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Categoría: Ciencia Ficción

La verdad oculta: Capítulo 3º.

... Mientras caminaba en dirección al Ala Sur de las instalaciones, iba bendiciendo

mentalmente el descubrimiento de la Crionizaciòn y su actual uso. El Teniente sabia

que en el área de crionización se guardaban muestras de sangre, orina, saliva y otros

fluidos corporales de todos los militares que permanecían en activo o habían dejado de

perteneces a la escuela militar en un plazo inferior a nueve años.

 

El ala sur era una sección de máxima seguridad, aparte de contener el almacén de

sustancias criogenizadas, estaban los laboratorios de genética, nanotecnología y una

pequeña sala donde se llevaba a cabo algunos experimentos con productos radiactivos.

El Teniente tras entrar en el ala sur notó una gran presencia de agentes de seguridad

custodiando los diferentes departamentos. El joven se encamino por el pasillo de la

derecha el cual tenía varios letreros que indicaban cómo llegar a la zona de

crionización. La vigilancia por cámaras era latente en esa sección, así que Howard

procuró apurarse lo máximo. Una vez alcanzado su destino, se paró delante de dos

imponentes guardias armados con dos ametralladoras semiautomáticas.

 

-Un momento por favor, identifíquese – dijo el guardia de la derecha con cara de pocos

amigos.

 

-Soy el Teniente Howard, tengo acceso SBS (Sistema de BioSeguridad) – prosiguió el

Teniente mostrándole su identidad, en la que se podía ver impreso el símbolo de

peligro biológico internacional en un color amarillo intenso.

 

-Vengo a recopilar unos datos y a realizar unas verificaciones para un proyecto que

estamos llevando a cabo en el laboratorio de biotecnología – dijo Howard con unas

palabras tranquilas.

 

-Adelante señor, que tenga un buen día – contestó el guardia de la derecha.

 

En lo referente a la sección del Ala Sur, solo tenían acceso un limitado número de

personas, a las cuales el Teniente Howard pertenecía. Pasó su tarjeta de Bioseguridad e

introdujo la correspondiente clave, cuando la pequeña luz verde se encendió, entonces

procedió a poner uno de sus ojos en paralelo con el lector de retina y seguidamente se

abrió la puerta. Una vez dentro de la sección de crionizacion, sacó una lista que llevaba

en el bolsillo con los nombres de los nueve soldados y se dirigió a buscar sus

correspondientes muestras de sangre. Las muestras estaban colocadas por orden

alfabético, por lo que no le fue muy difícil localizarlas. Procuraba ponerse de espaldas a

la cámara cuando iba a extraer alguna muestra, podía ser acusado de robo por lo que

estaba haciendo, lo que implicaba su correspondiente suspensión de empleo e incluso,

si el tribunal militar lo consideraba oportuno, podría ser mandado a la cárcel.

 

Cuando Howard cogió la ultima muestra de sangre, cerró el pequeño cajón hermético

que poseía el armario e introdujo la muestra en el bolsillo del interior de su chaqueta

militar, la que a continuación cerró por medio de los cinco botones que tenía.

Cuando le Teniente Howard salió de la sección de crionizacion se frotó las manos para

entrar un poquito en calor y se dirigió rápidamente al laboratorio. El joven militar

imaginó que nadie lo habría visto coger las muestras, de lo contrario ya habría saltado

alguna alarma.

 

Howard llegó la laboratorio, por así decirlo, su casa, en el cual pasaba mas de doce

horas diarias, incluido algunos fines de semana. Era un hombre apasionado por la

ciencia y le gustaba su trabajo, únicamente solía faltar al trabajo cuando tenía alguna

cita familiar o algún otro tipo de compromiso de carácter especial

Antes de ponerse a trabajar se dio una pequeña vuelta por el laboratorio, se acerco a la

zona donde trabajaba el Dr. Martin, la cual estaba ordenada y limpia, eso quería decir

que su compañero había terminado la jornada por hoy, así que tenia vía libre para

empezar con los análisis. Al regresar a su zona de trabajo, echó un rápido vistazo a

Silvana y Zacarías, el ejemplar macho estaba dormido, probablemente producido por la

excitación hormonal después de las sucesivas descargas que tubo que propinarle, en

cambio Silvana seguía intranquila, caminando de un lado para el otro en el interior de

su jaula.

 

Sacó las diferentes muestras de sangre y empezó a realizar todo tipo de análisis, desde

cromatografías, comprobación del ADN… para finalmente llegar a la conclusión de que

las nueve muestras de sangre poseían todas el mismo tipo de Gen, concretamente el

X63Z21 en la cadena numero 12, por lo que Howard empezó a sentirse excitado y a la

vez aterrado, sus investigaciones le estaban diciendo que la Fixina sólo atacaba a

aquellas personas que tuvieran este Gen. Sabía que era un porcentaje muy bajo de la

población el que lo poseía, pero eran suficientes personas como para retirar del

mercado inmediatamente su producción.

 

El Teniente sabia que debía investigar más, tenía algo, pero no era lo suficiente, ni

siquiera sabía como habían reaccionado los soldados al estar expuestos a la Fixina, ni

cual sería su situación actual. Así que cogió el informe que había sustraído del almacén

de datos, le echó un rápido vistazo y salió rápidamente del laboratorio.

 

El joven Howard salió apresuradamente del pabellón B7 que era donde actualmente

trabajaba. Sus investigaciones le habían llevado más tiempo del que el creía que le

llevaría, por lo que al salir era totalmente de noche, los focos del patio iluminaban la

imponente estatua de Fran Ronalson, el Teniente atravesó el patio en dirección al

parking principal donde descansaba su Ford Mustang color burdeos del 68, tras montar

en el coche comprobó que tenia gasolina suficiente para recorrer los trescientos

cincuenta kilómetros que le separaban de su destino, así que arranco el motor y no

perdió ni un segundo mas.

 

Empezado el amanecer, aparecieron las primeras ráfagas de sol y al joven militar ya

solo le quedaban 11 kilómetros para llegar a su destino. El paisaje era bastante árido y

daba la sensación de que iba a ser un día muy caluroso.

 

Tras tener que dar un par de vueltas, por fin dio con la casa del ex soldado Mark, era

una pequeña granja convertida en hogar, podía verse el cercado hecho de madera que

rodeaba todo el terreno. Howard aparcó su Ford delante de la entrada principal y se

apeo del coche. El sol le estaba dando directamente en los ojos, por lo que tubo que

ponerse sus gafas de sol. Caminó hasta llegar a las pequeñas escaleras que conducían a

la puerta principal. La casa estaba totalmente fabricada de madera y pintada en un

color salmón que ya se le notaba el paso del tiempo. El Teniente se dispuso delante de

la puerta, carraspeo un par de veces para aclararse la voz y llamó al timbre que sonó de

forma automática. Pasados veinte segundos una chica rubia abrió la puerta...

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