Aquí, escribiendo frente a mi computadora trato de imaginarme qué es la vida y me resulta casi imposible hacerlo. Sin embargo, al momento de presionar cada tecla se me viene una sensación muy extraña a la cabeza. Pienso algo así como “ahora estoy aquí y estoy presionando esta tecla”. Luego de eso me apoyo sobre mi codo mirando cualquier parte de la habitación y se me viene la misma idea a mi cabeza: “ahora estoy aquí mirando la lámpara”, “mirando la computadora”, “mirando la puerta abierta”. Me doy cuenta que en este instante estoy precisamente aquí; pero que en algún instante pasado estuve en otro lugar, por ejemplo abrazándole a una chica (que deseaba permanecer para siempre igual), o escalando una montaña y temblando del frío. Igualmente pienso en el futuro y me imagino que sin dudas estaré en algún lado, por ejemplo “trotando en el parque”, donde troto una vez por semana; o quizás aquí mismo frente a mi computadora. Bueno, lo extraño de todo esto es el hecho de imaginarme cada situación como un instante en el tiempo, el paso del tiempo, y sobretodo el hecho de ser yo quien participa o imagina cada situación. Luego se me vino a la cabeza la idea de un inicio y un fin, para mí en mi propia vida, el tiempo tuvo un inicio y tendrá un fin, y aquí me hallo escribiendo y con cada tecla que pulso me acerco un poco más al fin de mi vida... Y cuando pienso en la oscuridad inexpugnable del fin de mi vida pienso también en el punto contrario que sería la oscuridad inexpugnable de ese tiempo anterior a mi vida. Yo solamente estoy aquí frente a mi computador y participando del corto período de tiempo que representa mi vida, si tomo en cuenta que el tiempo ha estado pasando desde épocas tan remotas que nadie puede descifrar, y continuará pasando hasta épocas infinitamente remotas e insondables. Yo solamente estoy participando en un período infinitamente minúsculo en estos extraños contextos universales en los cuales se desconoce cuál fue el principio y cuál será el fin del tiempo (si es que algún momento habrá un fin). Aunque el hecho de estar yo aquí, de alguna manera confusa me indica que el tiempo si tuvo un principio. ¿Sino como podría haber llegado este preciso instante en el que me encuentro aquí frente a la computadora escribiendo? ¡Real y auténtico, aunque difícil de entender! El tiempo sí tuvo un principio y yo aquí me hallo pulsando una tecla tras de otra intentando descifrar todas estas cosas. Y en este mismo instante se me viene de nuevo la idea a mi cabeza: ya dejando atrás toda esa maraña inexpugnable del tiempo universal, me pongo a pensar solamente en aquel tiempo del cual puedo dar fe: el de mi vida. Y cada vez que pulso una tecla me imagino que este tiempo que he pasado escribiendo es una parte de mi vida, una parte entre mi principio y mi fin. Se me viene a la cabeza la idea de un LIBRO, imaginando como si hubiera en alguna parte un escritor que escribe cada instante cada cosa de mi vida. Lo llamé el LIBRO DE MI VIDA y lo imaginé de muchas maneras diferentes. Sin embargo, finalmente quise en mis fantasías (y así fue) que este libro sea un libro de pasta de terciopelo rojo oscuro. Un libro grueso, porque quiero vivir bastante, cuya pasta esté escrita con letras brillantes de oro irradiando mi nombre. Mirándolo de lado también, el conjunto de sus páginas irradiando los brillos característicos del oro puro. El título en grande y anunciando mi nombre: “Xavier Vela”, y en la primera página: nacido la fecha de..., en la ciudad de..., hijo de..., etc., toda la información que de alguna manera me identifique al momento preciso de mi nacimiento... Y luego pensé, ¿y qué debería venir en las siguientes páginas? Y la respuesta fue inmediata: debería estar narrado cada instante de mi vida, desde el principio hasta el día de hoy, aquí frente a mi computadora escribiendo estas cosas. Cada página narrando cada instante de mi vida. Y me entró en la cabeza una gran duda: ¿quién sería realmente el escritor del libro? Porque primero se me ocurrió que debería ser una máquina o un ángel que me siguiera a cada instante a todas partes y nunca se canse de escribir. Pero luego pensé que se trataba de mi propia historia, mía propia, a cada momento y a cada instante, y que si yo quería alterar el futuro haciendo algo en vez de algo no me sería difícil hacerlo. Por ejemplo, podría ir en la tarde al parque, o a visitar a alguien, o al cine, o quedarme aquí mismo en la casa; y sea cual fuere la alternativa que escoja, ella formaría pronto parte de mi presente y luego de mi pasado; y siendo yo mismo quien decide las alternativas, llegué a la primera conclusión de que yo era quien escribía mi propia historia; y no una máquina ni un ángel ni nadie más: yo solito escribo mi libro. ¡Pero claro!, no solamente yo escribo mi libro, pensé, al imaginarme aquellas páginas del pasado cercano a mi nacimiento, el cual desconozco y definitivamente no elegí. O también aquellas situaciones que ocurren y son completamente ajenas a mi voluntad: como por ejemplo ser culpado de algo que nunca hice o ganarme una reputación inmerecida por algo que no soy. Ya con esto claro, concluí que definitivamente yo era el escritor de una parte del libro y “alguien” era el escritor de otra parte. Sin poder definir claramente quién es este “alguien”. Y realmente, aunque mirando atrás encuentre muchas páginas manchadas que no valen la pena leer, por el momento no me importa porque estoy aquí en el presente y puedo imaginar un montón grande de páginas vacías que son aquellas que escribiré o serán parcialmente escritas por “alguien” en mi futuro; y siento profundamente que tengo tiempo para escribir cosas bonitas en la parte que a mí concierne. Y eso es lo que quiero y anhelo, que a pesar de haber escrito concientemente páginas desagradables de las cuales me arrepiento, quisiera que mi LIBRO (en lo que a mí concierne; es decir, aquello que yo mismo escribí), y de ahora en adelante, si alguien lo lee termine finalmente con una imagen agradable de mí y en él pueda inspirar amor, admiración y cariño (etc.). Que al final eso es lo que quedará de mi vida en la tierra: el amor, la admiración y el cariño (etc.) que haya podido inspirar en la gente. Dejar algo de mí en este mundo... Y tengo también fe en Dios, que Él leerá mi libro (o la parte que a mí concierne)... Creo que Él guardará estos libros en algún lado y querrá corresponder de la misma manera todo lo que cada libro haya en Él inspirado (tomando en cuenta la parte que verdaderamente fue escrita por cada uno), de la misma manera: con amor, admiración o cariño (etc.), siempre y cuando la inspiración se trate de energías positivas. Supongo que así debería ser ¿no?