Un aroma inunda mis sentidos, un aroma familiar que intento rescatar para retener de nuevo en mi memoria. Un aroma, que trae a mi mente un recuerdo agradable, que no se bien ubicar, pero que me hace sentir bien, me transmite paz...
Un aroma que casi se puede palpar, pero que aparece y desaparace como un fantasma ante mi.
Titania, mi fiel perra camina a mi lado, son su gran lengua rosa fuera, esta cansada de corretear y traer las piedras que su pensativa dueña, no cesa de tirar.
De nuevo una suave brisa, trae consigo ese aroma, casi imperceptible.
Sigo caminado, junto a Titania, que pega pequeños brincos a mi lado, hoy por hoy era la única que compartía mi vida, ya que mi familia vivía en otra ciudad, una ciudad que yo decidí abandonar, y dejar atrás, por una amor.
Un amor que me colmó de alegrias, de risas, y de ternura, un amor puro... pero que el tiempo, se encargó de marchitar.
Decidimos dan entierro a nuestro amor, una fría noche de invierno, en que nos dimos cuenta, que habíamos dejado de amarnos, y que cada vez más cada uno de nosotros se metía en su mundo y dejaba de compartirlo todo con el otro. Ese dia hicimos por última vez el amor en el suelo de nuestro pequeño estudio y como únicos testigos de tan peculiar entierro, estabamos, él, yo, el suave aroma de vainilla que desprendía la barrita de incienso que estaba prendiendo junto a nuestra foto y la luz de las velas que tantas noches nos habian acompañado. A mi me encantan las velas y siempre tenia alguna encendida. A él, al principio no le gustaba que encendiera velas, pero al final, fué él el que acabó encendiendolas. Es curioso, como nos quedamos con detalles de las personas que amamos y acabamos haciendo lo que les agradaba, aun, no estando ya a nuestro lado. Yo, aun vivo en el pequeño estudio, que un dia compartimos, y aun sigo mimando y alimentando los peces, que eran suyos, cuando al principio, no soportaba ni entendía la atención que él les dedicaba a aquellos pequeños animalillos de colores, que flotaban por las cristalinas aguas de una gran pecera.
El particular entierro de nuestro amor duró hasta el amanecer, desnudos y abrazados vimos nacer el sol por el horizonte en la que había sido nuestra terraza, hasta ese mismo instante. Después de llorar un rato la muerte de nuestro gran amor, decidmos dar paso a la amistad, porque siempre habiamos sido grandes amigos, y lo segiriamos siendo. Hasta dia de hoy lo somos, somos los mejores amigos... Él encontró un nuevo amor, que vuelve a colmarlo de alegría , risas y ternura. Y yo he ido encontrandome, pequeños amores por el camino, desde que cada uno siguió distintos senderos. Cuando nos reuniamos alguna tarde en un café, nos reimos, y hablamos de nuestras cosas, recordabamos, y nos confiabmos pequeños secretos que teniamos en nuestras ya separadas vidas. Si yo me marchaba por unos días el se llevaba a Titania a al apartamento que compartía con su chica, y yo si ellos marchaban me encargaba de Nico, su gato persa y le regaba las miles de plantas que llenaban su casa. Nos prestabamos ayuda, nos dabamos consejo, y gozabamos de nuestras compañias, en esas tardes en algun café de nuestra ciudad, esta ciudad que ya es mia, y que me acoje con grandes abrazos, por la que me encanta pasear...
-Hoy parece que la luna brilla mas que nunca.
Una voz me sacó del letargo en el que estaba sumida, y volví a notar el familiar aroma, ahora con mas intesidad, ese aroma que rondaba mi cabeza y me hacía sentir bien, pero que aun no sabía ubicar, no era el aroma de los cerezos de casa de mi madre que tan bien me hacía sentir, ni tampoco el de las antiguas calles de Pagra, no era el de la pipa de mi abuelo... Ni el de los canales de Venecia...
Me giré a ver al dueño de la voz, que me había sacado de mis recuerdos, unos recuerdos que vinieron a flote, al percibir el suave aroma familiar. Delante de mí me encontré con una gran sonrisa llena de dulcura, y unos ojos que brillaban todavía mas que la luna que iluminaba esa fría noche de invierno.
-Sí, es cierto, hoy la luna brilla mas que nunca.
El me miró y dijo:
-Quizá quiera seducirte, la luna de esta noche, y convertirte en estrella.
Seguí mi paseo, con Titania y aquel desconocido. Estaba tan bien, que parecía que el tiempo habia parado a mi alrededor, que solo existiamos él y yo, cubiertos por un manto de estrellas e iluminados por la luna llena.
Cuando nos despedimos delante del portal de mi edificio, volvió a inundar mis sentidos ese aroma, que el viento me había traido esa fria noche de invierno, y entonces vino a mí su recuerdo, ese aroma tan familiar, que me transmitia paz y erizaba el bello de mi cuerpo, era el suave y delicado aroma del amor, cuando llega, cuando esta cerca...