Me llamo Domenico Brindisi. Soy el joven de cabello greñudo y barba de varias semanas que está comiendo en el rincón. La comida de esta posada me sabe a rayos, he perdido el gusto y me estoy recuperando de una crisis nerviosa que casi me vuelve loco. Te preguntarás qué me ha pasado. Pues bien, esta es mi historia.
Hace un mes aproximadamente, mi padre salió de casa para ayudar, junto a otros hombres de nuestra aldea, a unas monjas de un convento cercano, que estaban siendo atacadas por dos animales muy voraces. Pero mi padre nunca regresó.
Después de tres días esperándole, acudí al convento para ver qué había sucedido, pero allí no había nadie. Cuando estaba a punto de volver a la aldea, al anochecer, vi a un extraño individuo que paseaba junto al muro. Quise preguntarle quién era, pero luego, receloso, me eché para atrás. Entonces volví a casa. Al día siguiente, a la misma hora, fui al convento, y de nuevo junto al muro, vi al mismo hombre y a otro más. Después de estar hablando durante unos minutos en una lengua que no conocía, entraron en uno de los edificios. Pensé en seguirlos, la idea de que eran los asesinos de las monjas y los hombres del pueblo empezaba a rondarme la cabeza, pero en lugar de eso, abandoné el lugar.
Mientras lo hacía, escuché el grito de una mujer, y luego otro, diferente al primero.
Las monjas no murieron, pero las estaban torturando o asesinando de forma sistemática. Y al parecer no quedaban muchas.
Aquella noche no pude dormir, pensando en todo lo que había visto y oído: el siniestro aspecto de los hombres, el idioma en el que habían hablado, el interrogante de por qué habían dejado a las monjas con vida..... Después de toda la noche reflexionando, cuando el sol estaba saliendo detrás de las montañas una palabra surgió automáticamente en mi mente, quizás la conclusión de todos mis pensamientos.
Aquella palabra me puso los pelos de punta.....vampiros.
Nunca había creido en esas cosas, pero tampoco estaba cerrado a ellas. Si de verdad eran no muertos, tendría que estar bien preparado. Al día siguiente estuve preparando estacas de madera y otras armas que se cree que son efectivas contra estos demonios, y en cuanto terminé, salí para el convento. Con la cabeza puesta en el tiempo que no debía perder, registré el lugar de cabo a rabo, pero no di con las criaturas. Eso sí, vi lo que habían hecho con las religiosas.
Apostado en un rincón oscuro cerca del huerto, esperé a que el inminente crepúsculo absorbiera la tierra. Entonces los ví. Habían estado durmiendo en la cripta. Esperé a que comenzaran a hablar, o hicieran algo que ya hubiese visto. Pero lo que hicieron fue salir del convento. ¿A dónde iban?. Decidí seguirlos.
Mi temor fue confirmado. Se iban definitivamente, emigraban. Durante las dos siguientes semanas, los seguí de cerca, esperando la ocasión para acabar con ellos. Pero ésta no llegó hasta hace dos días. Cerca de un pueblo situado a pocos kilómetros de la frontera con Suiza, los vampiros se alojaron en un ruinoso torreón de la Edad Media. Yo me alojé en el pueblo, en cuya posada te estoy relatando mi historia, y cuando estuve bien comido y descansado emprendí mi camino.
Imagina la escena. El torreón estaba desgastado por los elementos y su estructura aparecía llena de boquetes que dejaban entrever los cimientos de piedra y madera. Me dirigí a una grotesca puerta y entré dentro. En el interior, una escalera de caracol hundida en la más siniestra oscuridad conducía hasta la mitad de la torre. Aquí, sobre un tosco suelo de tablas, una escalera apoyada contra la única ventana de la construcción me llevó hasta la parte más alta de ésta, y la más oscura. Ví a los vampiros. Dormían plácidamente.
Con mucho cuidado, le clavé la estaca al primero y, mientras se volvía ceniza entre alaridos de dolor, hice lo mismo con el segundo. Entretanto que moría, pensé en mi padre. Por fin había sido vengado. Después volví al pueblo.
Aquí acaba mi relato. Si quieres oír algo más, te diré que perdí la vida que tenía, mi empleo y mi novia, por haber seguido a los vampiros. Pero en fin, soy joven, podré empezar otra nueva. Ahora déjame, que quiero terminar de comer antes de que el posadero me llame la atención.