Este era un barrio donde fue llegando a residir gente de muchos lugares. Unos con mayor educación y buena posición económica, otros humildes campesinos que luchaban con poco dinero labrando con empeño para poner sus frutos a la disposición de los residentes.
Uno de los vecinos Don Pancho, era un hombre humilde a quien muchos querían porque ayudaba a que otros pudieran vender sus frutos también. Cuando visitaba a sus vecinos les hablaba y elogiaba sus esfuerzos. Un día llegó un desconocido al barrio y comenzó a hacer una casita que le gustó mucho a doña Leonor, una mujer que a pesar de su escasa escolaridad, hablaba muy bonito. Don Luciano, un residente a quien le gustaba llamar la atención se molestó de la obra que comenzaba el desconocido. Como no había título de aquel terreno, Don Luciano, a quien le encantaba escuchar a doña Leonor, para llamar su atención fue tempranito y quiso terminar él la casita y hacerla propia para que doña Leonor viera que el la había hecho mejor.
Poco tiempo después, Don Pancho, que sabía de construcción, hizo una gran casa cuyo balcon, a Don Luciano se le pareció a la suya y comenzó a pelear diciendo que había copiado su idea. Comenzó a tratar de indisponer a Don Pancho entre los vecinos. Pero Don Pancho tenía malos cascos y discutía cada vez con don Luciano. (Me río cada vez que me acuerdo que Don Pancho le decía a don Luciano que lo iba a colgar de una nube y don Luciano decía que lo estaba amenazando. Que ignorante don Luciano, sino se puede colgar a nadie de una nube).
La gente se sentía ofendida de vivir en un barrio con dos personas peleando constantemente. Si don Pancho visitaba a alguien, don Luciano, se iba calladito y les dañaba los frutos. Ya era insostenible aquella situación y optaron por no visitar ni hablar a Don Pancho.
Con mucha tristeza don Pancho sin decir nada a nadie, salía de madrugada para no volver jamás al barrio. Pero se encontró en el camino con una señora que llegaba a ver el lugar para hacer una casita y convertirse también en una labradora de una tierra que siempre daba buenos frutos. Bueno algunos lograban mejores frutos que otros.
Doña Esperanza, que así se llamaba la señora que llegaba esa madrugada, aconsejó a Don Pancho que no se fuera, que mejor no hiciera caso a los comentarios de Don Luciano y cuando hablara con alguien y don Luciano estuviera cerca no anduviera tirando pullas. Que lo ignorara. Pero hombre, que terco don Pancho, no daba su brazo a torcer. Así que doña Esperanza, de entrometida le dijo las verdades que merecía don Luciano y a Don Pancho se le enfogonó por su actitud.
El terreno que iba a comprar Doña Esperanza era muy caro, y se tenía que marchar. Pero antes se cambió de ropas y se puso una peluca para que no la reconocieran y fue a casa de Doña Leonor a escucharla. Le dijo cuan bonito consideraba su hablar. Al día siguiente, volvió a visitarla y Leonor le mostró lo que había escrito con mucho esfuerzo y que una vecina le criticó. Esperanza, defendió el arte de hablar de Leonor. A que no saben una cosa: Don Luciano y Doña Leonor aplaudieron las defensas de Esperanza sin darse cuenta que era la misma señora que defendía a Don Pancho. Si supieran, todavía Esperanza se pregunta como se sentirán de haberla aplaudido, cuando tanta candela les dio.
Don Luciano le manifestó luego a todos los del barrio, que doña Esperanza se fue viva, pero para él no. (con buen humor le escribió un epitafio)
Me pregunto yo: ¿Que habrá sido de la vida de Don Pancho? y Don Luciano, ¿dónde estará? Pues me encontré con doña Esperanza y me dijo que le agradaría mucho que si siguen residiendo en el mismo barrio, no se vuelvan a pelear.
Saben Luciano no era malo, solo un poco gruñon, Pancho tampoco, también era gruñón. Y doña Leonor, bueno es que los dos la admiraban y se mal entendieron.
En el campo, en el pueblo, dondequiera que conviven muchas personas, siempre hay diferencias. recuerdo algunas historias así que me contaba el abuelo. Ojalá siempre haya una "Esperanza". Escribe otro tal vez te encuentres alguno de ellos y te diga cómo está el barrio.