Dr Sunstron:
Tomé contacto con los Walhagua en pleno Amazonas, doctor. Son pequeños, pacíficos y graciosos. Aunque de corta inteligencia: apenas si dominan el fuego.
Dr. K. Lisopowitz
Dr. Sundstron:
Los Walhagua creí acostumbraban hacer una ruma con todo el alimento de la tribu y disponerlo para el visitante. Pronto descubrí que no. He sido castigado a pasar colgado medio día cabeza abajo de un sicomoro.
Dr. K. Lisopowitz
Dr. Sundstron:
Como lo describe en su libro "Amazonas: un lugar al aire libre", los Walhagua bailan con frenesí en noches de luna llena. No de forma erótica a la salud de una diosa del sexo, como usted escribió, doctor. Es un baile en honor de Coliforme, el dios del abono. De modo que debo confesarle que estuvo fuera de foco que yo fornicase con una gallina una de esas noches.
Dr. K. Lisopowitz
Dr. Sundstron:
La leyenda que estos aborígenes suelen comerse las pirañas vivas es falsa, doctor. Eso es imposible, se lo aseguro. También evidencié que sus brujos dominan la ciencia de la cirugía estética. Uno de ellos me confeccionó un labio con hojas de helecho. No es muy bello, pero al menos me impide andar mostrando los dientes lleno de rabia.
Dr. K. Lisopowitz
Dr. Sundstron:
Los malnacidos de los Walhagua me han cambiado por un cortauñas a los Yoly-yoly. Presiento mi próximo fin, doctor, no a manos de los yolys que incluso me prestan sus máquinas de afeitar eléctricas, sino a causa de un nuevo hallazgo: acabo de descubrir que le escribo una carta en una hoja de árbol altamente venenoso.
Dr. K. Lisopowit