El cielo se quedó solitario, solo una estrella quedó. Solamente ella cuidaba de todos nosotros que necesitábamos su luz. No oíamos sus gritos, hasta que la vimos desfallecer. Su luz se fue apagando, hasta que dejó de iluminar.
De pronto salió La Luna, y empezó a buscar a la pequeña Estrella que no aparecía por ningún sitio. Preocupada, esperó toda la noche en el cielo; pasó la noche hasta que apareció de nuevo el sol, la Estrella no volvía.
La Luna ya muy preocupada le pidió ayuda al sol, y éste un poco egoísta, se la negó.
Las demás estrellas lloraban desconsoladas por la pérdida de su hermana.
Miraban el infinito, esperando ver su constelación, pero ni rastro había dejado.
Pasaros varios días, y en el cielo las noches no volvieron a ser iguales. Faltaba esa Estrella que radiante acompañaba a La Luna.
Hoy dicen que la estrella se enamoró del mar, y al enterarse del amor que éste sentía por La Luna, se rompió en cinco pedazos y cayó ahogada en las agua de su amado Mar. Así desapareció de la noche sin dejar rastro.
Ahora La Luna acerca su reflejo al Mar y al viento fresco de la noche en busca de su pequeña Estrellita.
De vez en cuando el sol entristece al vera La Luna llorar tanto y en un eclipse la abraza tiernamente, calmando su pena....
Ithaisa: Quiero decirte que me gustó tu cuento. Me hizo pensar en esa Luna y en la Estrellita. No tienes idea de cuánto pienso yo en la Luna y en la Estrella... ni te imaginas. Aunque no soy astrónomo me gustaría verlas... pero en el cielo de España (por mero capricho). Joaquín