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Culibillas y las hormigas blancas

Hace mucho tiempo cuando el planeta estaba habitado por dioses, hubo una diosa llamada Culibillas. Era una joven bellísima que provenía de una familia humilde. Sus padres Arafita y Anayet, no tenían tierras ni apenas ganado, pero tenían a su hija, que era su mayor tesoro. 

Culibillas era una muchacha sincera y dulce a la que le gustaban los animales, especialmente las hormigas blancas, quienes disfrutaban mucho de su compañía y la acompañaban en sus paseos por la montaña.

Las cualidades de Culibillas no pasaban inadvertidas para el resto de los dioses, especialmente para uno: Balaitús. Éste era un dios perverso al que todos conocían por sus saqueos y correrías. Incluso era capaz de provocar terribles tormentas cuando se enfadaba. 

El caso es que Balaitús puso sus ojos en la bella Culibillas y decidió bajar en busca de ella. 

- ¿Pero qué es eso? - dijo Culibillas a sus hormigas cuando vio que el cielo se abría en terribles truenos y relámpagos.

Era Balaitús, que descendía con su carro. Pero en ese mismo instante aparecieron Arafita y Anayet y evitaron que el malvado dios bajara a por ella.

- Esto no quedará así - dijo Balaitús - Volveré a buscarla mañana al atardecer, la raptaré y será mía, ¡¡¡mía!!!

Pero lo que no se imaginaba Balaitús era que alguien más había oído sus malvados planes. Una de las hormigas blancas de Culibillas, Formiguilla, se había escondido en su carro y lo había oído todo. Tenía que avisar a sus compañeras para evitar que llevara a cabo su plan. Así que se subió a un águila real y le pidió que la llevara a su hormiguero.

Le contó a sus compañeras las maléficas intenciones de Balaitús y todas estuvieron de acuerdo en que no podían permitírselo.

- ¡Arriesgaremos nuestra vida si es necesario! - dijeron todas al unísono

Fueron en busca de Culibillas y descubrieron a la joven durmiendo junto a una roca. Se fueron subiendo una a una sobre ella y así lograron formar un manto blanco bajo el cual la muchacha pasaba inadvertida. 

Entonces Balaitús cumplió con sus planes y bajó a la tierra encolerizado dispuesto a encontrarla. Pero por mucho que la buscó por todos los rincones no dio con ella. Su rabia fue en aumento, gritó tan fuerte que quebró las rocas y golpeó el suelo con tanta potencia que acabó con cientos de hormigas. Cuando vio que de nada servía se marchó con su carro lanzando espantosas amenazas contra todos los seres de aquellas montañas, sobre todo a las hormigas, a las que odiaba especialmente. 

Los gritos de Balaitús acabaron por despertar a Culibillas.

- Pero ¿qué ha pasado? ¿Qué hacéis todas colocadas sobre mí?

La joven vió algunas de las hormigas pisoteadas en el suelo y escuchó a lo lejos las amenazas de Balaitús por lo que pudo hacerse una idea de lo que había ocurrido.

- ¡No permitiré que acabe con vosotras, mis hormiguitas! ¡De ninguna manera!

De modo que cogió una roca afilada que se había desprendido a consecuencia de los gritos de Balaitús y se lo clavó en el pecho para dejarles a las hormigas un lugar en el que guarecerse. 

Tras el gesto de generosidad de Culibillas su cuerpo se convirtió en una montaña a la cual llamaron Peña Foratata que albergaba una brecha dentro, donde dicen, todavía se encuentran hoy guardadas las hormigas. 

Con el tiempo, y en memoria de la dulce y buena Culibillas y sus hormigas, el pueblo que nació a los pies de la peña recibió el nombre de Formigal (que en aragonés significa hormiguero).

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