Se asomo a la ventana. Sentía el helor de la noche por todo su cuerpo. La noche era tranquila y apacible tal como esperaba. Miró el oscuro y frondoso bosque que se extendía hacia el horizonte y que parecía no tener fin.
De sus labios se desprendió un suspiro de resignación, ahí abajo no había gente, ni coches, ni nada... solo el bosque.
Cerró la ventana y se dirigió hacia la del lado opuesto de la casa, esperando ver cualquier cosa mas animada que las incesantes hileras de árboles.
La otra ventana daba al pueblecito situado en plena montaña en donde vivía, pero no había mas que unas cuantas casitas, nadie en la calle, ni una luz en las casas, todo el mundo dormía; y mas allá de las casas, un pequeño cementerio y más bosque.
Poseía la casa mas alta del pueblo, con tres pisos, prácticamente vacíos aun, que se alzaba en lo mas alto de la montaña.
La sola idea de mudarse allí no le había hecho ninguna gracia, ella estaba acostumbrada al bullicio de la ciudad en el que a todas horas había gente en la calle, o coches circulando.
Pero hacia un mes que no conseguía conciliar el sueño. Una noche se despertó bruscamente sin saber el motivo y desde entonces no había conseguido dormir mas de tres horas diarias. Llego a un punto en el que apenas podía levantarse de su sillón, pero aun asi ni el cansancio conseguía hacerla dormir.
Después de haberla atiborrado a pastillas tranquilizantes e infusiones, el medico le recomendó que se trasladase a un lugar tranquilo en el que recuperar sus fuerzas y descansar.
Demasiada sencillez para ella, sin otra cosa que hacer que mirar a través de la ventana y sumirse en su soledad.
Despuntaba el alba cuando decidió salir a dar un corto paseo por el pueblo, pero sumergida en sus pensamientos paseo y paseo hasta bien entrada la mañana.
Paso junto a una tienda abierta, en la que había bastante gente, supuso que seria la única tienda de aquel pueblo que más que un pueblo era una aldea.
Al entrar comenzó a sentirse mareada, todo se nubló y cayo desmayada por el cansancio.
Al abrir los ojos vio la cara de un hombre joven y atractivo, que al ver que volvía en si, sonrío.
Sus ojos eran de un azul profundo y sus cabellos negro azabache brillaban hasta deslumbrar.
Después de asegurarse de que estaba bien, se presento debidamente y se ofreció a acompañarla hasta su casa.
Una vez en la puerta, ella reunió el valor necesario para invitarle a entrar a lo que el joven accedió de muy buena gana.
Pasaron la mañana charlando sobre diversas cosas. El joven tenía una cautivadora sonrisa, que la hacia sonrojarse continuamente.
Él le confeso que tambien había dias en los que no podía dormir, pero que con una infusión de hiervas que le preparaba su madre la tendera, dormía como un niño.
Le dijo que crecían cerca de allí, solo había que caminar recto y al dar con un enorme árbol, mucho mas alto que los demás, girar a la derecha y a los pocos metros había un pequeño claro donde crecían por doquier. Según él, las hiervas eran de una forma espigada y de color verde claro.
Con la excusa de que estaba bastante débil, le sugirió que si le importaría acompañarla a buscarlas, pues tambien existía el riesgo de que se perdiese ya que era una mujer de ciudad.
El joven accedió a acompañarla al dia siguiente pues ahora debía encargarse de la tienda junto con su madre.
Una vez se hubo marchado la joven cayo rendida en el sofá, sin apenas fuerzas para nada, pero tal era su deseo de dormir, que decidió ir a buscar las hiervas ella misma aun a riesgo de desmayarse en pleno bosque. No quería estar tan demacrada cuando volviese a ver al joven del que se había prendado.
Tomo las precauciones debidas, cogió solo lo necesario y se puso en camino.
Siguió por las hileras siempre recto y sin despistarse, pensando que a la mínima oportunidad aquel enorme bosque la engulliría y jamas encontraría el camino de regreso.
Tras largo rato caminando comenzó a sentirse muy fatigada, y aquel árbol no aparecía por ningún lado, ya desistía cuando de pronto un pequeño claro se abrió ante ella, y para su asombro, a ambos lados de este se alzaban unas hiervas que jamas había visto, altas, con forma espigada y de un color verde claro.
Alegre por el hallazgo comenzó a recoger unas cuantas, cuando repentinamente noto un pinchazo en el dedo índice de su mano derecha.
¡Las plantas tenían unas afiladas espinas! Se chupo la sangre que surgía de su dedo y continuo recogiéndolas con mas cautela.
Se hizo tarde y tuvo que reunir muchas fuerzas para volver a casa, pero al haber seguido siempre recto, no tuvo perdida alguna y en apenas una hora ya estaba ante la puerta de su casa.
Cuando llego fue directa a la cocina para examinar mejor las hiervas que había encontrado. Desde luego parecían las que al joven le había descrito, pero preocupada por si se equivocaba, y aquellas plantas fuesen perjudiciales, no tuvo mas remedio que esperar al dia siguiente para que el joven se lo corroborara.
No tenía hambre, subió al ultimo piso y se asomo a la ventana, cuando empezó a notar que se sentía cansada, pero cansada y ¡con sueño!
Comenzó a bostezar, y decidió acostarse para ver si se dormía.
Y así fue, durmió durante toda la noche, pero unas terribles pesadillas turbaban su sueño...

--------------continuará-------------------------

Gracias por empezar a leer mi cuento, se que esta primera parte es algo monotona, pero la o las siguientes seran mucho mas entretenidas.