Llora el niño en el instante
En que duerme su madre la fatiga
Y ella se levanta y le prodiga
Toda su atención a aquel infante;
La labor materna es incesante,
Como infinito su amor maternal
Que cual puro manantial
Alimenta y baña a su lactante.
Años después el inconstante,
Aquel que recibió las atenciones,
Olvidando regazo y bendiciones
Critica, condena y reprime
Destrozando su acción inmoladora
Para la anciana que sufre y gime
Y le da su perdón porque lo adora.
Madre e hijo son a menudo
Guerra de sentimientos encontrados,
Donde aquella lograr no pudo
Ver sus esfuerzos inmolados.
El que hijo fue en padre se convirtió, y de los hijos al fin descubrió lo que los padres hicieron por él. ("Fábula de una relación inconstante", de Alejandro J. Díaz Valero)