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Tus manos

No sé por qué la lluvia me inspira algo de grandeza. Debe ser aquel sentimiento que aún no logro derrumbar. Esas ansias inmensas de acabar con el mundo de un solo bocado. Esa bocanada de aire que parece nunca satisfacer mis pulmones. Pero sé que la paciencia no entra entre mis cualidades, que el insomnio interrumpido es mucho peor que pasar en vela la noche. Una noche sin cansancio puede ser dolorosa para el cuerpo, vacía para la mente, pero sólo desespera a la mañana siguiente. O puede que me convierta en lo que soy, un ser que no despierta, que nunca duerme, que parece más bien parte de un absurdo cuento en el cual el único protagonista teme tocarte. Soy frágil y detesto la idea de ser frágil. No me gusta creer en lo que dice la gente, en lo que dice mi mente, pero tal parece que lo único a lo cual tengo acceso es a la silueta de Camila contemplando la lluvia, tal como yo. Sintiéndose grande, sintiéndose una con el Universo. Ha de ser por eso que prefiero a los animales...

No sé qué tiene la lluvia que me inspira algo de grandeza. No sé si soy yo o si es el Universo que conspira constantemente para mantenerme en un sube y baja de emociones. No sé si se relaciona con andar sola en los parques, en el peligro que representa la soledad para un niño. No sé si es no tener la habilidad para leer, no sé si tiene algo que ver con mi déficit al momento de fijar mi concentración en un punto ajeno a mi cuerpo. No sé si fue por la habilidad que desarrollé para ser una persona muy física, lo que llaman “body language”, y no sé si tiene que ver con detestar ser lo que tengo. No sé a dónde va esto o si al momento de salir tenga algo interesante para mi terapeuta. No sé si le vuelva hablar de mis voces, de la noche o de los hombres de gabán negro al lado de mi cama.

No creo que esta noche pueda por dos y que los cigarrillos alguna vez dejen de extinguirse en mi ventana. No sé a dónde va lo que escribo y mucho menos sé qué pretende ser. No sé si se relaciona con la tendencia a eterizar mis palabras. No sé.

Ha dejado de llover, y se extingue mi idea de grandeza.

Hoy no tengo ganas de acabar con el mundo, no tengo ganas de derrumbar a todos con mis manos. No tengo ganas de organizar mi estómago aquí abajo. No tengo ganas de moverme rápido en un punto fijo ni tengo ganas de que la música no encuentre una manera de salir de mi cuerpo.

El rompecabezas indestructible que ha estado afectando mí cabeza.

Tus manos en instantes perfectos.
Datos del Cuento
  • Categoría: Sin Clasificar
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