Es difícil esperar. Me dijo mi padre y yo, con aún cinco años, no le creí ni le di importancia. Pasaron los años y de mi frondosa familia sólo quedo yo. Todos se fueron al otro lado del mar de la vida, y, en verdad, es difícil esperar que vengan a recogerme sin saber cuando ni donde...

Estoy sentado en la puerta de mi casa y me he olvidado las llaves, la verdad, a esta edad, ya nada importa, tan solo encontrar un lugar en donde pueda hacer cualquier cosa que me agrade, o, dormir sin soñar, eso es lo único que quiero; la razón es que no me gusta pensar que la muerte me espera, es terrible esperar.

Vi un camión de basura pasar por mi casa. Miré a los trabajadores y me sorprendí, eran tan jóvenes, no mas de treinta años, llenos de vida, alegres, subiendo y bajando la basura que encuentran tirada por la calle. Si eso me hubiese pasado a mí, a esa edad, lloraría, pero ahora que veo aquel tiempo como quien ve la televisión y uno siente que esos aires de nostalgia lo embriagan, llenándole de juventud, les envidio... Cuanto daría por estar en aquel lugar, subiendo y bajando basura, la misma que ustedes y yo botamos a la calle en una bolsa negra, y que ellos, la reciben con los rostros de alegría sin saber que al final estarán cargando y subiendo un pedazo de nuestras vidas.

Ya estaba por pasar por mi lado el camión cuando sentí ganas de pararme y buscar un poco de conversación, es triste vivir solo, y peor si no puedes conversar con nadie. Les dije si podía ayudarles. Ellos rieron. Con gran dificultad me acerqué y cuando estuve al borde del camión sentí las ganas de terminar mi vida tirándome hacia el camión dejando que la fuerza trituradora acabase con mis noches de insomnio. Pero uno de ellos se me acercó y me dijo si necesitaba ayuda. Le conté que estaba cansado de vivir y que deseaba morir de una vez, y si quería ayudar a matarme. El pobre muchacho me miró como si se tratara del demonio, y sin decirme nada se alejó de mí. Me sentí tan miserable que tuve ganas de llorar cuando veía como el camión de basura se alejaba de mi vida, pero no lloré, no, no lo hice, más bien cogí una piedra y la tiré a la casa de un vecino que al escuchar la bulla salió por la ventana. Le expliqué que fui yo quien había tirado la piedra, y que me sentía mal, muy mal...

Luego de insultarme por varios minutos, y de prometerme que si no le pagaba los daños me cogería del cuello y me daría una real paliza, se metió a su hoyo y despareció como esos topos. Miré mi sombra que apareció ante mí y me dio pena ser un pobre viejo sin nadie a su lado... Me tiré al suelo y empecé a libar la acera en donde mi sombra estaba. Fue extraño, pues en verdad deseaba estar muerto, y luego, sin saber cómo ni cuando, me quedé dormido totalmente...

Cuando abrí los ojos estaba en uno de los centros de salud de la ciudad. Tenía a un enfermero y a un grupo de accidentados a mi lado. Me lamenté de lo corrido y les dije que deseaba irme a mi casa. Y mientras caminaba hacia mi hogar vi nuevamente la sombra ante mí, y no pude resistir el deseo de tirarme al suelo y empezar a besar mi sombra... Esta vez ocurrió algo extraño, pues quedé dormido y cuando desperté estaba todo de noche, pero, no pude ver nada, tan solo las calles sin gente ni ruido, y lo peor, ni un puntito de mi sombra. Caminé hasta llegar a un abismo y sin dudarlo me lancé... Fue bello mientras caía pues sentí con claridad como mi vida salía de mí como si fuera una vieja camisa que se iba volando por los aires, sintiendo por fin que podía dormir con la sombra mas grande que tuve en mi vida y con la seguridad de que jamás volvería a despertar...




Abril del 2005