las manos las tengo vacías. hace mucho que no encuentro laboro. debo ser uno de tantos y tantos al que la suerte le ha sido esquiva por siempre. debí hacer caso siempre a mis mayores. debí coger el tren y amar con toda el alma el sueño que se iba a mis veinte años, aquella en que una mujer juraba que me amaba, pero, primero debía casarme con ella, pero, siempre he sido un pensador y lo pensé, y me di cuenta que eso de atarme a una mujer por mas perfecta que sea, y, para toda la vida, es una inmensa locura. algo que nadie es capaz de lograr y sentirse feliz por siempre jamás… aunque hay veces en que he escuchado semejante “verdad” de los labios de gente que jura ser seres humanos… difícil de entender y peor de creer…
aún el sol nace y muere día a día. las noches son frías y llenas de mares de soledad. escucho las voces de mis recuerdos pero no puedo llorar como niño, eso no se hace y si alguna vez lo hice fue porque estaba tonto o lleno de sentimientos románticos. cojo mi palo y salgo a la calle como todas las noches, hay veces durante el día, en busca de un poco de alimento que llene de contento este cuerpo al menos. una noche que buscaba los restos de comida en los basureros de los restaurantes, encontré una estatua con la forma de un niño, pero… sin cabeza. siempre me preguntaba cómo sería su cabeza, pero nunca pude imaginarlo. aún así guardo dicha estatua bajo mi catre junto a los cientos de botellas y latas vacías que junto para vender durante el día en los centros de reciclaje de la ciudad… espero que un día o noche venga el sueño de aquel muñeco y me muestre su cabeza que tanto imagino, es como una pesadilla. quizá por eso es que jamás la he echado por las calles. no sé, pero, allí está: blanco y delgado, de manos finas, vestido de marinero y en su cuello una especie serpiente de ojos brillantes. debió de ser un dios o algo por el estilo, no lo sé. aún lo guardo y una que otra vez lo llevo en el bolsillo, y lo hago porque me trae una suerte muy especial. siempre viene una mujer preguntando por un niño. les muestro la estatua y todas se quedan mudas para luego irse sin decir palabra alguna, no sin antes dejarme un poco de comida o una que otra moneda. no sé si lo hacer por temor hacia algo o porque les conmueve el alma el verme en este estado en que me hallo. no es por nada pero vivo demasiado mal. como poco y soy tan flaco como un pedazo de cartón seco . por las noches, en la oscuridad de mi cuarto, miro la estatua y esta brilla como si tuviera luz interior. la contemplo y me digo ¿cómo sería su cabeza?. ¿quién sería su anterior dueño?. me hago tantas preguntas mientras la vida sigue adelante y yo me ato a una estatua que no tiene nada mas que espacio para ser llenado por mi imaginación…
San Isidro, Noviembre de 2008