Me enamoré de ti desde que te conocí, sin condiciones, sin fronteras.
Te ofrecí un diamante y la fuerza de tu amor lo fundió entre mis manos, no lo quisiste y me sentí triste. Te ofrecí incienso y no respondiste, te noté indiferente; bailé, reí, canté y solo logré arrancar de ti una discreta sonrisa, una breve brisa cargada de luz y ardiente calor hizo hervir mis mejillas y noté que mi esfuerzo no era en vano, pero no te encontraba, aunque el calor de tu mirada me decía que por allí andabas.
No fue sino hasta que caí de rodillas en medio de la nada y con lagrimas en los ojos te pedí que me miraras, que me permitieras darte un beso, que me permitieras abrazarte; tuviste misericordia, y pasando tu suave mano de viento aromático sobre mi cara me hiciste soñar.
Me vi besarte cuando besé al niño de la calle, me vi abrazarte cuando tomé entre mis brazos al pordiosero abandonado, te vi sonreír cuando en el ancianato hice payasadas para hacer reír a los que ya habían vivido y estaban por partir. Y te dije que no, que quería besarte, abrazarte a ti, solo a ti. Y entonces te mostraste tal cual eres, fuego consumidor, luz cegadora, viento arrasador. Y me dijiste: SOLO PODRAS AMARME A TRAVÉZ DE MI CREACIÓN.
Como Te amo, Señor DIOS..