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Cuando era niño viví en un pueblito en Durango llamado Los Pinos, en aquel tiempo mis padres criaban chivas y borregos para la barbacoa y la vendimia los fines de semana en mercados locales. Todos los días teníamos que pastorear a los animales a pastizales lejanos, rodeados de cerritos y llanuras semidesérticas, con cielos azules y el clima seco y árido. Sin embargo a veces podías encontrar agua en medio de aquellos lugares, había de hecho.
Una pequeña presa que captaba el agua de lluvia y se alimentaba de un manantial subterráneo que mantenía agua durante todo el año. Era como un oasis rodeado de arboles de mezquite y cerritos . Muchos íbamos a ese lugar para darles de beber a los animales por lo que había que subir colinas y bajar hacia aquel lugar por en medio de un camino agreste. A mi padre siempre le gustó la bebida y a veces el subir ebrio por laderas y caminos, le cansaba y se quedaba dormido a media vereda, en tanto yo seguía acompañado por los chivos y sus balidos. Para ese entonces ya tenía 15 años, y era un hombre. Las personas de mi edad que vivían en aquellos lugares remotos nos hacíamos fuertes desde que nacíamos para soportar la vida y el clima extremoso, así que nunca fui una persona que se impresionara por cosas extrañas, había visto muchas en el desierto y las llanuras, que no tenían secretos para mí.
Sucedió que una noche que regresábamos para nuestra casa, mi mamá se había venido con nosotros. Mi padre había estado tomando todo el día, así que venia tambaleándose de una lado a otro, en tanto llevaba a mi mamá a paso lento entre los caminos. Cuando estábamos en la punta del cerro ya para regresar hacia el pueblo, noté que faltaba un pequeño chivito, me percaté que estaba cerca de la presa, por lo que deje a mi mamá esperando en tanto mi padre ya se había perdido en la obscuridad del camino. Como pude bajé a buscar al animal, lo escuchaba en algún punto entre los árboles, así que caminé por la orilla del manantial. escuchaba los balidos más cerca y cuando por fin lo pude hallar lo cargué y regresé hacia el camino.
Miraba el cielo estrellado y revisé al animal que balaba de manera extraña. De la nada sentí un escalofrío en mi espalda, seguido de un vientecito que comenzó a mover las copas de los arboles, luego algo me dio por voltear y vi que entre los matorrales surgió una especie de vapor blanco que comenzó a materializarse en algo parecido a una persona, una mujer de vestido largo. Le vi la forma más no las facciones del rostro, manos y mucho menos pies. Yo no quise hacer caso de esa aparición, pensé que era el reflejo de algo sobre el agua o alguna fumarola, las había visto antes pero no tan cerca del agua.
Yo continúe caminando con la chiva en mis brazos, la apreté con nervios y estaba tenso de ver como aquel vapor blanco me seguía por donde yo iba. Caminé un poco mas rápido y aquella aparición se postró junto a mí levitando a mi lado, luego me detuve y los nervios empezaron a hacer lo suyo, un miedo raro me invadió, no quería sentirlo, quería aguantarme; pero mis dientes rechinaban y mis piernas cada vez me pesaban más, aquello simplemente continuó hacia el frente de mí y desapareció entre las aguas del manantial. Me quedé petrificado durante un largo rato y cuando por fin reaccioné, corrí lo mas rápido que pude a donde estaba mi mamé esperándome.
Ella al verme se espanto porque decía que me veía pálido y agitado, pensó en un instante que me había picado algún animal o venia herido, no le dije nada y la jale del brazo para que nos fuéramos de ese sitio, como pudimos llegamos a nuestra casa y yo me derrumbé en una silla, con el temor en mi mente, no comprendía muy bien que había visto, recé algo, no recuerdo que; pero mi mamá me dio un té para que me calmara, mi padre estaba roncando en su cama y ella preocupada me dijo que quizás había visto el ánima de alguna persona que murió o estaba atrapada ahí.
Mi mente pensó que eso era incomprensible, había visto cosas raras; pero jamás tan cerca de mi o que me siguiera con voluntad propia. Después de ese día, no volvimos a regresar tan tarde de aquella presa, A mi no se me volvió a aparecer nada tan de cerca; pero supongo que a mi padre si, un día simplemente dejó de tomar y se la vivía asustado viendo a su alrededor todo el tiempo; pero ese será el motivo de otro relato.
Derechos de contenido reservados 2017 © Eduardo Liñán.
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