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WALI Y LA ALFORJA MÁGICA
1 PARTIDA DE LOS TRES HERMANOS
Erase una vez tres hermanos que vivían en una pequeña aldea, no muy lejos de la ciudad de Herat
.
El Mayor se llamaba Masud, el mediano Hamid y el más pequeño Wali. Sus padres habían muerto durante una epidemia que asoló la región donde vivían y aunque unos vecinos se ofrecieron para cuidarlos, los tres hermanos prefirieron partir en busca de sus propias fortunas.
Los vecinos metieron en una bolsa de cuero todo el dinero que pudieron reunir y los despidieron con sus bendiciones para su jornada.
Cuando estaban ya muy lejos, pararon al borde de una montaña y se abandonaron al sueño. Durante la noche Masud tuvo un sueño. Soñó que entre estruendosos sonidos, unas voces le hablaban diciendo:
-“Masud, Masud, cava en la tierra bien profundo debajo de ti y encontrarás oro”.
Tan pronto como amaneció, Masud corrió a buscar una pala en su equipaje y cavó hasta encontrar monedas de oro. Entonces llenó sus bolsillos y dijo:
-“Hermanos encontré oro suficiente como para construirme una casa y conseguir una esposa. Por eso, aquí me despido de vosotros y espero que tengáis tan buena suerte como yo”. – De inmediato se puso de camino a casa.
Hamid y Wali reiniciaron su marcha, pues pensaban que debían buscar mas allá, para poder encontrar sus propias fortunas.
Así continuaron su camino un día más y cuando la noche cayó se encontraron delante de un enorme bosque. Prepararon un lugar debajo de un gran árbol y fueron a dormir. A media noche Hamid tuvo un extraño sueño en el que oyó el sonido de trompetas tocando y de voces que decían:
-“Hamid, Hamid, cava en la tierra bien debajo de ti y encontrarás joyas”.
Cuando amaneció, Hamid más que deprisa, cogió una pequeña pala en su equipaje y comenzó a cavar. Cavó y cavó y cuando despertó Wali, su hermano ya había encontrado un bote de barro lleno de valiosas joyas de todos los tipos.
-“Hermano” – dijo Hamid – “ahora que encontré mi fortuna regreso a nuestra aldea, compraré una casa y conseguiré una mujer, como Masud. Por eso, aquí me despido de ti. Adiós y espero que tengas tanta suerte como yo.
Y por el mismo camino que vino, se fue ahora.
2.WALI CONTINUA SU CAMINO SOLO Y ENCUENTRA LA ALFORJA MAGICA
Con la partida de su hermano, Wali se sintió un poco sólo, pero no se desesperó y siguió caminando por el bosque. Había un camino estrecho con árboles a ambos lados e imaginó como podría llegar a un claro donde hubiese una pequeña fuente de agua, pues sentía mucha sed. Más parecía no tener fin aquel pasaje y fue sintiendo que antes de poder atravesar todo el bosque se moriría de hambre o sed. Se subió entonces a lo alto de un árbol inmenso y miró en todas direcciones, mas no divisó sino bosque por todas partes.
Al descender del gran árbol cual fue su sorpresa al encontrar en el suelo una alforja lindamente trabajada. Como parecía no haber nadie a su alrededor, muy deprisa la registró, pensando que dentro podría haber alguna comida dejada por el que la hubiera perdido allí. Pero estaba vacía.
-“¡Oh, que mala suerte!” – se dijo así mismo -“Uno de mis hermanos encontró oro, el otro joyas, y yo todo lo que pude encontrar fue una alforja vacía. ¡Oh!, si al menos estuviese repleta de cosas gustosas para comer”.
Y tan pronto como las palabras le salían de la boca, percibió que la alforja, antes vacía, ahora estaba llena. Cuando la abrió, encontró una gallina asada, uvas, bombones y zumo fresco en una garrafa. Estaba con tanta hambre que en un instante acabó con todo y se tumbó relajándose profundamente.
-“Está alforja debe ser mágica” – pensó - “y todo lo que tengo que hacer es ordenar lo que necesito y ya está”.
Inmediatamente deseó ropas nuevas y en ese instante se encontró un lindo par de zapatos y una túnica de curo forrada de piel. También pidió unas botas, que en un abrir y cerrar de ojos aparecieron. Estaba elegante y cómodo y emprendió de nuevo su camino bosque adentro, con la alforja colgada en su hombro.
Wali no había pedido a la alforja que le proporcionase oro, plata o piedras preciosas, pues pensó que en un viaje como ese mejor sería no llevar nada de mucho valor por si topaba con ladrones.
Simplemente, día tras día, caminaba confortablemente recibiendo siempre la comida que pedía o cualquier cosa que necesitase.
3. WALI EN CASA DE LA MUJER Y SU HIJO
Pasado cierto tiempo, Wali llegó al final del bosque y se encontró frente una fértil planicie, con grandes árboles batidos por la brisa, llenos de ricas peras, manzanas y toda clase de ricas frutas.
En la lejanía vio una casa con un jardín lleno de flores a su alrededor.
-“Bien” – pensó – “Por fin podré hablar con alguien”
Tardó poco en llegar, y enseguida estuvo frente la casa llamado a su puerta. Una mujer gorda, toda cubierta con velo abrió la puerta.
-“¿Podría pasar aquí la noche?, pues ya hace mucho tiempo que no duermo en una casa, justo desde que salí a recorrer el mundo en busca de fortuna junto mis hermanos.” - dijo Wali.
-“Pasa” –dijo la mujer - “Tengo un hijo de tu edad y sería bueno para él tener un amigo, ya que vivimos en este sitio tan aislado. Pero ¿Y tus hermanos? ¿No están contigo?-
-“Ellos ya encontraron sus propias fortunas “- respondió Wali – “Uno halló oro y otro piedras preciosas. En cambio yo lo único que pude encontrar fue esta vieja alforja, aunque también me ha servido bastante bien - y calló pues prefirió no contar nada más sobre la magia que poseía la alforja para evitar que la mujer lo propagase.
Cuando el hijo volvió del campo la mujer sirvió la mesa. Una vez estuvieron sentados, la mujer comenzó a quejarse:
-“¡Oh que infortunio! No hay carne. Con la excitación de recibir tu visita no cociné nada más que arroz.”
Entonces Wali dijo:
- “Oh señora no os lamentéis, voy a conseguir un poco de carne para nosotros.” En ese instante metió su mano dentro de la alforja habiendo deseado antes carne suficiente para los tres y se la entregó a la mujer
-¿Cómo lo hiciste muchacho?, o acaso ¿eres una especie de mago capaz de extraer de su alforja aquello que necesita?.
-“¡No, no! Yo soy tan humano como usted o su hijo, solo que poseo un tipo de alforja algo especial.”
El hijo de la mujer se quedó muerto de curiosidad y decidió indagar sobre aquello. Resolvió mirar en la alforja tan pronto como el invitado se quedase dormido. Así una vez llegada la noche, cuando Wali se encontraba dormido junto al fuego, el joven campesino fue acercándose lentamente hacia él. Examinó cuidadosamente la alforja confiando encontrar todo tipo de cosas allí dentro, pero cual fue su sorpresa al ver que allí no había nada. Apesadumbrado volvió a su cuarto.
Wali que lo había visto todo con sus ojos semicerrados, decidió que debía irse cuanto antes o su secreto sería descubierto y la mujer y su hijo acabarían por robarle la alforja.
4. WALI EN LA CASA DEL PESCADOR
A la mañana siguiente dejó la casa muy deprisa partiendo de madrugada. Al poco tiempo llegó a la cabaña de un pescador, al margen de un río y llamó a la puerta. El pescador, que estaba dentro arreglando sus redes, abrió un poco sorprendido.
-“Bienvenido joven” – le dijo –“No es común ver gente por estos lugares. ¿De dónde vienes y hacia donde vas?
-“Vengo de una aldea cerca de Herat”- respondió Wali – “y voy por el mundo en busca de mi fortuna. ¿Puedo quedarme con usted esta noche?, pues estoy muy fatigado y así podré descansar un poco.”
-“¡Claro!, quédate por aquí el tiempo que quieras, pues viviendo en esta cabaña tan alejada no siempre tango ocasión de conversar con alguien.”
Entonces hizo entrar a Wali en su pequeña morada de un solo aposento y le dio un poco de pescado cocido para comer. Después de conversar un rato, el pescador comenzó a contarle aquello que había sido el gran disgusto de su vida. El día anterior unos ladrones le habían raptado a su mujer.
-“Nunca podré recuperarla “- decía con tristeza – “pues no tengo con que pagar el rescate.”
-“Tal vez yo pueda hacer alguna cosa sobre eso”- dijo Wali – “Si mira hacia el otro lado y cuenta hasta cien, su mujer será traída de vuelta”
El pescador hizo lo que se le había dicho y cuando Wali abrió la alforja, después de haber formulado el deseo, allí estaba, saliendo de dentro, sana y salva, la mujer del pescador.
-“¡Que la misericordia nos rodee!” – exclamó el pescador – “¿Eres alguna especie de mago o genio para producir una magia como esta?” – y fue a abrazar a su mujer que no parecía nada abatida por sus desventuras.
-“No” – dijo Wali – “Soy tan humano como usted o su mujer, sólo que poseo un tipo de alforja un tanto especial.
Y así pasaron toda la noche festejando y celebrando lo que ese día había acontecido. A la mañana siguiente, cuando había salido fuera de la cabaña a tomar el fresco, Wali escuchó a la mujer del pescador diciendo:
-“Marido mío, debes coger la alforja de ese muchacho, pues nos sería de gran utilidad. Ya no precisarías ser más un pescador y podríamos vivir como gente importante.
Cuando Wali escuchó esto, se dio cuenta que debía irse cuanto antes de allí, pues aquella astuta mujer no descansaría hasta conseguir que su marido se hiciese con la alforja y en ese caso ¿Qué sería de él?. Por lo que se fue atravesando el puente sobre el río y llegó al otro lado cuando el sol estaba ya muy alto en el cielo.
5.-WALI EN LA ZONA ROCOSA
Wali estaba ahora rodeado por enormes pinos y por rocas puntiagudas y buitres sobrevolando por encima de su cabeza. Las rocas se volvían cada vez mayores y el camino se hacía más difícil bajo sus pies. Llegó un punto en que fue preciso pararse y sentarse, pues sus botas estaban casi despedazadas y hechas tiras. Era un día muy intenso de calor y el sol ardía sobre su cabeza.
6.- WALI ENCUENTRA A ZULAIKA
De repente, le pareció oír a alguien llamando por detrás de unos arbustos:
-¡Socorro, socorro, salvarme, por piedad, salvarme!
Wali dio un salto, puso la alforja en su hombro y fue en busca de aquella voz. Al poco rato volvió a escucharla y acabó por descubrir a una pobre joven con sus vestidos hechos harapos y atada de pies y manos, detrás de una gigantesca roca. Tenía sus largos cabellos negros despeinados y enredados y sus pies estaban descalzos. Wali sacó una navaja de su cinturón y le cortó las cuerdas de las muñecas y de los tobillos.
-“¿Quién hizo esto contigo?”- preguntó – “¿cómo fue que te dejaron en este estado?”
-“Mi nombre es Zulaika” “Mi padre se volvió a casar el mes pasado y mi madrastra en vez de ser para mí como una madre, me mando a vivir a la casa de un siervo, pues no podía soportar mi presencia. Conseguí escapar de aquellas gentes que me mantenían, bajo sus órdenes, prisionera, pero fui raptada por un ladrón que me robó todas las joyas y me dejó morir aquí en estas rocas lejos de mi antigua casa.”
-“Que cosa tan afortunada el haber venido por este camino y haberme parado a descansar mis doloridos pies, pues de lo contrario supongo que nunca hubieras sido encontrada”
-“Mil gracias te sean dadas. Si me pudieras llevar de vuelta a casa de mi padre estoy segura de que él te lo agradecería. No queda lejos de aquí.”
-“Te llevaré de vuelta enseguida si me dices como llegar hasta allí”- dijo Wali – “Pero si me perdonas el atrevimiento pienso que primero deberías vestirte con ropas nuevas”
Entonces la colocó en un lugar agradable a la sombra de una roca y pidió todo aquello que ella podría necesitar. En pocos minutos y ante el asombro de la joven, él saco de su alforja calzas de seda, un velo color rosa, una túnica y zapatillas doradas.
Cuando salió vestida de detrás de un arbusto con las delicadas ropas parecía una princesa. Enseguida Wali sacó unos dátiles para que comiese y agua de rosas para lavarse las manos.
Wali pidió entonces a la alforja un nuevo par de botas para sí mismo y cuando terminó de calzarse, él y Zulaika partieron rumbo a la casa de su padre.
7.- WALI Y ZULAIKA EN CAMINO A CASA DE ELLA
El sol ya no era tan fuerte y resultaba más fácil caminar. De pronto la joven mostró una gran fortaleza.
-“¡Oh ¡ Allí está mi casa” – exclamó – “Vamos deprisa, estoy impaciente por llegar y contarle todo a mi padre.
En poco tiempo Wali estaba llamando a la puerta de la casa. Zulaika cubrió su rostro con el velo por miedo a que su madrastra la reconociese.
El portero preguntó a Wali con desconfianza que deseaba. La joven le dijo: -“dile que traes noticias de Zulaika “ – Y Wali así lo hizo.
- “¡Oh noticias de mi pobre patrona!”
Wali y Zulaika se encontraron delante del jefe de la casa, que amablemente les saludó y les invitó a contar todo sin omitir ni un solo detalle.
- “Señor, su hija Zulaika está sana y salva y en breve estará con usted.”
-“Que maravillosa noticia “ – grito el hombre- “Ya tenía miedo de que mi querida hijita, la luz de mis ojos, estuviese muerta. Y dígame ¿Cómo la encontró y dónde está ahora ella?
En ese momento, sin poder contener más las lagrimas, Zulaika quitándose el velo, corrió a los brazos de su padre. Entonces poco a poco fue contando toda la historia. Cuando el padre se enteró de la crueldad de la madrastra la envió de vuelta a su pueblo y nunca volvió a poner los pies en aquella casa.
8.- WALI Y ZULAIKA SE CASAN
Al final Wali y Zulaika se casaron y vivieron felices para siempre.
Cada día tomaban de la alforja apenas lo que necesitaban, y por esto nunca les falto de nada.
Pues aquella alforja había sido hecha de tal manera que si pedían solamente lo esencial y necesario seguiría sirviéndoles siempre.
De lo contrario, si hubiesen sido ambiciosos y deseado demasiado, la alforja hubiera desaparecido, para nunca más ser vista.
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