Sonrisa de niña traviesa, sus lentos movimientos de cabello se extendían por un largo campo de centeno y trigales a juego con el color de su cabello otoñal.
La firmeza de sus piernas le daban un toque de vulnerabilidad al fuego que crujía chispeante bajo su cuerpo adolescente.
Un gato me hizo volver de la realidad que me alejaba de aquel amontonamiento de fantasías. Ronroneaba sobre mi regazo pidiendo el cariño que yo podía ofrecerle con una simple caricia en su lomo peludo, pero me alejé dejando a la pequeña mascota.
Miré mis manos semiderretidas por los años perdidos, mi rostro irreconocible para mi que había dejado escapar el tiempo sin permitirme el lujo de vivirlo, sin aprovechar los amores que se desconsolaron de besos fugaces y abrazos de ternura, por el recuerdo de aquella primavera en la que parecía haber acabado la vida para mi mundo.
Aquel último árbol que se desvanecía en una voraz humareda negra iba dejando caer los frutos de los años que la infancia se llevó consigo, los trabajos de una familia para sobrevivir y las ilusiones por el progreso en un campo que se convirtió en territorio de los ricos que destrozaban el mundo pocas millas más allá.....
Sus hojas cayeron centelleando la oscura noche que se iba vistiendo de llamas que ardían en mi corazón, por esa sonrisa de niña traviesa, por esos frutos de esfuerzo que caían marchitos burlones de nuestros sacrificios.. .Ya sólo quedaba el ronroneo del viejo gato que parecía dormir tranquilo al lado de la gran ventana que observaba el paisaje que ya no estaba.