Ante cuatro de nosotros se apareció el fantasma de Irene flotando en el aire. Subía despacito siguiendo el contorno de los peldaños de la escalera a poca distancia por encima de éstos. A ninguno nos sorprendió del todo este espectáculo poco usual porque Irene misma nos lo había advertido antes de morir. Precisamente hablábamos de ella en el instante en que apareció su espectro.
- Se nos fue Irene. La verdad es que me hace una falta inmensa... - decía Pedro evocando el recuerdo de Irene en un tono nostálgico.
Luis, que no soporta los melodramas, intentó sacarnos de esta trampa sentimental como sólo él sabe hacerlo: - Lo más seguro es que muy pronto la sacan hasta del infierno. ¿Quién crees que pueda aguantar su lengua viperina y tanta chispa en sus insinuaciones deshonestas? Después de todo, los demonios creen ardientemente que su labor de castigar a la humanidad es un trabajo serio y respetuoso-.
Minerva, haciéndose la seria, le salió al paso a Luis: ¡Que el Señor te reprenda! ¿Cómo vas a expresarte en esa forma? La pobre Irene debe estar feliz en este preciso instante contando un chiste ... a la siniestra del mismísimo Lucifer.
Al igual que todos, hasta Pedro tuvo que reírse ante estos comentarios infames. Pero lo que en realidad nos hizo morir de la risa fue observar la marca de la patada de fuego en el trasero del fantasma de Irene.