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~~Carmela era una niña muy inteligente, más que los demás. Esto hacía que cada día, en su escuela, observase muchas cosas que no le gustaban y que a ella le parecía que estaban mal. Aquellas cosas nunca le afectaban a ella directamente, pero lo cierto es que eso no hacía que le importasen menos.
Sabía reconocer con facilidad a todos aquellos compañeros que durante la hora del recreo se disfrazaban de abusones. Y Carmela sabía muy bien lo que pensaba en cuanto a que se disfrazasen de abusones, porque estos mismos chicos cuando llegaban a casa se convertían en seres blanditos y mimados por mamá. Lo cierto es que no había visto nunca que esto fuese así, pero Carmela no podía evitar imaginarse a aquellos compañeros refunfuñando en sus casas por unas tortitas, por ver más y más horas la televisión o por jugar a los videojuegos.
Al igual que muchos niños se disfrazaban de abusones, había otros que se vestían de cobardes, de tímidos o de personas débiles. Estos compañeros y compañeras del cole siempre estaban en el punto de mira de los abusones, y a menudo eran el blanco de sus bromas y de sus grandes hazañas. Aquellas hazañas consistían, para los abusones, en perseguir hasta el cansancio a los cobardes para buscarles siempre su punto débil y reírse de ello. En realidad no existía ningún punto débil, porque estos compañeros en teoría cobardes, llegaban a casa y ayudaban en todo a sus padres, visitaban a sus abuelitos, hacían siempre sus deberes, eran amigos de sus amigos…un montón de cosas y responsabilidades sobre sus espaldas que no les hacían flaquear ni abandonar. Y a pesar de tener que aguantar a diario a los abusones, seguían levantándose cada mañana para ir al cole con la cabeza bien alta y con una buena sonrisa para sus padres.
La inteligencia de Carmela hacía que pudiese observar y analizar todo aquello que veía a su alrededor como si se tratase de un puzle. Las piezas encajaban y unos personajes parecían ser necesarios para que hubiese otros, y así, como cuando analizaban poemas en clase y hablaban del bien y del mal.
Sin embargo, aunque Carmela no lo sabía, ella también tenía un papel y formaba parte del grupo que denominada “de los cobardes”. Observaba todas aquellas cosas que la removían por dentro, y era incapaz de pronunciar una sola palabra de disgusto o de rechazo. Tenía miedo de los abusones, al igual que muchos otros de sus compañeros, y eso que sabía muy bien que aquellos niños se convertían en un ovillo de lana cuando eran regañados en casa por sus padres y por la razón que fuese. El miedo engullía toda la confianza de Carmela, esa confianza tan gran que demostraba a la hora de plantear sus ideas en su interior, casi como una adulta.
Y así sería el paso de Carmela por la escuela, hasta casi el final. Un paso inadvertido por asignaturas y compañeros que terminarían desapareciendo de su vida para siempre. Lo que no sabía Carmela entonces es que aquellos abusones se terminarían convirtiendo en cobardes y los cobardes en fuertes y seguros de sí mismo. Y es que la escuela definía el camino de los niños y niñas con mucha frecuencia. El suyo también había sido definido y Carmela, con los años, se convirtió en una excelente abogada de las causas injustas.
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