CAPERUCITA: ¡Tú, nada! Estoy un poco harta ya de este cuento. Para empezar, ¿Qué es eso de “Caperucita”, eso no es un nombre. ¡Me llamo Antonia!

NARRADOR: Ah, Antonia, vale, bueno…

NARRADOR: Érase una vez una preciosa niña que siempre llevaba una capa roja con capucha para protegerse del frío. Por eso, todo el mundo la llamaba… Antonia.

NARRADOR: Oye, perdona, pero es que esto no pega.

CAPERUCITA: ¿El qué no pega?

NARRADOR: Pues lo de llamarse Antonia por llevar una caperuza roja.

CAPERUCITA: ¡Esa es otra! Las capas con capucha hace mucho tiempo que pasaron de moda. Prefiero… ¡Un jersey de Hello Kitty!

NARRADOR: No sé yo si eso no me estropea un poco el cuento…

CAPERUCITA: ¿Que te estropea el cuento? ¡PER-DO-NA! Llevo unos cuantos siglos haciendo todo lo que tú dices. A partir de ahora mando yo. Que vaya lata con el lobo para arriba y para abajo…

NARRADOR: Está bien, está bien. Probemos…

NARRADOR: Érase una vez una preciosa niña que siempre llevaba un jersey de Hello Kitty para protegerse del frío. Por eso, todo el mundo la llamaba… Antonia Kitty. 

NARRADOR: ¿Así?

CAPERUCITA: Aham…

NARRADOR: Antonia vivía en una casita cerca del bosque. Un día, su mamá le pidió que le llevara a su abuela una cesta con dulces y un tarrito de miel, porque la anciana estaba enferma y vivía sola al otro lado del bosque…

CAPERUCITA: Vale, para, para. Para, otra vez. Eso de mi abuela enferma no me mola nada, ¿sabes? ¡Nos tienes todo el día preocupados con este tema! Y, ahora que lo pienso, ¿Estás diciendo que vaya a visitar a mi abuelita?

NARRADOR: Pues… sí

CAPERUCITA: ¿En serio? ¿Pero no sabes que hay coronavirus y no me puedo acercar a mi abuelita?

NARRADOR: Ah, pues es que eso no lo había pensado, claro…

CAPERUCITA: ¡Si es que no piensas! Sólo repites el mismo cuento, una y otra vez, como una letanía. 

NARRADOR: ¿Y si le dejas la cestita en la puerta?

CAPERUCITA: Hmmm… vale. Así me da tiempo luego a hacer unos recados PRI-VA-DOS que tengo que hacer.

NARRADOR: Un día, su mamá le pidió que le llevara a su abuela -que estaba confinada- una cesta con dulces y un tarrito gel hidroalcohólico, pero le advirtió que no se acercara a ella, porque había coronavirus, y que le dejara la cestita en la puerta.

(PAUSA)

CAPERUCITA: ¿Qué pasa, narradora? ¡Sigue!

NARRADOR: Hmmm, no sé, es que este cuento está quedando un poco raro…

NARRADOR: Pero además de eso, su mamá le hizo otra advertencia: debía tener cuidado con el lobo feroz que habitaba en el bosque.

CAPERUCITA: ¿Feroz? ¿En serio? ¡Pero si es un triste! Le has dado tanta caña con el cazador ese al final del cuento que ya se me acerca acobardado. ¡Si es él quién se esconde cuando me ve aparecer!

NARRADOR: ¡Pero es que sin lobo feroz, sí que no hay cuento! (SUSURRA) Seguro que a él no le importa.

CAPERUCITA: ¿Que no le importa? Chssst, eh, lobo. Ven aquí, ven. 

LOBO: ¡Qué pasa! Si es que le ha ocurrido algo a tu abuela, yo no he sido, ¿eh?

CAPERUCITA: Que no. Que es que estoy aquí discutiendo con la narradora de nuestro cuento. 

LOBO: ¿Ah, sí? ¡Pues yo, dimito!

NARRADOR: Un momento, no puedes dimitir. Eres el personaje más importante del cuento.

CAPERUCITA: ¿El más importante? Oye, perdona, pero ¿Cómo se llama el cuento? 

NARRADOR: Caperucita Roja

CAPERUCITA: Pues eso. ¡A partir de ahora Antonia Kitty! No se te olvide.

LOBO: ¿Quién es Antonia Kitty?

ABUELITA: ¡Caperucita! Llevo una hora esperándote. ¿Se puede saber qué haces aquí?

NARRADOR: ¡La que faltaba!

LOBO: Buenos días, doña Eustaquia

ABUELITA: ¡Tú, calla! ¡Que me tienes contenta!

CAPERUCITA: Pero, abuelita…

ABUELITA: ¡Si es que si no vengo yo…! Trae pa acá la cesta. Y tú, largo.

LOBO: ¡No quiero! Narradora, quiero que cambien a esta señora, sabe rancia.

ABUELITA: Uyyy, ¿Rancia, yo? ¡Pero cómo te atreves, lobo mugriento! Que me dejas la cama siempre llena de pulgas.

NARRADOR: ¡A ver! Un poco de orden. Uno por uno. ¿Podéis decirme qué es lo que queréis cambiar del cuento?

CAPERUCITA: Yo quiero que en la cesta mi madre meta también patatas fritas y donuts de chocolate. Para el camino…

ABUELA: Yo, que me cambies a este lobo pulgoso por un animal más, no sé, más original.

CAPERUCITA: ¡Un unicornio!

ABUELITA: No te pases

TODOS: (Discuten sobre lo que quieren)

LOBO: El cazador que no lleve escopeta ¡Mejor una espada láser! 

CAPERUCITA: Lo de qué boca tan grande tienes y todo eso… me hace parecer tonta. ¿Crees que este lobo se parece a mi abuela en algo, por mucho que se ponga un camisón?

ABUELA: Yo no quiero vivir en una cabaña en el bosque. ¡Me quiero ir a Benidorm!

LOBO: ¡Que me cambien a la abuela por una jovencita que esté más tierna.

TODOS: (Discuten entre ellos de lo anterior).

NARRADOR: ¡Bueno! Ya está bien. O habláis de uno en uno, o acabo con esto.

CAPERUCITA: Amenazas no, ¿eh?

TODOS: (Murmuran, indignados).

NARRADOR: Antonia Kitty iba por el bosque cuando apareció el lobo. ¿A dónde vas Antonia? – preguntó. Ella le dijo que iba a Benidorm, a dejarle a su abuelita una cesta en la puerta. El lobo le propuso echar una carrera hasta Benidorm y a Antonia le pareció muy buena idea. Pero el lobo, que era listísimo, la mandó por el camino largo y llegó mucho antes al bungalow de la playa de la abuelita tenía en la playa. que era una abuela jovencísima. Se la comió, se bañó para quitarse las pulgas, se puso su camisón y se metió en la cama. Cuando Antonia Kitty llegó se dio cuenta enseguida de que esa no era su abuelita y le puso un Whatsapp a un cazador que acudió en su auxilio, abrió la barriga del lobo con una espada láser -que no deja cicatrices- y rescató a la abuelita.

NARRADOR: ¿Así?

(PAUSA)

CAPERUCITA: ¡Vaya birria!

ABUELA: Sí, no te has esforzado mucho, ¿eh?

NARRADOR: Está bien. Vosotros lo habéis querido… 

TODOS: (Suplican que no).

NARRACIÓN: Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

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