Con gran decepción recibí la comida que mi madre puso
para mí a la hora del almuerzo. Era un inmenso plato
de avena caliente que por cierto, yo no iba a comer.
Miro a mi madre y ella, con severa mirada y gesto
silencioso y encubierto, me advierte:
-Te comes todo.
Busco la ayuda de mi padre que está sentado a mi
diestra y sin embargo, no la hallo. El come impávido
sin prestar atención a lo que le rodea.
Tomo la cuchara y comienzo a jugar con ella,
manteniéndola siempre lejos de aquel temido plato de
dichosa avena. Mi madre pierde la paciencia y con
duras palabras me advirte:
- Vamos chica, come tu comida, ¿qué esperais?...
¿navidades?. Vamos, comed que la avena sabe mal cuando
se enfria.
- También sabe mal cuando está caliente madre, respondí.
Bajo mis ojos y miro como la avena caliente intenta
en vano, seducir mi apetito. Vuelvo a buscar la ayuda
de papá pero él aún no ha dado cuenta del daño
sicológico que estoy sufriendo al obligarme a comer
esta comida horrorosa.
Intimamente me pregunto:¿Cómo es posible que los padres
dañen de este modo a una nena de apenas nueve años?.
Por cosas como estas, que nos suceden en la infancia,
hemos de gastar mucho dinero en sesiones de sicología
cuando seamos adultos.
Pero mis reflexiones de nada sirven por que mi madre
ahora me mira enfurecida al contemplar que sigo jugando
con la cuchara sin mostrar deseo alguno de comer.
Y no tan solo eso, sino que le respondo igualmente con
una mirada de rebeldía. El conflicto va a estallar, lo
sé, y esto no toma mucho tiempo pues mi madre ya sin
poder soportarlo, golpea la mesa y me grita :
- !Que comas tu comida!
Y por alguna razón que no puedo explicar, respondo :
- ! Que no comeré !
Y tomando la cuchara por uno de sus extremos, la lanzo
contra la madera de la mesa con bastante fuerza. La
cuchara intentando jugar alguna travesura, da un
extraño bote en la superficie de la mesa y va a
estrellarse contra el jarrón de mi madre. Sí, el
mismo que le ha regalado su bisabuela de Granada
y que según ella, perteneció a una importante familia
de gobernantes moros. El jarrón se triza, le queda
sobre la bella superficie plena de motivos moriscos,
algo asi como un rayo de tormenta eléctrica.
Mi madre se levanta de su silla como hipnotizada,
con los ojos muy abiertos sin poder reaccionar, lleva
sus manos a la boca que se le ha entreabierto en un
inaudible ohh, como si el alma misma fuese a escapar
de su cuerpo. Luego, reacciona y con extraña voz
grita destempladamente :
- Mi jarrón morisco !
De pronto, una de sus manos se apoya en la mesa,
para darle mayor equilibrio a su casi desvanecido
cuerpo y tornando su mirada hacia mí con destellos
muy amenazantes, me grita:
- Muchacha del demonio !! os castigaré por vuestra
insolencia y...
En ese instante comprendo que estoy en grave peligro
y me digo asi misma :
- ! A correr !
Salgo como una saeta hacia el corredor que da al
patio de la casa. La silla donde estaba sentada sale
despedida por el movimiento de reacción y choca
contra una pequeña mesita que madre usa para depositar
platos limpios. En mi huida, siento como los platos
se estrellan contra el piso estallando en mil pedazos
provocando el segundo delirio de mi madre:
- Oh no...ahora mis platos. Venid aquí !! Os atraparé
tarde o temprano, muchacha ... Venid !!
- ¿Venid? ¿Estais loca madre? No iria a ti ni por todo
el oro del mundo.
Sigo corriendo en mi desesperación y a mitad del
corredor, tropiezo con Kipy, nuestro perro...me
repongo rápidamente y para mi sorpresa, Kipy comienza
a seguirme en mi carrera ladrando alegremente.
Claro, él cree que esto es un juego y corre a mi lado
agitando su peluda cola como un necio.
Juntos alcanzamos la puerta y lanzamos a correr por
el patio que circunda completamente nuestra casa, vamos
a nuestra máxima velocidad y al aire libre, Kipy se
siente más alegre que nunca y en plena carrera de huida,
lánzase contra mí, derribandome sobre el césped.
- Pero que perro necio -le increpo- huyo de mi madre
y me lanzais al piso, idos de aquí.
Desde el césped veo como mi madre viene hacia mí, no
corriendo pero sí con paso firme, agitado y amenazante.
Reanudo la huida, Kipy ha comprendido la situación
y deja de seguirme, sin embargo alcanzo a ver como
ahora nuestra mascota intenta establecer un juego
parecido con mi madre lanzandose a su paso. No puedo
ver cual es el resultado de aquel encuentro entre
Kipy y mi madre, pero sí puedo oir sus gritos alejando
a nuestro juguetón perro de su paso.
Sigo corriendo y al llegar a la parte trasera de
nuestra casa, en una puerta posterior, veo a mi padre
que me espera apaciblemente en el umbral de la misma y
con extraña expresión me dice al verme pasar veloz:
- Venid aquí muchachita !
-¿Qué? me pregunto yo. ¿Mi propio padre me persigue
también?, pero... ¿que quedó de su paternal y tierna
protección a su querida hijita?. Oh no, estoy perdida,
este sí es un problema muy grave para mí.
Por cierto no me detengo y paso rauda al lado de mi
padre, éste al ver que no me detengo, inicia su
persecución. Sí, viene tras de mí y a paso muy veloz...
me atrapará, lo sé. Aún así, le doy a mis piernas toda
la energía posible para que me liberen de mi perseguidor.
Doblo un vértice más de la casa pero ya siento como
mi padre acorta distancia de mí. Ya está cerca, muy
cerca, cada vez más cerca... el corazón me va a estallar
y de pronto, me da caza. Siento como sus fuertes manos
toman desde atrás mi cintura y de pronto me alza en
vuelo como despegan al cielo las aves. Siento la
vertiginosa ascensión y creo que voy a estrellar mi
cabeza sobre las blancas nubes del mediodía.
Me elevo a la altura que permiten los brazos de mi
padre y en ese instante él comienza a hacerme girar
como un satélite... todo gira a mi alrededor, me mareo
ligeramente y en ese entonces escucho la risa de mi padre.
De principio me desconcierta, pero luego reconozco aquel
reir que es el que siento siempre al jugar mi
padre y yo. Entonces, también comienzo a reir al
recobrar la serenidad y al perder el miedo... ambos
reimos con ternura y complicidad mientras continuo
girando sobre el eje de sus brazos fuertes.
De pronto el giro finaliza y mi padre recuesta mi
cabeza sobre su hombro para hacerme descansar. Lo abrazo
con fuerza y besando su mejilla le digo:
- Papito, sabía que me ibais a salvar.
Mi padre, tal vez emocionado, vuelve a alzarme en sus
brazos y a hacerme girar por los aires con renovada
energía, lo que hace desatar nuestra interminable risa
nuevamente. Tras girar y reir largamente, mi padre
cansa y por segunda vez me lleva a descansar sobre
su hombro mientras sus brazos me sostienen desde mis
piernas. Le abrazo fuertemente y descanzo plácidamente
en su hombro. En ese instante se acerca a nosotros mi
madre, por las espaldas de mi padre y enfrentando mi
rostro.
Aprecio que su ira aún no ha disminuido. Pero
refugiada en el hombro paternal, la miro y con mis
infantiles ojos y de la manera mas amable, creo decirle...
Madre, ya vuelo en las alas de mi ángel guardían.
¿Qué podría pasarme... ?
Hay un hogar eterno, lleno de amor, donde todos cantan, donde no hay dolor, angeles alla cantan, dando a Dios gran loor, algun dia veremos, nuestro hogar de amor, oh bello hogar, oh dulce hogar, morada de cristo, oh bello hogar..... es un parrafo de un himno que me gusta mucho, cada vez que necesito de amor, la canto, y vuelvo a ser niño otra vez, un niño que se regocija en los tiernos brazos de su padre celestial....