Adrián estaba en su habitación, recogiendo sus cosas para ir con sus padres a casa de los abuelos. El chico tenía ocho años de edad y no tenía hermanos.
- De aquí a media hora nos iremos, Adrián.- escuchó decir a su madre desde el salón.
Se acercó a la ventana que daba a la calle y vio a su padre acabando de meter las maletas y las bolsas para el viaje en el maletero del todoterreno. Desde la vista de la ventana se veía que su padre carecía de pelo. El muchacho se giró y vio que la puerta se abría. Era su madre. Estaba tan bella como siempre. Aquel día vestía con una falda tejana que le llegaba a los tobillos, una camisa que iba a juego con la falda y unas botas negras hasta las rodillas. El cabello lo llevaba recogido en una trenza. Ésta, se inclinó y besó a su hijo en la mejilla. Como siempre, le dejó una pequeña marca del pintalabios. Su madre siempre iba maquillada. Cuándo Adrián se disponía a quitarse la mancha con las manos, su madre cogió un pañuelo color fucsia y con un poco de saliva, se la limpió.
- Pero hijo, ¿aún no has recogido las cosas?- preguntó.
Adrián izo un gesto negativo y se dirigió a un cajón dónde guardaba todos sus muñecos. Se puso de cuclillas y cogió al Increíble Hulk, a Spiderman, las Tortugas Ninja... lo metió en una mochila y se puso de pié. Miró hacia una estantería que tenía llena de animales de granja. De su techo de color azul, colgaban los nueve planetas del universo junto al Sol y la Luna. De mayor le gustaría ser astronauta para poder ver las estrellas y algún día poder aterrizar en Marte.
Se dispuso a ir hacia el coche y dejar su mochila en el maletero. Bajó las escaleras y casi se cayó por culpa del bolso de su madre. Salió por la puerta principal y lo primero que vio fue a su padre regando las rosas y otras flores que tenían en el jardinillo.
- Hola papá- dijo – ¿Dónde dejo mis cosas?- preguntó.
- Ahí mismo- dijo.
Adrián dejó la mochila donde le indicó su padre y volvió a su habitación. Allí encontró a su madre, ojeando un libro.
-¿Qué haces mamá?-
- Mmm... iba a meter este libro en tu mochila.-
El chico se lo arrebató de las manos y contempló la portada. Era su libro del espacio. Muchas veces, mientras lo leía, soñaba con poder ir algún día. Le pidió a su madre que le cogiera, también el libro de dinosaurios y el de cuentos de los hermanos Grimm. Éste último era para que su madre se lo leyera antes de dormir. Cogió los tres libros y después de que su madre le acariciara el pelo salió corriendo para el coche. Su padre ya había metido la mochila en el maletero. Miró hacia los lados, hacia atrás, pero no vio a su padre. Volvió a la casa y... ¡sus padres ya estaba liados otra vez! Besuqueándose cómo un par de adolescentes enamorados. Juan, que así se llamaba su padre agarraba a Isabel, su madre, por la cintura y la besaba apasionadamente. Se acercó a ellos con sigilo y de un salto se colgó a las espaldas de su padre.
-¡Pero parad ya!- dijo- ¿No veis que estoy aquí?- agregó el chico.
Isabel se sonrojó un poco mientras intentaba tapar su risilla con el brazo izquierdo.
- Anda hijo, ¿porqué no vas a tirar la basura?- insistió ella varias veces.
Adrián salió por la puerta para llegar al jardín. Allí le esperaba la bolsa de basura. La cogió y salió a la calle. El contenedor de basura estaba cerca de casa, pero aún y así, le daba pereza de ir. Una mujer se plantó frente al chico y le dijo las siguientes palabras:
- Sé lo que te depara el futuro, Adrián. Si lo quieres saber ven a ésta dirección- dijo entregándole un trozo de hoja de papel – Te aseguro que te interesará- Y dichas éstas palabras se marchó. Decidió de ir en ese mismo momento, les diría a sus padres a la vuelta, que un amigo le quería enseñar una cosa muy importante. Lanzó su bolsa al contenedor, y se puso en marcha. Preguntó a varias personas el paradero del sitio dónde se encontraba aquel lugar del papelito. Cuándo ya estuvo frente a la casa de la dirección y se quedó un rato boquiabierto, sin dejar de mirar la fachada de aquél lugar. (continuará)