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La princesa Acafala

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Hace muchos años vivió en Perú una princesa muy bella llamada Acafala. La fama de su hermosura era conocida en todas partes pues jamás nadie había visto nada igual. Tenía el cabello negro como el azabache, la piel suave como la seda y unos ojos redondos y enigmáticos que no parecían de este mundo. Además de guapa era inteligente y refinada. Cuando caminaba parecía que flotaba sobre el suelo y a su paso dejaba un rastro del más delicado perfume a flores que os podáis imaginar.


 

 

Sólo tenía un defecto: se creía tan bella como los astros del cielo. Cuando llegaba la noche, caminaba en soledad por la playa mirando las estrellas y se comparaba con ellas. Nada le gustaba más que quedarse horas mirando al firmamento hasta el amanecer sin dejar de pensar: ¿Será Venus más hermosa que yo?

Aunque todo aquel que la veía se enamoraba al instante,  ella rechazaba a todos sus pretendientes porque consideraba que nadie la merecía. Su familia le presentaba distinguidos muchachos para que eligiera al más apropiado, pero ninguno le parecía conveniente. Sentía que era incapaz de amar a nadie porque a quien más amaba, era a sí misma.

Un día, su familia se hartó de la situación ¡Ya tenía edad para casarse y su obligación era, quisiera o no, escoger un marido cuanto antes! La rondaban muchos chicos y todos eran excelentes partidos: guapos, ricos, educados…  ¡No había excusa para demorarlo más!

La princesa se negó en rotundo, afirmando que no quería a nadie y que su único deseo era estar sola. No necesitaba un marido y no deseaba compartir su vida con una persona por la que no sentía nada.

Sintiéndose muy desgraciada, salió corriendo hacia la playa. Era el lugar donde más le gustaba refugiarse, lejos de todo el mundo. Allí, junto a la orilla del mar, lloró sin consuelo. Lo único que anhelaba era ser tan hermosa como las estrellas del cielo y que todo el mundo la admirara ¿Acaso era mucho pedir?

La luna y las estrellas, desde lo alto, la miraban con estupor porque  no comprendían que fuera tan vanidosa ¡En la vida había cosas más importantes que la belleza exterior!  Se reunieron  y llegaron a la conclusión de que debían hacer algo para que dejara de ser una muchacha frívola  y orgullosa. Al final, tomaron una decisión unánime: convertirla en estrella, pero no en una brillante y reluciente como ellas, sino en una pequeña y sencilla estrella de mar.

Y así, como por arte de magia, Acafala se transformó para siempre en una estrella amarillenta, sin brillo, condenada a pasar el resto de sus días en las profundidades del océano. A partir de ese día, vivió en la oscuridad, rodeada de silencio, y sin poder contemplar los astros del cielo a los que tanto adoraba.

Dice la leyenda que ésta fue la primera estrellita de mar que existió y que desde entonces, todas las estrellas marinas del mundo, son igual de calladas y solitarias que la princesa Acafala.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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