Era temprano, y el cielo de Madrid aparecía cubierto por una densa capa de nubes. Cuatro trenes de cercanías, fieles a su cometido, se acercaban lentamente hacia la capital en medio del silencio. Finalmente, cuando arribaron a sus respectivos apeaderos, se detuvieron para que sus ocupantes, humildes trabajadores de la periferia o de pueblos y ciudades cercanas, y estudiantes universitarios, pudieran salir, pero antes de que les diese apenas tiempo a las puertas automáticas para abrirse, trece mochilas, trece bombas colocadas por miserables, por gentuza cobarde y salvaje, hicieron explosión en las tres estaciones al mismo tiempo. En un segundo, Santa Eugenia, Atocha y el Pozo del Tío Raimundo se convirtieron en una pesadilla: vagones destrozados, cadáveres mutilados y atrapados entre amasijos de hierros, miembros y cuerpos esparcidos por todos lados,...

De un solo golpe, mejor dicho de trece, aquellos monstruos habían robado la vida a todas esas personas, unos hombres y mujeres que tenían sueños, que tenían esperanzas,... que tenían recuerdos, y marcaron para siempre la de otras tantas, que si no murieron, ahora en parte ya están muertas en vida. Sin embargo, lo que no lograron, y este era su principal objetivo, fue amedrentar a los españoles, quienes mostrando una gran solidaridad, y saliendo a la calle para manifestarse hicieron ver al mundo entero que la sociedad española es una sociedad fuerte, valiente, y sobre todo, demócrata.

El 11 de Marzo de 2004 será recordado como el día más trágico de toda la Historia de España.
Después de los atentados, la cifra total de muertos ascendió a 194, y la de heridos superó el millar.
Dedicado a todas las víctimas.

Si estás en contra del terrorismo, vota este cuento, enaltece a las víctimas.