¿Por qué apareciste en mi vida?, cuando yo solo quería ser la princesa de un cuento apareciste tú disfrazado de príncipe, para terminar siendo mi verdugo, para cortarme la vida, para envenenar cada una de las imágenes que en mi mente a de niña intentaba rescatar de una mala relación.
Beatriz lloraba frente a una fría hoja de papel, sin más compañía que un viejo peluche y una manta que envolvía su cuerpo todavía marcado por las cicatrices del deseo de ser amada.
Comenzó a hablar sóla, mirando al aire, como si la fuerza del viento fuera a cargar todas aquellas palabras y las llevara junto al lecho de aquel que debería encadenarse a aquellos recuerdos por el resto de su vida.
-Ahora podemos hablar de igual a igual, sin tener que bajar la mirada, sin apagar mi voz para que el fuego de la tuya me fuera quemando el alma con cada palabra. Ahora ya no hay miedo, ahora sólo hay preguntas sin respuestas.
Beatriz prosiguió:
-Quiero contarte un cuento, algo duro pero real, muy real.
Sucedió cuando una chica frente a su ventana miraba a aquella persona con la que quiso compartir una historia de amor, una vida, un sueño...Él la conquistó con su fría mirada, con sus palabras vacías, con la encarcha de su alma. Nunca la quiso pero una apuesta con los amigos era más importante que romper en pedazos las ilusiones de una joven por la que jamás sentiría nada.
Comenzaron una "bonita historia", llena de mentiras, de hipocresía, de falsedad, donde ella frente al mundo era el grito desesperado de una loca cayendo en el abismo, donde por pedir un poco de amor y respeto se le consideraba egoísta.
Él por su parte, la marcaba, la manchaba frente a todos los que lo rodeaban, la tachaba de dominadora, de controladora, contaba que le vigilaba hasta el aire que entrase por sus pulmones. Poco a poco de las palabras punzantes, de los insultos por la espalda, llegaron los ataques a la cara. Ella no llevaba armadura ¿quién la lleva cuando conoce el amor? y las puñaladas llegaban con indirectas, con miradas de asco, de odio e incluso de indiferencia.
Poco a poco, las caricias profundas, las marcas del valiente hombre fueron dibujando su rostro, cada vez más apagado, más cansado de vivir.
El odio iba de la mano del amor, la cobardía se escondía mutilando el espíritu luchador de la joven, su mochila ya no llevaba sueños sino pesadillas.
Una noche ella penso dejarse morir, para no ir matando a todos aquellos que todavía luchaban y vivían por ella. Recostada cogió una caja de pastillas, una sombra se sentó a su lado, hizo que luchara contra aquello, que podría sobrellevarlo, que saldría adelante. Beatriz tiró la caja de pastillas y levantando el auricular del teléfono cortó con aquella relación, arrancó la mala hierba que caminaba de su lado. Él suplicó, perdió el orgullo, pero ella siguió con su decisión por delante.
Es una dura historia verdad. Ahora la compartes conmigo, ahora no lloras por mi sino por ti mismo.
Beatriz no lloró, no pudo, cogió ese papel, lo tiró por la ventana. Se levantó orgullosa, se miró al espejo, sonrió y por primera vez en la vida se sintió bella.
Cuando se giró, un maravilloso hombre la esperaba, aquel que realmente era el ángel, era el salvador, realmente era el valiente, que lucho contra la desonfianza, sembró en una tierra esteril consiguiendo como él la llamaba "la flor más hermosa".