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El Braco y la Sirena

En un pueblito de pescadores frente al mar, vivía Fernando junto a si hijo Pablo. Su casa toda de madera tenía la forma de un barco, el que tanto deseaba tener.
Un día su hijo Pablo, que era muy inteligente y amaba a su padre, decidió trabajar para juntar plata y poderle reglar a su papá el barco que tanto soñaba.

Don Pedro era un señor muy gordo de barba, dueño del barco que más pescado traía del mar, lo llamaban el pirata de la playa. Verlo daba miedo, alto con su gorra azul y la barba blanca, la panza que apenas sujetaba los pantalones cortos ayudados por unos tiradores y la pipa que constante mente largaba el humo del tabaco.
Los niños le temían mucho porque era muy gruñón, cuando los veía acercarse a su Barco les tiraba humo de su pipa para espantarlos.
Algunos en el pueblo decían que era un viejo brujo, que encantaba a las Sirenas para que les llevaran pescados a su barco y si algún niño lo molestaba, él lo transformaría en cangrejo.

El próximo mes cumpliría años Fernando y Pablo deseaba regalarle un barco. A pesar del miedo que le tenía a Don Pedro, fue hasta su casa para pedirle trabajo…
Pum! pum! pum! Golpeó con fuerza la puerta grande de madera,

-¿Quién llama? gritó enojado Don Pedro que dormía su siesta sobre el sofá.

-soy yo, Pablo el niño de la casa de madera frente a la playa

Don Pedro, abrió grande sus ojos acomodo su pipa, y acariciando su panza, comenzó a moverse como para levantarse.

-¿y que quieres tú niño?, ¿por qué interrumpes mi siesta?
Acaso no sabes que no me gusta que me despierten!!! Gritó

Pablo que ahora abría sus ojos grandes y casi con ganas de llorar sus piernas le temblaban, comenzaba a arrepentirse de haber ido, es que este gran hombre realmente asustaba. Pero Pablo sabía que él único en todo el pueblo que le podía dar trabajo para comprar el barco a su padre era Don Pedro, así que tomo coraje y con vos muy tímida respondió:

-Disculpe Don Pedro, no quise molestarle, lamento haberle despertado pero me urge hablar con usted.

Don Pedro, sacudió la cabeza ante tal atrevimiento, no solo le había despertado de su siesta sagrada sino que además tenía que escuchar la urgencia de ese niño.
Abrió la puerta con el ceño fruncido y le hizo una seña con la cabeza indicándole a Pablo que entrara.

-a ver ¿qué es lo tan urgente, qué quieres?

-disculpe Don Pedro, el próximo mes es el cumpleaños de mi papá, y quiero regalarle un barco

Don Pedro dio una risotada y un gruñido a la vez, ahora con el ceño más fruncido y golpeando con el puño bien apretado la mesa le gritó :

- ¿me despiertas mi siesta porque el próximo mes cumpleaños tu padre?
¿Acaso no sabes lo que le pasa a los niños que me molestan?

Pablo que para ese entonces ya no podía esconder el temor, sus piernas temblaban tanto que apenas podía mantenerse en pie, pero junto coraje y apenas un hilito de voz salio de él para responder

-disculpe, DonPedro, yo no vine a molestarle, le pido por favor que me pague por limpiar sus pescados, necesito trabajar.

Ahora el pirata de la playa cambiaba su gesto y con su ceño ya no tan fruncido, pero con vos firme, le pregunto:

-¿por qué quieres lavar mis pescados? Además no necesito niños en mi barco.

-se lo ruego Don Pedro, necesito juntar dinero para comprarle un barco a mi papá.
Si usted me da el trabajo, prometo no molestarle y limpiar muy bien los pescados. También iré todos los días a la escuela y obtendré muy buenas calificaciones, se lo prometo!, se lo prometo!

-Mira, yo no subo niños a mi barco y menos permito que toquen mi pescado.

Pablo, ahora con menos miedo, dio un paso firme hacia Don Pedro y rogó por el trabajo. Mientras abrazaba la pierna del gran hombre, observaba los gestos de su cara, porque si era necesario Pablo lloraría para lograr su empleo y lloró.
Don Pedro que de mil maneras intento quitar los brazos de pablo de su pierna, al verle llorar, ablando su ceño, y le dijo:

-ya! Niño, ya! No llores y suéltame la pierna, te daré el trabajo, eso sí, deberás cumplir algunas reglas.


Pablo de alegría dio un salto y abrazó a Don Pedro.

-Gracias, gracias, gracias!!! No paraba de gritar.

-Ya niño!!! Dije que basta! Para hacerlo, deberás cumplir reglas, la primera nunca más me despiertes en una siesta,

-si, si lo haré respondió entusiasmado Pablo

-déjame terminar niño! -Le grito Don Pedro comenzando a fruncir el ceño otra vez-
-oye bien esto, trabajarás por las tardecitas, pero nadie en el pueblo podrá saberlo, dejaré los pescados en la playa de las Sirenas, la que esta entre las rocas, y así nadie lo sabrá. Cada mañana los recogeré al amanecer, y que estén todos limpios! grito

-Si, señor, así lo haré, no le diré a nadie, lo prometo y haré muy bien mi trabajo.

Así fue que Pablo cada tarde, decía a su padre que iba a juntar caracoles a la playa, partía con un balde hacia las rocas a esperar que llegaran los pescados.
Una tarde mientras lavaba los pescados, sintió que alguien le observaba, como comenzaba a caer el sol, le dio miedo y grito asustado:

-¿quien anda ahí?

Solo se oyó el eco, de su vos entre las rocas y la playa, pero si había alguien que le observaba desde el primer día.
Natalia, era una sirenita que vivía junto a su mamá en la playa de las rocas.
Ese día, después del grito de Pablo, se oculto en las aguas y rápido muy rápido nado hasta su mamá.

-Madre! Madre, eh visto un niño lavando pescados en la orilla de la playa.

-Natalia! Ya te eh dicho que no te asomes, ahí, -regañó Juanita, su mamá-

-pero madre solo le he mirado nada más

-Natalia sabes que es muy peligroso que te asomes en la playa, debes jugar con los otros niños del mar. Con firme dijo su madre.-

Natalia tomo cuidado de lo que le ordenó su madre pero no obedeció. Todas las tardes se ocultaba entre las rocas para ver al niño que lavaba pescados en la orilla de la playa.
Un día, Pablo estaba muy cansado, y tendido sobre la arena se durmió. Al despertar se dio cuenta que todos los pescados estaban limpios y ordenados en las bandejas que recogería mas tarde Don Pedro. Abrió sus ojos grandes, asombrado por lo que estaba viendo, miro hacia las rocas y solo escucho el salpicón del agua cuando Natlia se sumergió. De prisa corrió a su casa, pues ya era tarde y sabía que su papá le regañaría por la hora.

-¿Dónde has estado? Le preguntó Fernando un tanto enojado

- me eh quede dormido en la playa padre.

-Si vuelves a llegar tarde, no dejare que recojas caracoles de la orilla, replicó Fernando, levantando una ceja al mismo tiempo que la mano señalaba con su dedo a Pablo

-esta bien padre no volverá a pasar.

Pero lavar el pescado era agotador y llevaba varios días haciéndolo, sus manitos se le llegaban a congelar, y cuando le dolían mucho, las frotaba muy fuerte contra sus pantalones para darles calor y así continuar.
Días mas tarde, Pablo volvió a quedarse dormido, pero esta vez cuando despertó, vio a una niña de rizos dorados con su cuerpo en el agua lavando sus pescados y colocándoles ordenadamente en el canasto. La niña que no era más que Natalia la pequeña sirenita que una vez más había desobedecido las ordenes de su mamá, estaba tan concentrada es su trabajo que no noto que Pablo la observaba.-

-¿Oye niña que haces con mis pescados? ¿por qué los lavas?

Natalia al sentirse descubierta de un chapuzón se escondió en el agua. Sintió mucho miedo y recordó la advertencia de su madre.
Pablo continuó llamándola,

-no te vallas!!! -gritó- niña vuelve quiero darte las gracias!!

Natalia corrió asustada hacia su madre, que al verla llegar tan exaltada advirtió lo que pasaba

-has vuelto a las rocas, -dijo Juanita- hija mía es peligrosa que alguien te vea, nos podrían atrapar.
-madre, lo siento, no quiera desobedecer tus órdenes, dijo Natalia con la mirada triste

-lo sé, pero lo has hecho y nos has puesto en riesgo, no debes volver ahí, promételo!

-lo prometo madre, no iré.

Esa noche antes de dormir, mientras Juanita leía un cuento a su hija, le pregunto porque le gustaba tanto ir a la playa de las rocas. Natalia, contó entonces a su madre, que había un niño que lavaba pescados para comprar un barco a su padre, que ese niño era muy bueno, trabajaba tanto que se quedaba dormido, entonces ella sin que él la viera hacia su trabajo. Juanita, dijo a su hija que era muy bonito que ayudara al niño, pero también muy peligroso. Dio permiso a Natalia para que le ayude solo cuando éste este dormido y no pueda verla.
Natalia durmió feliz sabiendo que podía volver a las rocas.

Día tras día Natalia ayudo a Pablo con el pescado mientras el tendido sobre la arena por el cansancio dormía, hasta que finalmente, llegó el cumpleaños de Fernando.
Pablo estaba Feliz, había juntado el dinero. Por el esfuerzo que había hecho y por haber cumplido la promesa de hacer bien su trabajo y no contarle a nadie del pueblo, Don Pedro regaló uno de sus barcos a Pablo. Al fin de cuentas no era tan malo, solo un poco gruñón y eso si asustaba.

Cuando llegó Fernando de Trabajar, Pablo tomo su mano vendo sus ojos y le llevo hasta la playa, allí estaba su sorpresa!! EL Barco!
Cuando Fernando vio el barco lloró de emoción…

-hijo! Como has hecho para comprar este barco tan bonito!!

-he trabajado duro padre, pero es para ti.

Pablo esa noche le contó a su papá que había lavado pescados para juntar el dinero, pero no le dijo con quien trabajó, él cumplía con su palabra una vez más.
Fernando le prometió a su hijo que el sábado lo llevaría a navegar, antes había que hacerle algunos arreglos al barco, por lo que juntos se pusieron a trabajar.
Mientras reparaban la vela, Pablo le contó a su papá que había visto a una niña de rizos de oro que lavaba el pescado algunas veces que él se quedaba dormido por el cansancio y que siempre que él le hablaba se ocultaba en el mar.

-Debes haber visto una sirena, dijo Fernando
-no, padre las Sirenas no existen contesto rápidamente Pablo

Fernando contó entonces a su hijo, la leyenda del pueblo que en la playa de las rocas, habitaban unas bellas Sierenitas, de ahí su nombre, “la playa de las sirenas” hasta que un día unos pescadores quisieron atraparlas para venderlas en la ciudad y ellas del temor, se escondieron en el mar y nunca más volvieron a las rocas. Pablo escucho con atención la historia, se rió y le dijo a su padre, las sirenas no existen es solo una leyenda. Y se fue a dormir.

El sol del día sábado despertó a Pablo que corrió al cuarto de su padre para despertarle…

-padre, despierta! Despierta! Mira que lindo día de sol, hoy saldremos a navegar!!

Aprontaron una canasta con frutas, unos sándwiches cargaron la caña de pescar y se emprendieron a la aventura.
Con el entusiasmo se alejaron más de lo debido de la costa, y un fuerte viento rompió la vela que estaba desgastada. Ahora no podrían regresar y el mar cada vez los alejaba más de la costa. Llego, la noche y volvió la calma al mar, pero era tarde, estaban muy lejos, ahora cansados y asustados muy asustados tanto que de llorar se quedaron dormidos en el barco que naufragaba en el inmenso mar.



Natalia que nunca dejó de observar a Pablo, corrió a avisarle a su madre que su amigo el de los pescados estaba en peligro. Juanita al escuchar a su hija, no dudó y solicitó, ayuda de otras Sirenas para poder llevar al barco a la orilla de la playa y así salvar al padre y al niño.
Todas las sirenas y los delfines de la playa fueron a ayudarlos. Suavemente empujaban el barco que muy despacio al compás de las olas se acercaba a la orilla.
Cuando el barco estaba a salvo y Fernando y Pablo también, se alejaron los delfines y las Sirenas tejieron una manta de coral para abrigarlos de la noche que estaba muy fría.

Cuando amaneció Pablo y su padre se encontraban envueltos en un manto de coral a la orilla de la playa. Fernando abrazó su hijo, miró la manta y agradeció al mar.

-¿qué haces padre? ¿Por qué le agradeces al mar? Preguntó Pablo que comenzaba a despertar.

-no le agradezco al mar, le doy las gracias a las Sirenas, que cuidaron nuestro barco y nos tejieron esta manta de coral para abrigarnos en la noche.

Pablo miró la manta y pensó que tal vez sí era cierto que las Sirenas existían, y que aquella niña que le ayudaba con los pescados de rizos rubios era una sirena.

Natalia al ver a su amigo a salvo salto de alegría, y abrazó a su madre feliz.

Fernando y Pablo repararon la vela del barco y salían todos los sábados a navegar, eso sí ya no se alejaban tanto de la costa, aunque sabían que Natalia y Juanita, las sirenitas de la playa, les cuidaban en el mar.
Juanita Radaelli -un cuento para niños-
Datos del Cuento
  • Categoría: Infantiles
  • Media: 5.13
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