- ¿Sabes dónde está? No, no me importa, mejor no me cuentes.
- Pues está en.
- No, por favor, mira, mejor no me digas. ¿vale?, de veras que no quiero saberlo, no me hace falta, no quiero saberlo, cada uno tiene su vida, caminos separados, no me hace falta saber nada más. prefiero que nada me cuentes.
Silencio, por un momento un rayo en sus ojos de compresión. de repente todo se transforma en dureza.
- Pues dentro de unos días se marcha de viaje a. (sin ninguna oportunidad al rechazo me dijo las dos rotundas sílabas de una ciudad).
Levanté la mirada, miré a sus ojos con tristeza. Pensé, será ¿ingenuidad, malicia, cortedad, sordera?
Miré de nuevo, en su rostro mirada firme, desafiante, ansiosa en amplitudes de respuesta.
Me quedé entre lo segundo y lo tercero: malicia.cortedad.
¿Mi respuesta?, pues no hay sitio para ninguna otra y sale de forma natural: me alegro de que esté bien (por dentro se me desdoblaron las palabras en cariño pero nada extendido oyó).
Su rostro se destensa, se suaviza, se vulgariza, se abandona.
Por la noche, en la quietud de mi habitación, lejos de miradas, vinos y sonrisas, lentamente me voy quitando el vestido de espinas de una desilusión. allá a lo lejos la voz de mi conciencia se amplía: pero. ¿qué esperabas?
Y sin más tiempo que el que concede un espasmo, una voz en mi interior brota desafiante, rebelde:
esperaba humanidad, calor, comprensión, esperaba respeto a mi sentir, privacidad, duelo. tal vez era una simple ilusión, una confianza, por tantos años. todo eso esperaba.
Mi voz, tras esa secuencia anónima de sinceridad va apagando las últimas luces de la noche y mientras. las lágrimas de lo que esperaba se duermen conmigo.
Está excelente tu escrito y las sensaciones que describes que llevan a concluir en algo triste como lo es la desilusion. Pues es un sentimiento muy extraño y doloroso por cierto. Felicitaciones, Isabel