En plena mañana, once menos cuarto. Ventilador, máxima velocidad. Una sensación térmica de cuarenta y ocho grados. Ventana abierta. Las cigarras aturdían con sus vibrantes sonidos, totalmente alarmadas, saltando entre las ramas de los paraísos de mi vereda y los plátanos de la de enfrente. Los pájaros jugueteaban en el chorro permanente de agua de la canilla del jardín, tratando de neutralizar la ardorosa jornada, algo nublada y con permanentes anuncios radiales de lluvia y tormentas eléctricas. Los cantos de los jilgueros, los mixtos, las corbatitas, los cabecitas, guardadas en distintas jaulitas colgadas del muro que tapiala todo el predio, más la cotorrita gris azulada y el loro, rodeado de escandalosos y vocingleros pericos, trepados de su mazmorra, para robarle las semillas de girasol. Silbaban todos juntos. Se escuchaba como un infernal cántico cargado de malos presagios, en ese medio día infernal, ardiente como bocanadas de fuego.
El sol parecía enfermo, como solían decir las abuelas, mientras jugaba a las escondidas, apareciendo entre el tupido follaje de los hermosos y añejos árboles de ambas aceras. Era una mañana normal, pero de mucho calor. El día anterior, había escuchado a un pronosticador, decir, que difícilmente tuviéramos otros calores como los soportados. Ya nadie creía en ellos. Nunca acertaban. Ayer la máxima: 44 grados. Hoy 48. Siempre, algo fallaba. Los diarios en la semana, hablaron del recalentamiento del planeta durante el recién iniciado siglo 21, de hasta 6 grados. Algunos estudiosos, pensaban que se estaba acelerando el proceso. Que 48 o 50 grados de calor, como se estaba dando en zonas agrestes y áridas de las franjas desérticas del planeta, era ya, una enorme amenaza para la humanidad, teniendo en cuenta que a los 82 grados, la tierra se convertiría en una bola de fuego, calcinándose. Que las aguas de los mares aumentarían su caudal, 80 milímetros, en los próximos quince años, era el anuncio científico oficial. De nada servían dichos pronósticos, ya que la aceleración del recalentamiento exterior del Planeta, derretiría los Polos, cuyos líquidos cubriría totalmente nuestro mundo. Por los canales de la TV especializada, anunciaban que el Kilimanjaro, difícilmente podría resistir la licuefacción de sus cumbres, y que se perdería el bello espectáculo de su cabellera blanca.
Algunas nubes, en esa mañana, por momentos, algo gris, se estaban tornando en un pálido color fucsia que irradiaba un extraño sopor, por momentos neutralizado por una fresca brisa proveniente del litoral. Científicos, investigadores del comportamiento del espacio y su atmósfera, venían observando, en sus habituales exploraciones con teleobjetivos de última generación, la extraña conducta del clima, las perturbaciones gaseosas en la estratosfera, provenientes del Sol. Los más preocupados en el tema, habían observado cómo, un anillo de extraña irradiación lumínica, estaba envolviendo la tierra. Había un peligro radioactivo. Faltaban aún, algunos estudios, para determinar, si esas nubes rojas que avanzaban inexorablemente hacia nosotros, eran las causales de la licuación de los Polos. El anillo, con tremenda carga mortal, podría explotar al entrar en contacto con nuestra atmósfera, envolviendo en llamas el Planeta.
Mientras tanto, como una charada de la Naturaleza, Europa y los países Asiáticos, se encontraban bajo la nieve. Los Estados Unidos de Norteamérica, cubierto de hielo. El planeta estaba soportando tremendos castigos naturales. Tornados, terremotos, maremotos, tifones, tempestades que arrasaban con todo lo que encontraban a su paso; enormes inundaciones cubriendo el Planeta, dejándolo cada vez más escaso de tierras.
En éste Hemisferio, los enormes calores, amenazan permanentemente la vida. Grandes temperaturas, que como fuego, consume el oxígeno, sofocando a todo ser viviente. Colosales extensiones de bosques y campos con pastizales, son devoradas por las llamas. Vendavales, ciclones, temporales crudos, inclementes, desbordan los ríos y los mares golpean con fuerza, elevando sus olas hasta convertirse en fatídicos torbellinos que no perdonan, terminando con toda vida natural a su paso. El Ecosistema del Planeta, estaba cambiando.
Se han observado bandadas de Pájaros extraños, desconocidos, no categorizados dentro de las faunas terrestres normales, sobrevolando el cielo de las zonas más calurosas del Planeta. Grupos, camadas de ellos, buscando resguardos en las grandes arboledas, alborotando el hábitat de las aves naturales de las regiones. Trinares y cantos extraños a los oídos, excitaron al hombre deportista, dedicado a la caza furtiva de aves canoras, para su venta en los mercados de pájaros exóticos. Bellísimos ejemplares de avecillas pequeñas como el canario, de un amarillo deslumbrante, tornasolado, luminoso, tan brillantes que encandilaban los ojos, chisporroteando como soldaduras eléctricas. Se los capturaban fácilmente. Eran dóciles. Maravillaban por su mansedumbre y su cantar melodioso. Seductor plumaje. Largas alas. Patitas rojas, como brasas encendidas. Sus cuerpos, al tenerlos en la mano, irradiaban un calor muy lejos de lo normal. Fascinando con sus trinos a las aves de jaula, anulándolos en sus cantos y embriagando los oídos humanos. Puestos en las clásicas pajareras de los negocios y de las casas particulares, se adaptaban de inmediato, como si hubieran estado eternamente encerrados. Era notorio su efluvio dominador, sobre los demás pajaritos, que emanaba de su irradiación y sugestivo canto. Ellos saltaban y revoloteaban en las grandes jaulas, mientras los dueños del ambiente, domesticados en el lugar, se amontonaban, como asustados en distintos rincones y sobre los palillos que usaban para dormir. Dejaron de cantar ante la invasión de esos extraños desconocidos, que se habían ganado la admiración de sus amos. A nadie preocupó el silencio de esas inocentes avecillas caseras. Cada vez que se agregaba un ave nueva a la pajarera, ninguno cantaba. Acostumbrados al nuevo habitante, volvía la gloria a los oídos, del maravilloso gorjeo del canario Flauta y el trinar del Jilguero en distintos tonos. Pero en ésta oportunidad se amordazó el canto de las aves de la Fauna silvestre. Del gran alboroto del día, que ensordecían con sus estridentes silbidos, pasaron al silencio más absoluto. Quietos y silenciosos, como condenados muerte. Nadie advirtió que las pobres aves, dueñas del lugar, temblaban como aterrorizadas sobre los palillos donde estaban paradas. Sólo los niños repararon en el cambio del comportamiento habitual de sus propios pajaritos en jaulitas individuales, con las que salían por las mañanas hacia las quintas o los arroyos, para capturar los que se acercaban a sus llamadores. Pero sus llamadores, muy valiosos para los cazadores, habían enmudecido.
Por la noche el bello Gorjeo de los extraños visitantes alados y de plumaje refulgente, cubrían el ambiente como una dulce sinfonía de una cajita musical, que terminaba siendo siniestra, fatal y espeluznante. Las Ondas Radiales y de TV, se vieron esa noche interferidas, por esa música, profunda y extraña, penetrante e irresistible. Se les oía, como si estuvieran ocupando totalmente el cosmos. Esa primera noche, se durmió la gente con esa melodía en sus oídos, gozando plenamente de un apacible sueño, cargado de imágenes celestiales, creyendo estar en un Vergel, en el Edén, en el Mitológico Paraíso Terrenal.
Por la mañana, se encontraron a todos los pajaritos de las jaulitas y las Pajareras, aun dormitando, paradas en el mismo lugar en que se habían acomodados, a partir de la entrada resplandeciente, de los que ellos habrían considerado, intrusos en su hábitat. Se vieron las plumas amontonadas, como si siguieran esperando tomar nuevamente posesión de su territorio, cada una en su sitio, todo en orden. Sin moverse. Aguardando. Aguardando, ¿ qué?...
Fueron los niños nuevamente, quienes dieron la voz de alarma. Ellos fueron los primeros en observar la limpieza en las jaulas por la mañana. Los pájaros, no habían comido durante la noche. Sin excrementos en los pisos. Advirtieron que los alambres estaban rotos y los hermosos ejemplares capturados el día anterior, habían desaparecido. Pensaron en un enorme gato, pero, ¿ Por qué no se espantaron los demás? ¿ Por qué no se dispersaron? ¿ Por qué no buscaron la libertad, también ellos, que siempre mantenían su espíritu salvaje, por lo arisco y nerviosos?...
Solamente había quedado el plumaje adherido a la piel de los pajaritos de la Pajarera y los de las demás jaulitas. Habían sido devorados durante la noche, aspirados, succionados, por algo desconocido. Se pensó en alguna bestia, una víbora, o en el peor de los casos, el supuesto y enorme gato que rompió los alambres, pero no. Ningún rastro de sangre. Ni una sola pluma de los bellísimos pájaros de oro capturados la tarde anterior. Éstos se habían evaporados, ningún rastro de ellos. Los estudiosos llegaron a una conclusión. Fue obra de una diabólica secta carnicera, cruel y sanguinaria, practicante feroz del canibalismo. ¿Es Canibalismo, comer aves? ¿ Era humana esa secta? No supieron responder. Caníbal. Muchos pájaros caníbales, analizaron esotéricos e ignotos personajes nada creíbles. Pero insistieron. Hervideros de aves caníbales, forzando los alambres desde el exterior, avanzaron sobre las avecillas rehenes, mantenidas semiinconscientes, por los meteoritos de fuego, que sí, había sido dejados con las inocentes aves.
Bandadas de enormes bichitos de luz, decían la gente, haber visto descendiendo desde las alturas, esa primera noche en que las aves terrestres fueron fagocitadas por ese extraño enjambre de bestias desconocidas, a las que dieron en llamar, a partir de entonces, Chispitas del Sol. Los científicos, basados en las conjeturas de los brujos, aventuraban, después, ciertas teorías terroríficas. Que esas centellas, deslumbrantes, era una fauna desconocida, proveniente de otro mundo. De otro Planeta. O desde el mismísimo Sol, se atrevían los estudiosos más apasionados del tema. Agregaban fantásticos argumentos, como ser, que venían huyendo de feroces tormentas de fuego y explosiones solares. Siempre habían caído, siendo conocidas como una simple lluvia de estrellas, que podía verse a simple vista en la noche terrestre y que al entrar en contacto con nuestra atmósfera, se desintegraban. Hoy hemos podido comprobar que eran seres vivos, que en su huída se destruían. ¿ Cómo habían evitado la fricción? Era un enigma. El anillo Radioactivo que intentaba estreñir nuestro Planeta, las nubes rojas que lentamente venían a taparnos con su manto de fuego, ¿les habría abierto las puertas de entrada a nuestra atmósfera? ¿ O eran bestias inteligentes que habían descubierto la forma de invadirnos sin hacerse daño?...
Otros Sabios, aplicaron la Hipótesis de desconocidas faunas del centro de la tierra, vinculándolas con las erupciones volcánicas, de muchas partes del planeta que en esos momentos, vomitaban fuego permanentemente y desde dónde habrían visto surgir seres deslumbrantes, como flamas escapadas del fuego de las montañas y elevarse, hasta perderse entre las frondas, provocando incendios, en fantásticas extensiones selváticas. La Furia del Centro de la Tierra, titularon los medios masivos de comunicaciones que apoyaban la Tesis de aquellos últimos.
Pescadores de Ríos, superados en sus asombrosos hallazgos. Peces jamás visto, por sus dimensiones y formas. Los fanáticos del preciado deporte, huían despavoridos, abandonando sus arneses de pesca en las orillas, no volviéndose para rescatarlos. Buques Factorías de Alta Mar, dedicados a la industria pesquera, específicamente a la captura de cardúmenes preferenciales para el consumo inmediato del Ser Humano, no encontraron en los sitios habituales los especimenes buscados y sí extrajeron fauna marítima desconocidas hasta el momento. Las aguas, borrascosas, apoyadas por fuerzas desconocidas de turbiones insólitos en esa época del año, los habrían barrido fuera de los límites de su hábitat. Las capturas, en buques factorías, especialmente equipados, para el congelamiento y envasado, del animal acuático, de pronto fue detenido. Todo se vio convulsionado por la aparición, durante su faenamiento, de sangre existente solamente en las carnes rojas de la superficie. Emitía una fosforescencia, emanaba una extraña irradiación nunca encontrada en la historia de la pesca en Alta Mar. Relámpagos, fluctuaban en forma intermitente de esas montañas de carnes trituradas. Interferencias en las Ondas Electromagnéticas- en las Frecuencias hertzianas -Transmisiones Radiales, no pudiendo mantener comunicaciones entre los distintos buques que operaban la zona. Los SOS, fueron distorsionados en el Éter. No llegando los pedidos de socorro. Éstas noticias fueron recabadas de alguno que otro náufrago, encontrados en las playas de recónditas islas, tremendamente alejadas de las rutas de las majestuosas naves hundidas por fuerzas extrañas. Los escasos supervivientes, que lograron mantenerse vivos, desarrollaron escamas en todo su cuerpo y una inteligencia desconocida. Se Comunicaban con los estudiosos que lo trataban, telepáticamente, ya que habían perdido el Don del habla. Sus fisonomías cambiaron. Sus metabolismos se transformaron. Sus mentes de muy bajos coeficientes, son ahora, súper desarrolladas. No olvidaron nada de su vida anterior. Recordaban sus identificaciones, a sus familiares, padres, madres, esposas e hijos, añorándolos. Pero reconociendo, no sabían por qué, que su nuevo hábitat es las profundidades del mar. Se había instalado en ellos, una nueva forma de vida. Un nuevo ser, que no rechazaba al anterior. Muchas preguntas por contestar. No estaban autorizados a responder. Algo superior, manejaba sus impulsos, desconocían de dónde provenían. Solo eran seis. Pidieron no ser obligados a volver, porque no podrían sobrevivir mucho tiempo fuera del mar. La nueva especie, que se había insertado en sus cuerpos, tal vez podría responder tantos interrogantes. ¿ De dónde vinieron? ¿Quiénes eran? ¿ Qué buscaban? Los regresaron al agua, con el compromiso de volver, acompañados, para informarles lo que necesitaban saber, en compensación por haberles salvado las vidas. Debían aguardar en el lugar. ¿ Cuánto tiempo? No lo sabían. Sólo debían esperar su regreso. En el Mar, ya, las Nubes Fucsias, casi color sangre, rebotaban contra el agua. Tal vez esa sería la fuente de energía, de los nuevos habitantes de las profundidades eternas y oscuras de los océanos.
De pronto, el cielo comenzó a oscurecerse. En pleno día se hizo de noche. Una espesa niebla cubrió el ambiente. Las luces de las calles se encendieron. Nada de vientos. Era como una brisa normal, acariciadora y casi perfumada. Todos los servicios funcionaban. Las radios y la TV, se hicieron eco del fenómeno y los grandes anuncios, siempre catastróficos y magnificados, hacían temblar a los habitantes del Planeta. El mundo terrestre se integró a la Internet, recabando informaciones de hechos similares. El portento estaba ocurriendo en toda la Tierra. Habían desaparecidos los husos horarios. La noche se había adueñado del Planeta. La niebla no cedía en ninguna parte. Las zonas cálidas, seguían soportando el calor y las frías, veían con alegría cómo se derretían las nieves de las calles. Se pensó que comenzaba el recalentamiento tan anunciado. Hablaban los científicos, tratando de explicar lo que no tenía explicación. El Planeta Tierra se había convertido en una bola, a la que habían metido en un tintero, oscureciéndola toda, dijo una voz que surgió desde una plano ultradimensional. La misma voz, repitió, por Emisoras de Audio e Imagen, que el planeta se había escapado de su órbita, en torno al Sol, entrando en una zona de penumbra, y a medida que pasara el tiempo, iba a ser extremadamente oscura, sin luz. Dijo además, que a partir de ese momento, la Tierra se desplazaría alocadamente, como una nave sin control, duplicando la velocidad de su giro sobre su propio eje, aumentando asimismo la celeridad de su órbita alrededor del Sol, ya inexistente, de 108 mil kilómetros por hora, a varias veces más. Su órbita, ligeramente elíptica, alrededor del Astro Rey, sería ahora de una órbita libre, como los cometas, que vagabundean el Cosmos, sin tener destino. El astronómico aceleramiento del que fuera el tercer Planeta del Sistema Solar, irá apresurando el metabolismo de todo ser viviente habitante de nuestro mundo. El Sol, había perdido su enorme fuerza gravitatoria, por lo que los planetas dejaron de orbitar a su alrededor, haciendo trizas el Sistema Solar, que acababa de iniciar su Segunda Órbita en torno al Centro de la Galaxia- La Vía Láctea - acontecimiento, que ocurre cada Doscientos treinta Millones de años. ¿ Volverán a reencontrarse? ¿ Volverá a recomponerse alguna vez, El Sistema Solar? Cuando ello suceda, ¿ Habrá vida, aún, sobre la tierra? ¿ Y mientras tanto? ¿Qué había pasado con los demás planetas del otrora sistema Solar? Nadie podía informar. Nada se sabía. Solamente esa voz que sonaba a metalizada, informaba sobre nuestro Mundo.
No hubieron más días. Solamente la noche. En el techo oscuro del Cosmos, el Cielo, Firmamento o Espacio, como quieran llamarlo, en los primeros tiempos no se observó absolutamente nada. La oscuridad fue total. Dejaron de existir las estrellas. De la Luna, ni rastros, a pesar de ser el Satélite Natural de nuestro planeta. Ni su luz teníamos.
Los científicos estaban asombrados, porque todo seguía funcionando normalmente en todas partes. La Eterna Noche no tenía fin. Se desarrollaron enormes sistemas de iluminación que funcionaron gracias a la fantástica velocidad que circunvalaba el planeta en su girar loco por el Espacio. Por algo inexplicable las aguas de los mares, ríos, lagos, arroyos, lagunas, etc. no se desbordaban. Los sismógrafos del Planeta, estaban tranquilos, no existían peligros de terremotos en ninguna parte. El interior, las profundidades de la tierra, los volcanes, se habían llamado al reposo más absoluto. El Planeta, en su totalidad, era cálido. Sin fríos y sin calores. Sin grandes vientos, sin fenómenos climáticos dignos de destacar. Todo funcionaba. La vida era normal. La gente. Las grandes Industrias. Los campos, los bosques, las selvas ya no eran arrasadas por el fuego. Ahora se reproducían raudamente. Se Terminó con el flagelo de las inundaciones. Grandes cosechas. Los sectores agropecuarios y ganaderos, multiplicaban sus intercambios comerciales. El hambre sobre la faz de la tierra, desapareció. Las enfermedades, auto eliminadas. Los pueblos, los gobiernos, los países se unieron. No más guerras. Todos luchaban por la vida, debían encontrar la forma de detener al Planeta, en su alocado Girar por el Infinito. Ello, fue acelerando el metabolismo de todo ser vivo sobre la tierra, abreviando notablemente su tiempo de vida útil. El planeta se había quedado sin gerontes. Solamente existían jóvenes. Las grandes mentes, las fantásticas inteligencias fueron insertadas en hombres y mujeres creadas especialmente, para no fenecer. Los seres humanos, se estaban agotando. Debían detener al Planeta, porque ya no estaban los abuelos, los padres y hermanos mayores. Solamente adolescentes, cargados de sabiduría, con rostros de ancianos a los veinte años. Ya no morían, se disolvían y evaporaban, siendo devorados por la misma tierra, que los recibía en forma de polvo.
Los habitantes del Planeta, que en cierto momento llegara a los siete u ocho mil millones de personas, las computadoras estaban contabilizando en éstos momentos, apenas mil millones. El Mundo, estaba prácticamente deshabitándose, ante el avance a pasos agigantados de clones inmortales, con caras de imberbes, copiados a los siete u ocho años de edad, tanto masculino como femenino. El hombre, el Ser Humano, se acababa. Las máquinas no podían reemplazarlos. Los clones, no podían suplantarlo, porque estaban imposibilitados de procrear. Ese era el gran tema. La voz metálica, que surgía de la nada, a través de los medios de comunicación, cada vez que presentía que lo necesitaban, incitó a las mentes privilegiadas, que manejaban desde sus cuerpos eternos el funcionamiento del mundo, a mantener una reunión secreta. Él, les daría la solución, la única salida, ya que el planeta cada día tenía menos habitantes.
Fue verdaderamente una casería de seres humanos. Machos y Hembras, llevados a los grandes centros científicos, para su clonación. La novedad impuesta por la Voz, era que debían transplantarse al momento de la clonación, una copia perfecta del original, los órganos vitales. Corazón y mente, para amar. Los reproductivos en las mujeres y los genitales en los varones, para procrear; los ojos para el llanto y la voz para suplicar.
La Tierra en poco tiempo se quedó sin seres humanos. Una raza nueva y seleccionada, nacía esplendorosa sobre la faz del Planeta. Las copias humanizadas se reproducían entre sí. No les afectaba la aceleración del Astro. Pero se habían olvidado de algo. El Alma. Esos seres, nuevos habitantes de la tierra, no tenían alma, no tenían sentimientos. La Voz volvía permanentemente a las grandes pantallas, de todos los centros del Planeta habitados por las copias, de los humanos, que una vez habitaron el lugar. Se escuchaba el sonido metálico del mensaje y se veía un Cerebro Humano latente, como elemento productor de la emisión de la voz y el dibujo de una CRUZ GAMADA, AHORA SEÑOR DEL PLANETA TIERRA... EL NUEVO MUNDO.
-- F Í N -
08/03/01
No importa que sea largo. Tienes una excelente prosa. El cuento es completamente distinto de los demás. Se crea un clima de incertidumbre que te obliga a seguir leyendo. El final es escalofriante. Además hace pensar. Te felicito. Saludos.