Recién nacido le daba miedo, verlo significaba llanto para él y malestar para todos, y nadie habría pronosticado que pasado un año sería capaz de amarlo como a su madre.
Lo quería, eran inseparables, su ausencia significaba llanto para él y malestar para todos. Por asomo de todos, un tiempo después, sería capaz de separarse de vez en cuando para jugar con cochecitos, construir puzles o dibujar casitas. Lo dejó para los momentos más íntimos, aún era el más especial.
La intensidad bajó considerablemente, ya casi no se lo pedía a su mamá, nunca lloraba si no lo encontraba donde de costumbre, hasta que apareció la competencia. Al dárselo sus padres al recién llegado, despertó su antiguo deseo, lo quería sólo para él, pensó que quizás no volvería a verlo, lloró. Sus padres compraron uno nuevo a su hermano y el viejo volvió a lo alto del armario.