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Categoría: Aventuras

!Llévame diablo!

Creo que siempre hay que ser bueno y aceptar que uno no sabe nada. Yo no recuerdo nada, ni se nada de nada...
Cuando miro al cielo siempre creo que detrás de todo hay alguien bien grande mirándome, esperándome...
Pero sólo me queda aguantar lo más que se pueda, así como los patos del corral, en donde tarde o temprano los cogerán del cogote, les partirán el cuello y los llevaran a la olla hirviendo.
Mientras tanto seguiré llenando el buche, para que el que está detrás de todo me lleve a otro lado, y no termine como los patos...
He visto desde mi sitio gente buena y gente remala; también a otros como yo, que parecen pensar como locos queriendo saber, qué esperamos...
El silencio siempre es terrible; mi tío siempre dice que el que calla otorga... Si es así, entonces la vida es un corral, y vivimos como patos...
Siempre que pienso, me siento como un caracol que termina saboreando la tierra por donde se arrastra... sin saber nada más.
Por eso creo que nadie sabe nada. Mi tío dice que soy un animal. Yo me río de eso, pues sé que es verdad... ¿Pero acaso, él no lo es? Mejor no le digo, porque sino, me coge a palazos.
Desde que abrí los ojos vivo en el corral, y mi tío no quiere que salga. Hasta me ha encadenado a un troncote, pues dice que puedo perderme por el pueblo...
Cuando llegan sus hijitas se ponen a temblar al verme, tirándome la comida igual que a los patos, que se pasean por mi lado. Son bien bonitas sus hijitas; sus ropas son de colores como la tarde y el amanecer; sus manitas son chiquititas como los patitos; y sus vocecitas son como el canto del gorrión... Yo siempre que las miro, ojo a ojo, se asustan aún más y retroceden, como si vieran algo malo... Yo me sorprendo, y siento que alguien malo está cerca de mí, pero no creo que me haga daño, pues yo no se nada ni recuerdo nada.
- ¡Que te lleve el diablo! – Me grita mi tío.
Si algún día viene ese señor diablo, le hablaré bajito, porque si le hablo fuerte, de repente me echa tierra, palo y agua, igual que mi tío...
- ¡Que te lleve el diablo! – Lo repite una y otra vez, siempre que está remalo. Pero hasta ahora no lo veo, espero que no sea como mi tío...
Hay veces en que miro por las rendijas, y veo a mi tío, mi tía, sus hijitas; y de vez en cuando a otra gente tan grande como mi tío. Yo no sé por qué no se acercan al corral; quizás sea porque ven algo malo cerca al corral... Siempre me pregunto, ¿Cuándo llegara el diablo?... Me gustaría mucho que venga y me lleve a otro lado, que me enseñe los colores del cielo, y también para hablarle fuerte. Le diría que mi tío es muy remalo con los patos, y conmigo no tanto...
Un día entró un hombre al corral, yo pensé que era mi tío, porque era bien grandote y tenía un palazo en la mano, me escondí lo más que pude, pero cuando se acercó un poco más supe quién era.
- ¡Diablo! ¡Diablo! ¡Llévame diablo! – Le grité.
Él era más grande que mi tío, y no era un palo, era un hacha lo que llevaba. Cuando me vio se rió como a nadie había escuchado. Parecía el lobo que aullaba por los montes, y por eso me reí también. El diablo; pensé. De pronto, dejó de reírse, y de un golpazo partió mis cadenas... Luego me miró a la cara, y sus ojotes brillaron como antorchas; yo iba a decirle gracias; pero el maldito me tiró un porrazo en la cabeza que todo se hizo noche...
Cuando desperté, la cabeza me sonaba como las campanas del pueblo. Me levanté, y vi el hacha ensangrentada a mi costado. Me fijé si aún estaba el diablo, pero el maldito ya se había largado... Salí del corral con el hacha en la mano buscando al maldito diablo. Era la primera vez que salía; que bonito era tocar otra tierra, oler otro aire; que bonito era todo. Me gustó tanto caminar sin cadenas que me puse a correr, reír y revolcarme por la tierra como los caracoles. No hablaba fuerte porque podría aparecer mi tío y me mataba a palazos...
Después de jugar bastante rato, pensé en caminar por otro lado, y mientras paseaba encontré a mis tíos y sus hijitas regados por el suelo con sus cuerpos destrozados y ensangrentados... Me sorprendí mucho al verlos así, pues nunca había visto a nadie mas que a los patos con las cabezas reventadas... ¿Quién les habría hecho eso? ; pensé.
Sin saber qué hacer, corrí apurado hacia el pueblo, y apenas llegué, toda la gente me miró y gritó:
- ¡El diablo! ¡El diablo!
Me sorprendí mucho al escucharlos, y me alegré que lo hubieran encontrado, aunque no veía al señor diablo por ningún lado... De pronto, un golpazo en la nuca me tumbó, y de nuevo caí en la negra noche... Cuando abrí los ojos, estaba amarrado a un palote inmenso, y a mí alrededor había una ruma grande de ramas secas; parecía que iban a encender una fogata.
Un hombre viejo vestido de negro se acercó y comenzó a hablarme bajito, yo le sonreí, pues tenía unas manitas como las hijitas de mi tío. Tenía una cruz brillante y lo acercó hasta mi frente, quise besarla pero no la pude alcanzar. Tenía cara de bueno el anciano... Luego se fue y llamó a un hombrote que tenía la cabeza cubierta por una bolsa negra, se acercó bastante, y le miré ojo a ojo... Reí de contento, y el hombrote también se rió... Sí. Eran los mismos ojos de antorcha, era el hombre del hacha...
- ¡Llévame diablo! – Le grité, y escuché un fuerte clamor de la gente alrededor de mí...
El diablo cogió una antorcha y me prendió todo el cuerpo... Comencé a gritar como nunca antes en mi vida, pues todo me ardía; el humo comenzó ahogarme, y de pronto, vi que todo a mí alrededor comenzó a iluminarse... El cielo se volvió dorado como muchos soles... Y dejé de gritar pues me cansé del dolor; lo miré al diablo ojo a ojo, y le sonreí... Y sin saber como, me dormí como un patito...


19/09/03
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 4508
  • Fecha: 25-09-2003
  • Categoría: Aventuras
  • Media: 5.81
  • Votos: 63
  • Envios: 2
  • Lecturas: 2731
  • Valoración:
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Juan Andueza G.
invitado-Juan Andueza G. 25-09-2003 00:00:00

Muy bien pato, digo JOE. Buena la salida de tus cuentos urbanos, ya que trae aires nuevos. Al leerlo : ¿ cómo no acordarse de Macario, de Juan Rulfo ? Saludos desde el corral en que estamos todos...

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