El aire de la cocina se da perfecta cuenta, se ríe saliendo por el extractor.
El aire de la cocina es demasiado denso para pasar por la nariz.
Justo cabe pòr la boca, asfixiando.
El aire de la cocina tiene una mínima proporción de oxígeno en el aceite.
Es espeso y enredado como una jungla tropical, y caliente y húmedo, como el caliente y húmedo suelo podrido de una jungla tropical.
Comprende el aliento de mil cerdos hechos beicon, aglutina los espíritus de mil cerdos muertos, de un millón de huevos fritos y de un banco entero de sardinas, que intentan vengar su captura ahogando al devorador, tapando con su alma calcinada el aire.
El aire de la cocina está construido de muerte comestible y no sirve para respirar. Por eso corremos a abrir las ventanas que dan a la calle para que se marche fuera, y como la avispa intrusa y peligrosa, aleje volando por el cielo todo el odio de sus rencores.
Y por la noche, el fantasma de la cabeza de cordero que vaga alrededor del horno, exhala vahos de grasa, haciendo que suden pánico los electrodomésticos y las puertas de los muebles que andan más cerca.
El aire de la cocina es de vocación homicida, y aun más lo evidencia en las celebraciones.
Cuanto mayor sea el número de invitados que sienta por la casa, con mayor ferocidad intentará matarlos.
El aire de la cocina dice que en defensa propia.