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Cápsulas de amor

Esta mañana puse todo mi cuidado cuando la acaricié al despertar, pero se le ha desprendido el otro párpado. No creí que fueran a caerse los dos tan seguidos, ahora tiene los ojos permanentemente abiertos y le brillan; nunca olvido el colirio. Me gustaría besarla otra vez como al principio, sentir el contacto de sus labios, pero ya no tiene labios, ahora muestra en su cara una sonrisa permanente y dos filas de preciosos dientes blancos (por cierto, que mañana mismo tengo que coger de la farmacia otro cepillo, creo que éste tiene las cerdas demasiado gruesas y está haciendo estragos en las encías).

A pesar del aire acondicionado, no tardaré mucho en perderla. Soy consciente de que esto es un proceso irreversible; ya lo sabía cuando preparé el sótano, cuando lo hice hermético y me ocupé de la temperatura, pero el día que eso ocurra abriré de nuevo la sepultura y devolveré lo que quede de ella a la tierra satisfecho de haberla amado tanto. Durante meses me he ocupado de mantener intacta su belleza; una semana detrás de otra he luchado contra el proceso natural de la descomposición y, aunque sabía que era una batalla que acabaría perdiendo, he conseguido mantenerla conmigo mucho más tiempo del que hubiera soñado cualquiera de los muchos que la pretendieron.

Sí, lo sé; está muerta, claro que está muerta. ¿Me habéis tomado por un demente incapaz de procesar la realidad? ¿Pensáis que estoy loco y que no soy consciente de que estoy amando a un cadáver?. Yo estoy tan cuerdo como cualquiera de vosotros, o quizá más, porque si ahora la tengo conmigo se debe a mi mente racional. Yo preparé este sótano (que dicho sea de paso, ha cumplido su misión mucho mejor de lo que esperaba) yo le suministré el veneno en pequeñísimas dosis que disimulaba en sus cápsulas para la anemia y
yo el que vigiló su tumba durante tres días, hasta que por fin pude abrirla sin ser visto, coger su cuerpo entre mis brazos , ocultarlo detrás del panteón de mármol negro y dejarlo todo de tal manera que, hasta el momento,
ninguno de los que periódicamente acuden a dejarle unas flores o una oración, han sospechado jamás que lo hacen sobre una tumba vacía.

Voy a cambiarla, hoy es domingo y me gusta verla con el vestido blanco; pocas veces más la veré así de bella. Cada vez tengo que tener más cuidado, el domingo pasado noté más resistencia de la esperada, el frío retrasa la corrupción de su cuerpo pero acelera el secado de la piel y tensa los tendones; temo que pueda romperse si la fuerzo. El momento de devolverla está cerca. Mis días volverán a vaciarse, pero será por poco tiempo. Ayer
entró en la farmacia una preciosa chica pelirroja que me hizo recordar a mi querida Elena cuando acudía a recoger, con su maravillosa palidez en el rostro, las cápsulas para la anemia. Estoy seguro de que volverá, tiene un problema de tiroides y esos tratamientos son largos, muy largos...
Datos del Cuento
  • Categoría: Románticos
  • Media: 5.59
  • Votos: 81
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
ERNESTO MAGAÑA
invitado-ERNESTO MAGAÑA 21-02-2003 00:00:00

Y con su respectiva dósis de suspenso,Felicidades.

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