Estos hechos a los cuales me refiero y empiezo a relatar, fueron reales y sufridos por mi persona. Estando un día ingresado en planta de un hospital, una mañana llego un médico, y me comunico que iban a hacer una prueba, por lo tanto debía firmar unos papeles, le pregunte de qué se trataba el documento ofrecido para firmar. Contestando con evasivas palabras, insinuando que se trataba de pura rutina, un simple formulario burocrático sin importancia, que el hospital solía hacer por costumbre. Y sin más me puso el papel delante ofreciéndome un bolígrafo para que lo rubricara.
A la mañana siguiente entro en la habitación un celador, llevaba arrastrando una silla de ruedas, y me llevo con él a la consulta, en donde me tenían que hacer la mencionada prueba, preguntándome la enfermera.
–¿Es la primera vez que le hacen esta prueba?
–Si señorita –respondí.
–¿Sabe de qué se trataba?
–¡No!
–Está bien, desnúdese de cintura para arriba, y después le afeitare el vello del pecho.
Acto seguido con medio pecho depilado, empezó a enchufarme cables o algo parecido, luego me tomo la presión arterial, le pregunte que tal estaba de tensión, contestándome con una respuesta seca solo dijo, bien. <>.
Al momento llego el médico, después de estar manipulando un rato un aparato, me hizo subir en un andador eléctrico, advirtiendo qué si me encontraba mal o sentía molestias lo dijera en seguida. De momento empezaría andando de forma lenta, y poco a poco aumentaría la velocidad.
Apenas me puse a caminar empecé a sentir molestias en general, sobre todo agobio al respirar, y dolor a la altura del cuello por encima del hombro izquierdo, que de inmediato se lo dije al doctor. El médico me pregunto si esas molestias eran fuertes o leves, y que iba a subir un poco la velocidad. En ese instante al caminar más deprisa, empecé a sentir angustia y un fuerte dolor en el pecho, así se lo hice saber al doctor, parando de inmediato el andador por precaución a algo peor. Parece ser que no pase la prueba, había tenido problemas y no la pude terminar, me dijeron que tenía que ir al hospital provincial, en donde me harían otra clase de prueba completamente desconocida para mí, no había oído hablar de ella en toda mi vida, se llama "angioplastia". Según me informe entonces, era un catete sonda que se introducía por una arteria, con el objetivo de observar el estado del corazón, y posibles problemas que albergaran las ventriculares. En aquel momento me sentí mal, me asuste por el peligro que podía suponer hacerme la prueba del catete.
El caso fue que en un par de semanas me avisaron de que ya estaba todo dispuesto, en una ambulancia me llevaron al hospital, el susto que tenía en mi cuerpo era bastante. Me preocupaba mucho cuando estuvieran hurgando con la sonda por dentro de mis arterias, me cogiera uno de los espasmos que tenía con bastante frecuencia y se complicara la cosa.
En el Provincial, salió a recibirme un enfermero y me acompaño a una sala de espera, recogió los papeles que me habían dado en donde estaba ingresado, y me dijo que me esperara, que en seguida me llamarían. Casi al momento salió una enfermera preguntando por mí, introduciéndome al instante dentro de la habitación diciéndome:
–Quítese toda la ropa.
–¿Toda.? –le pregunto extrañado:
–¡Sí señor toda! –un poco sorprendido le hice caso quedándome completamente en porreta. Al instante me hizo acostar en una camilla, cubriéndome el cuerpo con una sabana y empezó a depilarme toda la parte derecha de la ingle, que era por donde me tenía que inyectar la sonda. Al momento entró un señor, supuse que sería el doctor que me debería supervisar la prueba y dijo:
–Si le apetece puede ver lo que le vamos a hacer, puede mirar por la pantalla que está a su izquierda –era muy parecida a la de un ordenador.
Al momento la enfermera sacó una aguja bastante gruesa, y me la introdujo por la femoral, a la altura de la ingle. Tuve la sensación que me está atravesando el muslo, esto me hizo poner nervioso, el médico estaba observando mi comportamiento y se dio cuenta de mi estado, empezando a apaciguar mi actitud me dijo:
–Tranquilo que no pasa nada, a continuación va a notar como si le quemara algo dentro del pecho eso es normal, y el peligro con estas pruebas es mínimo.
Reconocí en seguida que lo dicho por el médico fue cierto, me está quemando algo dentro de mi cuerpo, empezando a notar que me costaba mucho respirar, y el dolor cada momento resultada ser más fuerte oprimiéndome el corazón, sintiendo como si me lo estuvieran estrujando. Siendo acompañado de un fuerte mareo y mucha angustia, a malas penas podía hablar, la enfermera se dio cuenta y alertó al doctor de lo que estaba pasando, en ese momento cerré los ojos y me cayeron unas lagrimas mientras me aclame a Dios y a mi madre, con estas palabras.
–¡Señor perdona!, ¡adiós madre! Parece ser que la reacción de lo que terminaban de hacerme, me provocó una bajada de tensión y un espasmo más fuerte del habitual. Apenas notaba un movimiento suave, que me secaban con suma delicadeza las lagrimas que salían de mis ojos, el doctor se puso en seguida a dar órdenes a la enfermera. Me puso un gotero y no recuerdo nada más, lo único que sentía es que empezaba a estar tranquilo y me acariciaban la cara con tanta suavidad, que creía que me rozaban las alas de un ángel.
Pero no fue así, las caricias venían de las experimentadas manos de la enfermera que me secaba el sudor, al poco tiempo había pasado el dolor, la respiración y la presión arterial era normal, tan solo sentía mucho frío. Estaba tiritando como si estuviera en un congelador en pleno invierno, me echaron encima una manta, diciéndome que era normal y la consecuencia de la reacción del medicamento puesto. Espere una hora más hasta que me avisaron de la llegada de la ambulancia, me bajaron con la camilla, de nuevo me devolvieron al hospital “Lleuis Alcanyiz”
Durante el viaje de regreso me lo pase tiritando, y el conductor de la ambulancia maldiciendo su mala suerte, porque le toco a hacer el servicio de vuelta. Lo qué me pareció entender, según sus protestas eran debido a que tenía algún compromiso, y por el motivo de este viaje llegaría tarde a la cita.
En el hospital de Xàtiva me dijeron, que me habían limpiado la ventricular derecha, estaba obstruida al cincuenta por cien, estuve un par de días más ingresado hasta que me dieron el alta, regresando a casa más contento que una pascua. Con toda la barriga llena de moretones por la cantidad de inyecciones puestas en la misma, por momentos llegue a pensar cuando me estaban haciendo la prueba del catete. Que ya no volvería al pueblo ni a ver la familia ni a nadie más, que mi hora había llegado.
El sentimiento que se tiene en tan delicado momento, puedo afirmar que es tranquilo, la muerte nos llama con suavidad, eliminando todas nuestras preocupaciones y dolores, facilitándonos tan sublime viaje.
ufff acabo de leer: no he parado de leer asta que he terminado!!me alegro que todo acabara bien!!