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Esta mañana pasaba frente a casa un orate. Salí tras él para alcanzarle un mendrugo.
—¿Me puedes dar un minuto de tu tiempo? —le dije en tono cordial, como buscando evitar un rechazo.
—Has llegado en mal momento —me contestó con una dosis de dignidad—, tengo que llegar a mi base dentro de mi coordenada…, y ya estoy fuera de mi tiempo.
—Te prometo que seré breve, —argumenté casi en tono de súplica.
—¿Por qué hablas como si supieras lo que no sabes? —censuró—. Se ve que no conoces nada de mi tiempo. Claro…, de lejos se ve que eres un completo ignorante, como todos los de aquí.
—¡Pero…!
—Ssshhhiiisss, no te atrevas a decir ni una palabra más —amenazó; luego, como susurrando, agregó— Tengo que contestar mi “celuscáner”. Si no lo hago, seremos despedazados en un “protosegundo”. —Y uniendo palabras con acción, su brazo se zambulló entre los retazos de su rara vestimenta y salió prendido de un “celular de juguete” que apenas conservaba su antigua forma—. Cuidado con las apariencias, me dijo; tiene pantalla de cristales líquidos, batería atómica, SIM multipropósitos, audífono posestéreo y con su holograma puedo tridimensionar cualquier Vía Láctea. —Después, aplastando el botón de “línea” lo puso sobre su oreja.
—¿Siií?, contestó con orgulloso aplomo—. Aquí reportándose el Capitán de la nave “Santa Catalina” del “Escuadrón 0664XD”. A sus órdenes, mi Contraalmirante. Estamos sobrevolando Los Ángeles, encima de la bahía, surcando el canal, Señor. A la orden… Con su permiso Señor.
Mientras guardaba su artefacto, me miró como un héroe que acababa de salvar mi vida. —Ya está…, por ahora estamos a salvo, dijo, y como destacando la estrategia de su nave, añadió— es que “la red dinámica” usada en su punto exacto es la menor estructura dentro de la estructura; con esto comenzamos a dominar el futuro.
Como advirtió que no le creía nada, susurró en mis oídos:
—El Universo se está expandiendo peligrosamente. Se está acelerando por las fuerzas gravitatorias de la materia ordinaria.
No sé qué cara puse, pero el personaje, como tratando de hacerme entender lo que decía, agregó:
—Las “novas” y las “supernovas”, es decir, las nuevas estrellas que explotan, están en permanente expansión derramando energía repelente como producto de la “energía oscura”; esto origina que el Universo sea cada vez más inmenso, tán inmenso, que su curvatura parece plana. La “energía repelente” de la “energía oscura” inició su expansión acelerada hace cinco mil millones de años; en estos términos “la nada” también es energía.
—¡Ah! —musité con la boca abierta, sin entender nada.
—No te preocupes, ni Einstein comprendió lo que digo; por eso lo llamó “Mi metida de pata”. Estoy hablando de la “expansión exponencial”. Quiero decir que el Universo continuará expandiéndose eternamente, y si no hacemos algo…, en pocos miles de años, todo terminará congelado y oscuro.
—¡Es que yo, sólo quise…!
—Lo sé, lo sé, dijo. Nadie comprende nada. Tan metidos están en su cápsula que no ven más allá de sus narices. ¡Pero tú harás que despierten! ¿Verdad?
Finalmente, mirándome a los ojos, como un padre que ve gatear a su niño, me concedió el privilegio de su tiempo.
—Tu persistencia ya tiene su recompensa. Te concedo mi audiencia. Tienes dos protominutos…, ni un segundo más.
—¡Pero…!
—He dicho dos protominutos, tu tiempo ha comenzado a viajar. Ya no depende de mí ni de ti, sino del cómo lo aprovechas.
Inicialmente quería preguntarle que por qué se había abandonado tánto…, pero ahora no sabía qué decir. Finalmente se me ocurrió preguntar por su nombre:
—Acabas de escuchar, me dijo, soy el Capitán de la nave “Santa Catalina” del “Escuadrón 0664XD”. En el tiempo terrícola me llamaban “El Gato”. Tengo la misión de anular a las novas para contrarrestar su energía repelente. Entonces podremos detener la expansión infinita del Universo usando la “energía oscura” a nuestro favor. No será fácil, pero con tu ayuda, estoy seguro que lo lograremos. ¡Entonces ya no moriremos congelados! ¡Moriremos de cáncer o de hambre…, pero no congelados!
El Capitán de la nave “Santa Catalina”, a manera de despedida, tomó mis manos, y de sus ojos inyectados de abandono, me regaló, quién sabe, su último brillo de amistad, mientras me decía: —Amigo, amigo…, ya lo sabes…, la supervivencia de la especie depende más de la acción conjunta de los individuos antes que de los procesos naturales de su evolución, por eso tenemos que luchar juntos. ¡Juntos! No lo olvides. Nuestro tiempo se ha cumplido. A partir de este instante: ¡Separados…, en diferentes latitudes, pero luchando juntos! ¡Adióoosss!
Lo vi alejarse haciendo una venia cual caballero de antaño, tocando ligeramente el plástico negro que cubría su caballera. Con su madero y sus miserias, se confundió con el bullicio de la gente y los vehículos. Es cuando me pregunté con rebelde ironía: ¡Quien es el dueño de la locura! ¿Él…, o nosotros?
Si usted sabe la respuesta, por favor, hágamelo saber.
JACO
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