...Así, en mi nuevo empleo, nuevamente de administradora, a mis escasos 19 años, contaba con todo lo necesario para realizar un buen trabajo: un teléfono, una computadora, una oficina bien alfombrada, y, sobre todo, privacidad. Pero todo esto no viene mucho al caso; lo que puedo decir es que, en la soledad de mi oficina, podía hacer y deshacer, tomaba las decisiones por mi nuevo jefe, que me dio la potestad para hacerlo, y, recibir las visitas que quisiera, a la hora que fuera. Esta, realmente es una ventaja.
Previa a la salida del fin de semana, yo mantenía una ardua comunicación con Joseph. Me llamaba, lo llamaba, y nos pasábamos largo tiempo en el teléfono, riéndonos y diciendo tonterías, pero era eso lo que me hacía feliz. Me decía que esperaba con ansias el fin de semana para vernos, que necesitaba hablar conmigo de algo muy importante, y que no podía decirlo por teléfono. Siempre me decía :"Si tú supieras..." y callaba, y yo también me quedaba con esa ansiedad de saber qué era aquello tan importante que quería decirme, y que no podía decir por teléfono. Lo bello era que, a veces sólo llamaba para saber cómo estaba, o para poner canciones por teléfono, y preguntar si me gustaba tal o cual canción.
Su primera declaración fue telefónica, bien lo recuerdo. Me llamó a la oficina, y me dijo:"Escucha esto..." y la canción decía: "..Descansa tu amor en mí, deja que yo cuide de ti, descansa tu amor en mí, yo también necesito de ti. Descansa tu amor en mí, y rompe mi soledad, todo nuestro tiempo será sólo para los dos..." Yo quería llorar de la emoción en el teléfono, Joseph me mostraba sus sentimientos, me di cuenta que él esperaba ese fin de semana tanto como yo, y yo quería tenerlo en mis brazos y decirle que yo también lo amaba como él a mí.
Creo que estuve el resto de la semana cantando esa canción, y todos notaban mi alegría, veían mi buen humor, pese a haber trabajado sin descanso por más de diez días, incluyendo un sábado y un domingo sin salir con mis amigos a pasear como habitualmente lo hacía. Ansiaba ese fin de semana como a ningún otro, porque sabía que sería especial, y que nunca lo iba a olvidar.
Así, llegó el dia tan añorado, ¡yo estaba tan nerviosa! No sabía ni qué hacer. De no haber sido por mi madre, que en todo momento me apoyó, aconsejó y tranquilizó, creo que jamás habría llegado a esa cita con la calma y seguridad con la que llegué. Y, al llegar, me recibió con un abrazo tan fuerte que, me dieron unas ganas increíbles de besarlo, pero me contuve, aun no sé por qué lo hice.
Conversamos, íbamos por la calle tomados de la mano, como dos enamorados, sin serlo aun, y toda la gente que nos conocía, nos miraba, y sus miradas se tornaban alegres en todo momento, así fuesen aprobatorias o no, yo me sentía la mujer más feliz del mundo, y ese momento, no lo cambiaba por nada de este mundo.
Llegamos a un parque, llamado "Parque del Amor". Inesperadamente para mí, Joseph, no sé de dónde, en aquel lugar, sacó una rosa roja, tan bella, y, entregándomela y mirándome fijamente a los ojos, me dijo: "..Yo te amo..." y nos confundimos en un dulce beso, del cual tengo en mi boca todavia el sabor.
Esta es la historia del hombre que robó, y que aun roba mi corazón con sus besos, sus caricias que saben encenderme, soy feliz a su lado. El hombre que muestro y me muestra orgullosamente al mundo, que me ama y que amo, El hombre que hoy es mi Esposo, y del que muy pronto tendré mi primer hijo, que concebimos con amor y que está ahora en mi vientre. Fruto del amor que una noche Joseph y yo nos profesamos y sigue vivo hasta el día de hoy.