Cada vez que me cruzaba con él en la escuela, me sonrojaba y volteaba hacia otro lado, como un puberto baboso, como una escuincla ñoña de secundaria ¡Me gustaba tanto! A tal punto, que terminé aprendiéndome su horario, sólo para pasar “casualmente” por el pasillo de su salón (o mejor aún, por la alberca en su clase de natación). Me gustaba mas que verlo, imaginarlo con base en lo poquito que sabía de él.
La maravilla de hombre que había de ser, sus buenos sentimientos, la ternura en su trato, lo tremendamente divertido que debía ser, sus sueños, ilusiones y esperanzas secretas, es más, hasta lo hermosamente creativo que, según yo, era en la cama.
Al finalizar el semestre, unas amigas de Arquitectura, me invitaron a una fiesta de fin de cursos y ¡Yo no lo podía creer! Como a las once mi príncipe azul llega y saluda a una de mis amigas, -“Ves?, por eso te insistimos para que vinieras” - Si en la escuela con las fachas de diario siempre se veía guapísimo, ¡bien arregladito era una aparición celestial!, osea, de “super-papi-dámelo-todo” ¡lo que le sigue!
Pero ¡Oh sorpresa! Como a las once y media se acerca a mi y me dice con una sonrisa “Oye, ¿no tienes un cigarro que me regales? (¡te doy lo que quieras cuantas veces quieras papito!) “Sss ss sssi…” –respondí debilmente- mientras que con una mano trémula y temblorosa le acercaba el encendedor.
Ya se imaginarán el impacto emocional que sufrí cuando se sentó a hablar conmigo. Estuvimos platicando hasta las dos de la mañana, y descubrí que era un chico muy inteligente, buenísima onda, buen estudiante, atento, amable, cariñoso y super apasionado en el amor ¡Todo un caballero!
Nos dimos cuenta que nos gustaba el mismo grupo de rock, los mismos libros, el mismo color, el mismo tipo de comida, los mismos museos; que a los dos nos encantaba salir a mojarnos con la lluvia y el baño con agua para pelar pollos; Que preferíamos los amaneceres a los atardeceres, y el clima frío al caluroso. Nos reímos hasta que nos dolió la panza al citar exactamente los diálogos de nuestra película favorita. Bueno ¡Hasta su signo zodiacal era el más compatible con el mío!…
Poco antes de irme de la fiesta nos besamos, su aliento era fresco y tibio, su saliva sabía dulce, comenzó despacito, luego un poco mas intenso hasta que acabamos por atascarnos junto a la puerta del baño.
Una vez en la puerta de salida, yo apuntaba su número telefónico en mi celular, mientras que mis amigas me veían desde el coche con cara de “!wey-ya-vámonos!” luego me abrazó y me dijo al oído “!Me encantas!, por favor llámame, me muero de ganas por verte otra vez…”
Jamás le hablé. A decir verdad, él era mucho mejor en mis fantasías...