Este relato está basado en el momento más difícil de mi vida, cuando mi padre se debatía entre la vida y la muerte a la espera del resultado de una prueba médica. Todo dependía de lo que un escáner reflejara. Así es como me sentí entonces y aún hoy lo recuerdo tan claramente como si estuviera allí.
Es la primera vez que comparto abiertamente este trozo de mi vida, pero creo sinceramente que este es el mejor lugar. Gracias. OneVoice.
Papá, te quiero siempre.

[...]Durante esas horas se me pasaron por la mente mil imágenes del pasado, del presente y, por supuesto, del incierto futuro. Imágenes del pasado que ya apenas recordaba y que, en tan sólo unos instantes, brotaban frescas y nítidas en mi pensamiento; incluso las menos agradables parecían ser exprimidas con el fin de disfrutar su esencia positiva. Imágenes del presente que se entremezclaban con lágrimas, unas lágrimas negras, carentes de luz y de esperanza, teñidas de dolor y salpicadas de angustia. El futuro se dibujaba como una simple moneda, que lanzada al aire se convierte en esclava del azar. Cara.
Cruz.
Existía la misma probabilidad para ambos casos. Infinita impotencia que me consumía por dentro como un maldito cáncer, poniendo a prueba la resistencia, la estabilidad, la serenidad, el amor, la capacidad de asimilación… En definitiva, la madurez. No podía huir aunque quisiera, y cinco largos minutos de solitario desahogo eran el único lujo que me podía permitir en aquellos momentos. Después, dar la cara, disfrazar el dolor y aparentar una fuerza que afortunadamente heredé de él. Sin embargo, el aire flotaba tan denso que era palpable, y la angustia y el pesimismo se concentraban y se pegaban al alma con tal solidez que por momentos, la impotencia se hacía insuperable. Nada que hacer excepto esperar, confiar y reflexionar. Reflexionar sobre lo injusto de la situación, confiar en la fuerza de voluntad y esperar, esperar… y esperar.
O cara o cruz.
Él me enseñó a amar el color verde, y aunque mi esperanza era ya casi tan frágil como un castillo de naipes, la mantuve hasta el final como él siempre lo ha hecho conmigo, y la moneda cayó del lado que debía hacerlo. El mayor sentimiento de alivio que mi ser ha sentido se produjo en aquel momento, y la descarga de alegría fue tan inmensa que obviamente se hace indescriptible. En unos segundos pasas de la nada al todo, del infierno al cielo, de no ser a volver a ser, de no tener a tener.
Y piensas en la moneda. En el azar.
Afortunadamente, salió cara.
Al final, salió cara.