Erase una vez que se era, un gorrino muy travieso.
Hacía muchas trastadas: espantaba las gallinas, mordía a los visitantes, no hacía caso a su dueña, ensuciaba el suelo, etc, en general era muy gorrino.
Su dueña pensaba atarlo a un palo de madera que era muy grueso.
También había pensado comprar un perro para que no se moviese el gorrino de su sitio.
Un buen día se fue a la perrera y eligió un perro grande. Era un rotweiller negro con manchas de color marrón en la cola.
Un día de domingo de fiesta de Carnavales, la dueña del gorrino se fue a bailar a los Carnavales y cuando llegó a la sala donde estaba la fiesta, se disfrazó.
Mientras en la granja, el perro se hizo amigo del gorrino. El perro le soltó al gorrino del palo. Al perro le daba pena ver al gorrino luchando por soltarse y ahogandose con la cuerda.
El perro y el gorrino entraron a la casa de la dueña y miraron a ver lo que había. Se encontraron un pollo que estaba en la olla cociendo.
El perro olió el pollo y lo cogió con las patas y se lo mostró al gorrino para comérselo.
Se lo trapiñaron entre los dos.
Cuando vino la dueña vió que estaba todo revuelto y el suelo sucio. El pollo no estaba en la cacerola y salió a ver donde estaban el perro y el gorrino. Estaban sueltos en el gallinero intentando atrapar y matar gallinas para comérselas los dos porque tenían mucha hambre. Cuando vió la dueña que se estaban comiendo sus gallinas ató a los dos animales en un mismo collar.
Ya era de noche, el gorrino y el perro hicieron fuerza y arrancaron el palo de su sitio.
Decidieron que como la dueña no era buena con ellos, entraron a la casa, luego a su habitación y le pegaron un mordisco en el culo.
Luego se fueron por la calle corriendo abajo y nunca más volvieron a ir allí. Solamente cuando qúerían comer gallinas. Y colorín, colorado este cuento se ha acabado