El sonido repentino del timbre le sobresaltó. Sintió un nudo en su garganta y tragó grueso. Sabía que la promesa de aquel niño corpulento del aula contigüa, de partirle los dientes a la salida de clase, se haría realidad en pocos momentos. Nunca le había llamado la atención pedirle deseos al ratoncito perez. Y menos en estas circunstancias. Su pecado. Haber puesto sus ojos en Adelita. Ella era la chica del momento, la chica por la cual suspiraban casi todos los chicos de la escuela. Mientras caminaba reparaba en su cuerpo fragil y debilucho, se maldecía a si mismo por haber hecho caso omiso a sus padres cuando a diario le conminaban a comerse sin chistar aquellas " deliciosas" ensaladas que según ellos, harían de él un verdadero charles attlas. Sintió un escalofrío cuando observó a su contrincante que le esperaba silbando una tonada, al tiempo que lanzaba una moneda al aire, como si lo que estaba por ocurrir en pocos instantes, no tuviese para él la más minima importancia. Por su mente comenzaron a desfilar los nombres de aquellos infelices que osaron enfrentarse a esta especie de rambo en miniatura. Recordó el día en que su amigo miguelito cayó cuan largo era, producto de aquellos puños anestesiantes, y la vez que brian y nelson mordieron el polvo de la derrota. Recordar esto lo exasperaba aún más, empero, no podía volver atrás. echar a correr lo marcaría para siempre como un cobarde y al día siguiente sería el hazmerreir del colegio. Que más dá. La suerte ya está echada, reflexionó; al tiempo que se acercaba a su enconado rival.¡ Pero sorpresa. Daniel que así se llamaba aquel mastodonte, se dirigió hacia él con gestos amables, al mismo tiempo que estrechaba su mano en señal de amistad. Le explicó que momentos antes Adelita había aceptado ser su novia con la condición de que dejase las trifulcas y comenzase de ahora en adelante a comportarse como todo un caballero. Sintió una mezcla de alivio y decepción. Esto de verdad no lo esperaba. Llegó a su casa confundido. Con sentimientos raros que nunca había experimentado. Sus padres lo recibieron con la alegría de siempre. Mientras lavaba sus manos recordaba con nostalgia a Adelita y pensó " al menos conservo intactos todos mis dientes" al tiempo que su madre le llamaba a saborear una de sus "deliciosas ensaladas".