Te conocí como quien observa una estrella fugaz y pide un deseo. La brevedad de un instante que dura mas que cualquier otro. De repente y de la nada, el corazón empezó a acelerar, y empecé a verte, como quien ve un cuadro de Monet, al silencio. Y sentí lo que sienten los jóvenes enamorados, en un instante de color en una vida de blanco y negro, colorines alégres pintados al óleo sobre una tela gris, como si esa tela gris fuese mi vida. Y me miraste casi sin darte cuenta de que yo existía en esa sala, luces artificiales que se mueven más rápido de mi pensamiento; y me acerqué a tí, como se acercan los mosquitos a una luz sin saber que existe detrás, si la gloria o la muerte, pero da igual; y me diste un beso que llevaba un veneno llamado olvido, que no funcionó. Aún recuerdo esa sonrisa cómplice mirándome en una soledad relativa, a sorbos de jarabe de centeno, una mirada pidiendo algo que no sé explicar, apareciste de la nada y te llevaste algo de mi. Y yo tirado en la arena, mi rostro como un poema de esos que hablan de tristeza, mirando la aurora teñida de naranja oir bostezar un sol que se acaba de levantar, y oigo tristeza en algun rincon dentro de mi, porque tu quieres el olvido de una noche magica. Y la magia se convirtió en dolor.