Caminaba por el pasillo ensimismado en mis pensamientos, tan abstraído que no llegó a preocuparme ese tufillo raro que chocaba contra mis fosas nasales mientras avanzaba hacia la puerta del departamento. Manoteo el picaporte, hundo la llave haciéndola girar y siento el chasquido del pestillo que suelta su presa. esesseeEstaba agotado por la ola de calor que me había azotado esa tarde, a tientas me dirigí hacia la heladera; conocía de memoria la ubicación de mi vieja amiga que hace años tiene la bombita quemada, pero los que vivimos en soledad somos como los ciegos, conocemos cada recoveco y además no tenemos mujer que nos cambie las cosas de lugar.
La lata que chocó contra mis dedos estaba deliciosamente fresca, tiro de la orejilla y frshhh, escáncio el nectar en mi reseca garganta, allá al fondo siento la glotis paletear de placer ante esa oleada de frescura mientras mi estómago me pide otra descarga, tanteo en los anaqueles y nada, no puede ser, creía tener más de una, en fin. Busco el interruptor que se encuentra sobre la mesada al lado de la ventana, entre ella y la puerta que da al balcón, tropiezan mis dedos contra el.
Se ve que la cerveza no alcanzó para apagar mi sed pero si fue suficiente para "darme algo", tecleo y un fulgor desde el lado de la cocina me enceguece, cubro mi rostro con los brazos y todo se desvanece a mi alrededor.
Cuando despierto un dolor agudo me quema los hombros, me muevo pretendiendo incorporarme pero algo está fallando, el dolor me nubla.
Me pareció ver uno de los perros llevándose un gran hueso. Intento nuevamente pero sin brazos no se puede, me faltan los dos, no los veo por ningun lugar en las cercanías, y "Ferchu" mi dogo blanco viene hacia mi, lame mis heridas y yo le agradezco, -está bien, perrito, papi ya vuelve- y el sigue lamiendo, lo está haciendo como si le gustase y me crispa, ahora es cuanto más creo eso de que la sangre es dulce y me clava los colmillos haciéndome exhalar un alarido de dolor.
Quiero pegarle un puñetazo pero mis esfuerzos son en vano, no tengo con que hacerlo, transpiro copiosamente mientras intento vanamente deshacerme del perro, giro sobre mi mismo y me persigue a las dentelladas, se abalanza sobre mi, su baba cae en mi cara y me sacudo con escasos resultados. Un colmillo rasga mi nariz y va a enterrarse en mi oreja izquierda arrasándome el lóbulo, aúllo de impotencia y le clavo una rodilla en los bajos. Tengo un arma y la voy a emplear, dos piernas que durante medio siglo se ejercitaron levantando 120 kilos diarios deberían ser un temible instrumento, aprovecho el momentáneo aturdimiento de Ferchu y le doy vuelta la cabeza de un puntapié, aulla de dolor.
Apoyándome contra el mueble me impulso con las piernas en un intento desesperado de alcanzar la verticalidad y al lograrlo, ahogado por una infernal taquicardia que me hace abrir la boca desesperadamente, ansiosa de aire, me veo en el espejo de la pared.
De mi elegancia noctámbula quedan sólo jirones, mi otrora blanca camisa está arrasada; sangre, sudor y saliva del perro, el perro!, cuantas veces quise matar uno con mis propias manos y ya no las tengo, el perro, giro y lo veo venírseme encima.
Sin brazos estoy más liviano, giro como un trompo, lo esquivo y le entierro mi zapato derecho entre las costillas, sale por la puerta-balcón y rebota contra la pared, vuelve empecinado, alentado por la sangre que fluye de mis miembros y comprendo que esta vez no puedo fallar, me inclino hacia un lado a la par que juntando mis rodillas las flexiono, lo calzo en el costado acompañándolo en su viaje al vacío.
Estoy débil, comienzo a desvanecerme y quisiera hecharme a dormir, igual lucho por reincorporarme, no debo olvidarme que Ferchu es hermano de Romi y de Cintita, aunque creo deben estar entretenidos cada cual con uno de mis brazos. Pueden volver. Otra vez el ejercicio de izamiento, ahora más trabajoso debido al cansancio, me asomo al balcón y sobre el cesped del parque está Ferchu descabezado mientras sus hermanas tironean de lo que queda de su cuerpo.
Cuando terminen con el vendrán por mi.
Debo bajar al valle por el sinuoso camino que ascendí en bicicleta, mami me decía que no maneje sin manos, pero hoy no lo podré evitar, después iré a su tumba a pedirle perdón, ahora necesito escapar.
Ah! si, que cómo escribí esta historia? me quedó una astilla del radio, (huesito menor del antebrazo) con el que puedo tipear.