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Andrés y la montaña rusa

Andrés era un niño muy miedoso que tenía vértigo a las alturas. Tanto miedo tenía, que incluso le asustaba subirse a una mesa. Todos sus amigos y compañeros lo sabían, y por eso le ayudaban siempre que lo necesitaba.

A pesar de ser miedoso, Andrés tenía muchas habilidades y un don especial para reparar aparatos electrónicos y mecánicos e inventar todo tipo de cachivaches.

Un día Andrés fue con su clase a un parque de atracciones de excursión. El sitio era precioso, y parecía divertido. Pero como tenía miedo a las alturas, Andrés no se subió a ninguna atracción.

Todos los compañeros de Andrés fueron montando en cada una de las atracciones del parque: en la noria, en los juegos de agua, en el tren volador, en las camas elásticas… Pero Andrés solo miraba. 

Era el turno de la montaña rusa. Todos los niños se subieron, todos menos Andrés. Pero de repente, cuando la atracción estaba en marcha, se paró, y todos los niños se quedaron atascados en una de las partes más altas de la montaña. Estaban muy asustados.

Nadie sabía lo que pasaba. Pero había que encontrar rápidamente una solución. Los niños estaban muy arriba y la escalera de ningún camión de bomberos llegaba tan alto.

De repente, a Andrés se le ocurrió una idea. Unas semanas atrás había construido la maqueta de una montaña rusa y también se le habían quedado parados los vagones. Tardó días encontrar la solución al problema, y pensó que tal vez en esta ocasión podría haber pasado algo parecido.

Andrés se acercó a un señor que tenía pinta de ser el director del parque y le explicó su idea.

- ¿Podrías arreglarlo? -le preguntó el director del parque.
- Bueno, tendría que subir hasta lo alto de esa torre, que es donde creo que está el problema, pero me da mucho miedo -dijo Andrés.
- Pero no hay tiempo -dijo el director del parque-. Hay que hacerlo ya. Te ayudaremos a subir.

No había terminado de decir estas palabras cuando unos bomberos empezaron a ponerle a Andrés un arnés de seguridad.

- Iré contigo -dijo un bombero-. Confía en mí. No te pasará nada. Puedes hacerlo, y tus amigos te necesitan.

Haciendo un gran esfuerzo por no mirar abajo y por controlar sus nervios, Andrés trepó con el bombero hasta la torre.

- Ya hemos llegado Andrés -dijo el bombero-. Ahora concéntrate. No te pasará nada.

Andrés logró arreglar el problema y bajó con cuidado con el bombero de la torre. Cuando llegó abajo estaba temblando, pero lo había conseguido.
Cuando bajaron de los vagones, todos los compañeros de Andrés fueron a abrazarlo.

- ¡Lo has conseguido, Andrés, has subido a la torre! -dijeron todos a coro.

De repente, Andrés sospechó algo.

- ¿Por qué me dais la enhorabuena por haber subido a la torre y no las gracias por haberos salvado? -preguntó el niño.

Todos los demás se miraron sin decir nada.

- ¿Era todo un montaje? ¡Me habéis dado un susto de muerte! -dijo Andrés.
- Sí, pero han logrado que subas a la torre -dijo el bombero-. Ahora eres además de un chico muy listo un chico muy valiente.

Andrés sigue teniendo un poco de miedo a las alturas pero ahora que se ha demostrado a sí mismo que puede subir, es mucho más valiente y no se queda atrás.

Datos del Cuento
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