Carlos estaba jugando en el jardín tan contento cuando, de repente, vio un pequeña tortuga. Carlos siempre había querido tener una mascota. Por eso, cuando vio la tortuga, pensó que sería una compañera ideal.
La maestra había llevado una tortuga al cole y allí la cuidaban entre todos. Por eso Carlos sabía que necesitaban un lugar con agua y comida. Muy contento, Carlos cogió la tortuga con mucho cuidado y la metió en casa.
Una vez dentro, Carlos empezamos buscar una casa para la tortuga. El problema es que no sabía qué hacer con ella mientras tanto. Así que la dejó en el lavabo y fue a por un cubo de agua. Carlos metió el cubo en la bañera y abrió el grifo para llenarlo de agua.
- Vamos, pequeña tortuguita - dijo Carlos, cogiendo su nueva amiga-. Mientras se llena el cubo de agua te enseñaré mi habitación.
Acabo de un rato Carlos se acordó del cubo de agua.
- Vamos a por el agua tortuguita -dijo Carlos. pero cuando llego al cuarto de baño el agua rebosa va por encima del cubo.
Carlos quito un poco de agua del cubo con las manos y luego metió la tortuga dentro. Pero al intentar sacar el cubo lleno de agua de la bañera, el cubo se le cayó. La tortuga cayó en la bañera, pero mucha agua se salió.
Viendo que la tortuga estaba a salvo Carlos fue corriendo a buscar una fregona para secar el agua del suelo. De paso, cogió una fuente de cristal para llenarla de agua y meter a la tortuga. De regreso se encontró a su madre.
-¿ Qué ha pasado en el cuarto de baño, Carlos? - preguntó mamá-. Está todo el suelo lleno de agua.
- No lo sé, mamá -dijo Carlos.
-Y, ¿ cómo ha llegado ese cubo a la bañera? - preguntó mamá
- No lo sé, mamá - dijo Carlos.
-Entonces, supongo que tampoco sabrás cómo ha llegado esta tortuga la bañera - dijo mamá.
- No, mamá - dijo Carlos.
- Explícame entonces, Carlos, qué haces con la fregona de la mano- dijo mamá-. Y, ¿para qué quieres la fuente de cristal?
Carlos no contestó, pues no sabía cómo explicar que hacía con la fregona, ni mucho menos lo de la fuente de cristal.
-Por casualidad no irías a recoger el agua del suelo del cuarto de baño, ¿verdad? Y la fuente, ¿no será para meter en ella a la tortuga?
Carlos dijo que sí con la cabeza.
-Pero, si tú nos has tirado el agua ni sabes nada de la tortuga, ¿cómo puede ser esto? -dijo mamá.
Carlos miró a su madre, muy avergonzado. Estaba claro que lo había pillado en la mentira.
-¿Estás enfadada? -preguntó Carlos.
-Sí, Carlos, y muy triste -dijo mamá-. No por el agua derramada ni por la tortuga que hay en la bañera.
-Entonces, ¿por qué? - preguntó Carlos.
- Por la mentira - dijo mamá-. Vamos a recoger esto y luego hablamos.
-¿Qué va a pasar con la tortuga? -preguntó Carlos.
-Habrá que comprar una piscina de tortugas y comida especial para ella, ¿no crees? -dijo mamá.
-Entonces, ¿no estoy castigado? -preguntó Carlos.
-¿Qué tiene eso que ver con quedarnos con la tortuga? -preguntó mamá.
-Entonces, estoy castigado, ¿verdad? -insistió Carlos-. Por mentiroso.
-¿Prometes no volver a mentir y pedir ayuda la próxima vez que la necesites? -preguntó mamá.
-Sí, lo promete -dijo Carlos.
-Entonces creo que el disgusto que te has llevado es suficiente -dijo mamá-. Ahora, vamos a limpiar esto rápidamente, que nos cierran la tienda.
-Gracias, mamá.
Y allí se quedaron madre e hijo limpiando es estropicio y hablando sobre lo importante que es contar con los mayores y decir siempre la verdad.