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Categoría: Terror

La locura

Hijo:

¡Madre, madre!, ¡déme más de eso, déme más de eso! Eso que me llena de satisfacción y colma mi espíritu y mi alma de indescriptibles emociones. No puedo esperar más para sentir entre mis labios y dientes aquella interminable lujuria de placeres y sabores que atiborran mi interior y me dejan casi sin aliento, completamente extasiado. Necesito más de eso. Ya esperé un largo mes. Póngalo frente a mí y déjeme observarlo por breves momentos porque no soy consciente de qué podría hacer con él, al ver que será mi bocado, ¡sí!, el delicioso bocado. No pretenda apartarlo de mí, tráigalo aquí más cerca, más cerca, quiero sentir su calor, su suculencia, ese aroma tierno que me estremece y me abarrota. Quiero ver sus ángulos, sus formas, sus carnes, para poder imaginarlo entrando en mis fauces, siendo presionado por mis dientes filudos. Ese festín de sangre que se acerca y trastorna mi interior no tiene fin, ¡es eterno! Puedo apreciar las texturas, sabores y demás condiciones. Sé perfectamente de qué está hecho, su composición, hasta el mínimo detalle. Previo a engullirlo quiero tocarlo. Quiero sentir que tan blanda es su carne, que tan suaves son sus pieles y que tan rígidos son sus huesos. Es necesario determinar su naturaleza, porque de eso dependerá la cantidad de veces que debo masticarlo. Es digno de mí hacer este rito previo, rito de excitación gustativa, que se entremezcla con otras sensaciones que me acarician el estómago. Ya lo voy sintiendo, ya lo voy sintiendo. Esas mariposillas en el interior que revolotean al saber que la hora se acerca. Mis labios se humedecen porque siento que ya estamos con el tiempo justo, el preciso momento, la hora indicada. Es hoy distinto al resto de días, lo siento diferente, algo nuevo por probar, algo nuevo por sentir. No quiero caer en la locura, pero sólo por el hecho de saber que la diversión está próxima me hace encrespar la piel, me invade el cerebro de deseo por tenerlo acá, por analizarlo y quererlo ya.

Madre:

Ya es casi la hora, hijo, es la una menos cinco, falta poco para empezar. No se ponga tieso de la emoción que será difícil para mí enderezarlo y ayudarlo a engullir. Recuerde, tiene que cooperar. No es fácil conseguir lo que me pide. Tengo que capturar con engaños, tengo que hacer maniobras, dirigir, encaminar, atraer, degollar.

Hijo:

Sí, madre, comprendo perfectamente. Sé que la tarea no es fácil, sé que nos va a costar, pero por este amor que me tiene, no me deje sollozar. Ambos sabemos que ya se acerca la hora y esto tiene que pasar, sino, ¡qué será de mi!, ¡que haría yo sin usted! Estas piernas inservibles que tengo, me estorban, me dejan sumido en la miseria. Sí, esa miseria que me lleva a suplicarle el bocado que tanto anhelo. Pero por su amor de madre sé que no me lo negará, sé que finalmente me lo dará. Es sólo una vez al mes, para mantenerme vivo, no me deje morir con esta desdicha. Vea, yo necesito de su caridad para obtener lo que pido, si mis piernas funcionaran lo haría yo mismo, buscaría el bocado por mi cuenta. Pero por piedad, no me quite lo que deseo, ¡no me niegue la vida!

Madre:

Basta hijo, basta ya, que lo que dice no tiene sentido. Yo jamás le negaría un bocado ni mucho menos la vida. Es mi hijo, eso lo resume todo. Mis esfuerzos por conseguirlo tienen recompensas. La recompensa que recibo es el amor suyo y la compañía suya.

Vea, ya es hora, son la una en punto.

Hijo:

¡Madre, madre!, ¡sí!, ya es el momento, llegó el momento. Tráigalo ya, sorpréndame de una vez, vamos ¡tráigalo ya! Quiero ver como es, quiero sentir su piel antes de devorarlo, antes de engullirlo, ¡antes de masticarlo! No puedo esperar más, no, no puedo, es imposible que siga la espera, quiero tenerlo aquí, frente a mí. ¡Deseo la comida inmediatamente!

Madre:

La traigo.

Hijo:

Ya no falta nada, ya no falta nada. Sí, aquí estará, aquí lo veré, ¿cómo será?

¡Oh por Dios, por Dios!, ¡ahí está!, ya lo veo, lo veo acercarse, sí. Viene inocente y estúpidamente mirándome. ¡Ja, ja, ja! Estúpido niño, no sabes lo que espera, no sabes dónde irás a parar. Me gusta su inocencia, su temor, me llena de locura saber que pasaré horas digiriendo esa carne. ¿Qué?, ¿sólo tiene siete años?, ¡esto será genial!

Madre, póngalo frente a mí y no le quite la venda de los labios, no quiero gritos. Déle la estocada. ¡Listo! ¡El festín comenzó!

Madre:

Ahí está, hijo, lo que me pedía. Comida... ¡Comida!

Datos del Cuento
  • Categoría: Terror
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