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El gran descubrimiento de Arwen

Arwen estaba trabajando en un invento muy especial: un telescopio para ver más allá del Universo conocido. Todo el mundo pensaba que eso no era más que una chiquillada más de un joven genio que se aburría con cosas normales.

Como nadie tomaba en serio al pequeño Arwen nadie se dio cuenta de que su invento no solo permitiría ver los cuerpos celestes, sino también registrar su superficie y comunicarse con sus posibles habitantes. Y cuando lo consiguió sus logros pasaron inadvertidos.

Con su telescopio comunicador Arwen localizó varios planetas en una galaxia aún desconocida para los científicos espaciales. Uno de estos planetas orbitaba alrededor de una estrella y tenía un pequeño satélite que giraba a su alrededor. El planeta tenía mucha agua, hielo en los polos, muchas zonas montañosas y grandes extensiones de tierra. El planeta era muy parecido a la Tierra, pero sin vegetación.

Dado el parecido con la Tierra, Arwen pensó que tal vez estuviera habitado, así que empezó a mandar señales a ver si algún ser inteligente las captaba. Pero pasaron los días y Arwen no recibió respuesta. Tampoco consiguió encontrar ningún signo de vida, nada que se pareciera a una planta o a un insecto.

Arwen estaba a punto de darse por vencido cuando sintió una alteración en la señal. 

-Esto no puede ser casualidad -pensó Arwen, que corrió a ver qué estaba pasando.

Al mirar por su telescopio Arwen descubrió una pequeña antena que emergía en medio de un gran océano. Arwen enfocó mejor el telescopio para ver con más detalle lo que estaba pasando.

-Ya casi lo tengo, ya casi lo tengo -dijo Arwen, todo emocionado.

Entonces, sintió un fogonazo y salió disparado hacia atrás. 

-¡No, mi telescopio! -gritó el niño.

Arwen fue a ver si el telescopio estaba bien, pero ya no funcionaba. 

-Voy a analizar las últimas imágenes captadas, a ver qué ha pasado -dijo Arwen-.
Pero cuando fue a ver el ordenador, éste estaba literalmente frito.

-Parece que hay alguien escondido en ese planeta que no tiene interés en ser descubierto -dijo Arwen.

-¿Dices algo, hijo? -preguntó su madre, que pasaba por delante de su puerta justo en ese instante.

-Nada mamá, que a mí tampoco me gustaría que unos seres de otro planeta vinieran por aquí a ver cómo podrían aprovecharse de mi casa.

-Hijo, ¿de qué hablas? -preguntó su madre.

-Nada, mamá, cosas mías. Es que estoy leyendo un libro muy interesante sobre colonización espacial y esas cosas -dijo Arwen.

-Ya, cosas tuyas -dijo su madre.

Arwen se quedó un poco triste por no haber podido contactar con los habitantes de ese planeta, pero muy contento por haber hecho un descubrimiento tan importante. Menos mal que las pruebas habían quedado calcinadas. Si no, quién sabe qué hubiera pasado si alguien hubiera tomado en serio al pequeño Arwen.

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