Hace unos años, recuerdo como anécdota, que paseando con mi amiga soñabamos ser cantantes, montar nuestro grupo de música, bailar...Mientras iban pasando las tardes muertas en un bar, tan sólo con un café y un paquete de tabaco, planeábamos todo aquello como si realmente fuera a suceder mañana. Cuando nuestro avión de sueños aterrizaba en el aeropuerto de la realidad, siempre comentábamos lo mismo:
-Si pudieran cobrarnos por soñar...ya mismo los pobres ni soñaríamos.
Tan lejana sonaba esta afirmación que siempre acababamos diciendo que como muchas veces los sueños no se cumplen, hay que hacer lo posible por llevarlos al límite, que durante un cierto tiempo podamos cerrar los ojos e imaginar que nuestra vida cambia, que conseguimos lo que nos proponemos, que por una vez en la vida el destino nos busque a nosotros en lugar de nosotros buscarlo a él.
Ahora, tan sólo seis o siete años después leo en un artículo periodístico que en Japón han inventado una máquina que es capaz de conseguir que tengamos bonitos sueños. Pero ¿hasta dónde llegaremos si ya somos capacez de comprar hasta las ilusiones? Señores, por favor, hay cosas que no están en venta.
En la sociedad actual se compra todo, la salud (a más dinero mejores médicos y más posibilidades de curarte), el amor (parejas que hoy se quieren y mañana se tiran por tierra en revistas y programas "basura"), el orgullo (muchos lo perdemos a diario en el trabajo, por necesidad de conservar un trabajo que no harían ni los perros)
Tan sólo nos queda comprar la lucha (aunque algunos ya sólo luchan por intereses económicos), las esperanzas y los sueños, y por lo que he visto hasta esto último se llegará a controlar.
Lamentable. Ya pueden leer los carteles en las calles y en todos los televisores anunciado el eslogan "Queda prohibido soñar"
De cuento propiamente tal, pienso que no tiene nada; por lo tanto lo analizaré como lo que es; un grito desesperado y desencantado a la verdad de la vida, verdad innegable, y lo peor, insoslayable. Bravo a tu escrito.