Una tormenta espantosa azota el mar en una noche fría y húmeda. En medio de tan agresivo baile de olas, en una pequeña balsa de madera, se encuentra una joven de pelo liso y negro como el azabache. Parece rendida a luchar contra aquel vendaval. Está sola, triste, pensativa, mojada...pero irradia una belleza incalculable. Las olas golpean la pequeña embarcación y empapan a la muchacha. Las continuas acometidas del mar logran tirarla al agua salada y espumosa. De pronto, aquel paisaje angustioso y desolador desaparece, como un golpe de viento arrastra y hace despegar las hojas caídas en el suelo. Frente a ella, una enorme lámpara cuelga de un techo blanco y limpio. Lezna se ha despertado...todo ha sido un incómodo sueño.
La jovencita se incorpora sobre su lujosa cama ; mira a través de la ventana de su lujosa habitación, y allí...en el horizonte, lejos del lujoso palacio en el que vive, lejos de su monótona vida de palacio, la vida de una princesa, lejos de esa vida sin riesgos, de esa vida sin aventuras, de esa estricta vida de lujo y sin desenfreno, lejos de todo aquello....busca a través de una mirada de frustración una vida más acorde con lo que ella quiere, con lo que ella desea, con que ella debería elegir , la vida de una muchacha normal de dieciocho años, dejando así de estar sola entre tanta gente y acompañada cuando está sola con sus pensamientos, queriendo estar acompañada y entre mucha gente, entre el amor, entre las emociones, entre nuevas sensaciones y experiencias...y dejar de tener noche tras noche el mismo sueño, el mismo sueño que tanto le recuerda a su vida y que tanto odia que se lo recuerde, un sueño que espera pronto se desvanezca.

> A todas aquellas personas que piensan que los sueños son el reflejo de una vida .A todas aquellas personas que luchan por otros sueños, que reflejen otras vidas.
Aitor Marín Correcher.