Llevo un tiempo decidiendo si escribir este pequeño relato en el que expresar todas las cosas que pasan por mi cabeza, intentando decidir si es o no una buena idea.
Al final he decidido que debo hacerlo para desahogarme pero , sobre todo, para tener plasmados en un papel todos mis pensamientos. Asi, algún día, despues de mucho tiempo, volveré a leerlos y recordaré exactamente como me sentía este día de Septiembre del año 2003.
Con esto espero también rendir una especie de homenaje a alguien que se lo le merece por encima de todo porque entre los dos me enseñaron el valor de las cosas, el valor de una lucha constante, pero sobre todo, el valor de la vida: quiero dedicar esto a mis padres.
La última vez que ví a mi padre, apenas hablé con él porque yo estaba de muy mal humor. Es el gran error que cometemos todos. Pensamos que la gente que queremos va a estar a nuestro lado siempre y, a veces, se nos olvida que la vida da muchas vueltas y, que tal vez para nosotros o para ellos, no haya un mañana.
Había discutido con el que por entonces era mi novio y no me dejó quedarme a tomar algo con ellos así que el humo me salía por las orejas. Me fuí de allí con la intención de cambiarme de ropa para volver con ellos porque, no sé como explicarlo, pero algo en mi interior me decía que ese día debía estar con él. Pero cuando yo llegué ya no estaban y tuve que conformarme con cuatro palabras dichas por teléfono. Las últimas que yo le escuché, las últimas que hablé con mi padre. Ya no le oí más, ya no volví a verlo. Aun hoy, despues de tres años, no consigo quitarme ese peso de encima y no consigo perdonarme a mi misma el no haberme quedado, ni tampoco pude perdonarlo a él por no haberme dejado quedarme con ellos. Sé que no debería pensar esas cosas pero es algo que llevo dentro y presiento que lo llevaré toda la vida.
Aquel día mi padre se fue como siempre a trabajar. Era muy temprano, por la mañana y mi madré lo llevó para que pudiera marchar de viaje. Iban bromeando, como siempre. Eran la pareja perfecta, pasaban juntos cada minuto que podían, trabajaban juntos y se peleaban por sacar la empresa adelante. Para mi siempre fueron dignos de admiración. en secreto esperaba que algún día mi vida fuera como la de ellos que parecían unos eternos novios despues de veinte años de casados. El caso es que, ahora le doy gracias a Dios, que aquel día ella no fué con él como tenía pensado.
El día antes de su cumpleaños, mi padre salió sin saber que aquel día iba a ser el último que estaría con nosotros. Tres cuartos de hora, despues de salir, perdió la vida en la carretera. Murió abrazado a aquello que tanto amaba desde niño: un camión y una carretera.
No voy a entretenerme contando detalles que lo único que hacen es clavarse en el alma. Solo que cuando te dicen que tu padre tuvo un accidente, que ya no va a estar más contigo, sientes que, algo dentro de ti, se muere con él.
De repente todo se te desmorona y empiezan a pasar por tu cabeza momentos que sabes que ya nunca más van a repetirse. Cuesta mucho acostumbrarse a saber que se acabaron las tertulias, los juegos, los desayunos de fin de semana, el salir por ahí juntos... y que detrás de todo eso ya solo te quedan recuerdos a los que procuras aferrarte para que no se te olvide ninguno.
Además de todo, cuando más hundida estas, te das cuenta de que tienes que sacar adelante todo lo que él dejó y por lo que estuvo luchando toda su vida.
Nosotras nos hicimos cargo de la empresa y, aúnque nos costó muchisímo y a veces aún cuesta, supimos sacarla adelante e incluso la ampliamos para que mi padre pudiera sentirse orgulloso porque, al ser un mundo de hombres, tienes que trabajar el doble para demostrar que vales lo mismo.
Tenemos días malos, como todos, días en que te apetece dejarlo todo y marcharte a un lugar lejos donde nadie te conozca, pero acaba superandose y yo sé que desde allí, donde se encuentra mi padre, vela por nosotras y lo hará siempre. También sé que se siente orgulloso de nosotras por lo que estamos consiguiendo y, sobre todo que se siente orgulloso de mi madre por todo el valor y el coraje que le está echando al asunto y que además está siguiendo sus pasos, demostrándoles a muchos lo que vale una mujer en la carretera.
Algún día también le enseñaré a mi madre este relato para que ella sepa la gran admiración que siento por ella y lo orgullosa que me siento de poder decirle a todo el mundo: !Mira, esa es mi madre! Porque, a veces, tampoco somos capaces de decirle a alguien lo que sentimos y yo, desde luego, no voy a permitir que me pase otra vez.
Y a ti, papá, que sé que nos estas viendo, quiero decirte que jamás voy a olvidar ninguno de los momentos que pasamos juntos porque fueron mararvillosos. Sabes que, vaya donde vaya, tú irás conmigo en un rinconcito muy especial de mi corazón.
!Te quiero papá! !Te quiero mama!