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Carta de un paciente que fue rota en veintiún partes, tirada enfrente

~~Allí estaban en medio. En el área de ambulancias en donde mucha gente se queda a esperar para saber la situación del familiar que acaba ser ingresado como paciente, y yacían sólo como lo que eran hasta ese momento: basura. Basura que contenía información. Información que generaba incertidumbre, misma que daba comezón a muchos los que estábamos allí alrededor, pero solamente alguien muy ansioso de saberlo todo alcanzaba a rascarse. Lo hizo un niño y, pues sí, solo un niño despojado del “qué dirán” podía aventurarse a recoger los pedazos de una carta que alguien más tiró. Entre el niño y su hermana con la que se reunió después de haberlos recogido, los juntan como si se tratara de un rompecabezas; algunas piezas hay que extenderlas porque las rompieron estando doblada la carta. Cuando se cercioran que todas las piezas están allí en su lugar ella dice: “ah, ahora que me acuerdo, yo traigo cinta scotch”, la hermana tendrá alrededor de diecinueve años y es muy bonita; trae pantalones de mezclilla y unas sandalias de bambú. Su blusa es color blanca con vivos rosas y se le alcanza a ver el ombligo, que ostenta un piercing y está rodeado por un tatuaje como de hojas de laurel; abre su bolsa y saca de ella un pequeño rollo de cinta y se disponen a pegarla. Ya pegada pueden acercársela; guarda ella la cinta, y comienzan a leerla. El niño y su hermana leen en un murmullo entre risas y preguntas como: qué? Cómo dice? En actitud divertida e inclusive solemne en algún momento.

 Al terminar ambos de leerla solo alcanzo a ver que la dejan en el suelo. En menos de un minuto sale de la recepción una señora que parece ser la madre de ambos, y con un ademán los llama. El niño y su hermana corren hacia adentro dejando la carta sobre el pavimento, a dos pasos de donde yo estoy recargado. Decido levantarla. Comienzo a leerla:

 Cuarenta Días

 Dentro de los siguientes cuarenta días, verás muchos cambios en lo que a mi proceder se refiere; comenzando con la manera de ver las cosas desde un punto de vista diferente. Como nunca, tú estarás siendo testigo de un mayor y mejor cambio en mi persona, de tal manera que nunca, nunca antes ni nunca después, podrás recordar el haber visto tal carácter y personalidad en mí. Simplemente no creerás lo que ves y hasta dudarás de mi autenticidad como aquél que tú siempre conociste. Y es que no sólo es un cambio, sino una completa transformación; una nueva vida. ¿Porqué cuarenta días? ¿Porqué no un año o una semana? no lo sé. Simplemente, te lo digo al chile y sin complejos, esto se va a dar, y será en cuarenta días.

 Cuarenta días fue el tiempo que estuvo Moisés en el Monte Sinaí cuando recibió las tablas de los Diez Mandamientos; Cuarenta días fue lo que el mismo Jesús ayunó en el Desierto. Cuarenta azotes también recibió. Cuarenta días y Cuarenta noches llovió por primera vez sobre la Tierra cuando se dio el Diluvio en los tiempos de Noé. Cuarenta es el resultado de la multiplicación entre Cuatro y Diez, los números más repres*** (represivos o representativos, no se alcanza a distinguir) del cambio.

 El número Cuatro, como símbolo de lo terrestre, de la situación humana, de lo externo, conlleva los límites de la conciencia mínima de totalidad, y por lo tanto, de la organización racional. El Cuatro representa los puntos de la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, de las cuatro estaciones, de los cuatro elementos, fuego, aire, agua y tierra; de los cuales son también los cuatro grupos de la arcana menor del Tarot; Cuatro representa también los cuatro puntos cardinales, Norte, Sur, Este y Oeste, Cuatro es el número asociado con lo tangible, con el logro personal. Finalmente, Cuarta es la dimensión donde lo físico traspasa el tiempo y el espacio. El Diez, por el contrario, es el retorno a la unidad, del sentimiento espiritual de plenitud, desde su asociación con la totalidad del Universo, -tanto material como metafísico- desde que lleva todas las cosas a la unidad. Confucio lo dijo, y la escuela Occidental Pitagórica: el número Diez siempre ha representado la perfección.

 Y estando leyendo alcancé a escuchar: “mamá, nos encontramos una carta” a lo cual levanté una mano como diciéndoles; “ahí le va, espérenme tantito” o algo así, y ella dijo: “la tiene el señor...” me acerqué a donde estaban el niño, su hermana y la señora que supe que se trataba de la madre de ambos y les dije: “nomás denme chanza de terminarla y ahorita se las doy, es que se me hizo muy interesante, espérenme” la señora asintió, el niño no lo podía creer y se reía y la hermana simplemente me veía a la cara, divertida. Continué:

 Muchos cambios se ha dado ya en mí, y muchos otros están por darse a cabo, pero como este que ahora estoy presenciando, ninguno. Necesito anunciarlo, necesito darle publicidad a esto que siento y veo en mí. Nunca había yo mismo visto algo así. Cuatro por Diez Cuarenta, me gusta esa ecuación, me gusta su resultado y me gusta su no complejidad; hasta se oye bonito el decirlo, Cuatro por Diez Cuarenta, Cuatro por Diez Cuarenta.

 Y ahora que lo menciono, no solamente el Diez multiplicado por Cuatro da a Cuarenta, sino también el Ocho y el Cinco. Y estos números simbolizan otra cosa. El Cinco, por ejemplo, es simbólico del hombre, la salud y el amor; y es la quintaesencia actuando sobre la materia. Comprende las cuatro extremidades del cuerpo humano incluyendo la cabeza que las gobierna; de la misma manera los cinco dedos de la mano, los cuatro puntos cardinales pero ahora con su centro incluido; Significa también la unión del cielo con la tierra al ser el número tres celestial y el número dos terrenal. Geométricamente, se encuentra el pentagrama, o la estrella de cinco picos. Corresponde también a la simetría pentagonal, una característica común en la naturaleza orgánica y. finalmente, a los cinco sentidos por los cuales percibimos las cosas. Por otro lado, el número ocho, está relacionado a los dos cuadros del octágono. Es la forma intermediaria entre el cuadrado -de orden terrenal- y el círculo -de orden eterno- y en consecuencia, es un símbolo de regeneración. Por virtud de su forma, este número es asociado con las dos serpientes entrelazadas del caduceo, significando el balance de dos fuerzas opuestas o el equivalente de la fuerza espiritual con lo natural. También simboliza, por su forma, el eterno, espiral y ascendente movimiento de los cielos. A raíz de su analogía con la regeneración, el número ocho fue durante la Edad Media el número simbólico de las aguas del Bautismo. Corresponde también a la mística cosmogonía medieval de las estrellas fijas del firmamento, denotando que las influencias planetarias se han llevado a cabo. Cinco y Ocho. Acuesta ese Ocho y es el símbolo del infinito. A fin de cuentas, son solo figuras abstractas representando cantidades.

 Ahora solo tengo un dilema; ¿desde cuando? ¿desde cuando empiezo a contar?, desde el cuarto mes acaso, desde Abril? no sé. Tal vez desde hoy, desde este momento. ¿Tendré que contar acaso solamente los fines de semana? o solamente los días entre semana? o tal vez los domingos? ¡Cuarenta Domingos! no creo necesitar tanto tiempo para ver un cambio en mí. Al fin y al cabo es un cambio radical. es una manera de ver las cosas, Tal vez este número Cuarenta sea solamente simbólico. Tal vez hasta pudiera hacerlo en cuarenta minutos; o en cuarenta segundos. No. Tal vez en cuarenta horas o días. Tal vez este cuarenta no significa una cantidad específica, contable. Tal vez es solamente un número representativo de todas estas ideas a las cuales nos referimos de manera simbólica con números, solamente para poder darle un lugar tangible en nuestro lenguaje. Pero, ¿qué tiene que ver, ultimadamente si son cuarenta días, o cuarenta años?

 No sé. Necesito pensarlo todo otra vez. Necesito un lugar tranquilo, silencioso, de paz y de quietud en donde pueda yo meditar. Necesito saber si es este el tiempo que necesito para mi cambio radical. Tal vez no lo sea todavía, y yo me esté adelantando a mi tiempo. Necesito tiempo para pensarlo. tal vez unos cuarenta días.

 ***

 Se la regresé al niño y les di las gracias, y seguí esperando a mi amigo que había venido a ver a su hermana quien acababa de tener un bebé. Estaba pensando en que regalo debía de comprar, si uno de esos globos que dicen: “it´s a boy!” o algunos puros Cubanos. Alrededor de 5 minutos después, estando en medio de mi pequeño dilema de sociedad de consumo, vino el niño otra vez y me dio la carta. No supo como decirme que me la quedara y se lo pregunté, me dijo que sí y se fue corriendo con su hermana y la señora, voltee cuando estaban ya los tres juntos y me decían adiós en una escena por demás extraña y surrealista.

 

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