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EL REGRESO DE ALICIA

EL Año 2000, según calendario del grupo dominante-impuesto más por la espada que por la cruz- transcurría sin mayores cambios; mientras tanto la silenciosa , pero mortal Alicia, la “Yarará chica”, esperaba ansiosa en su “casita de cristal” de la calle Tucumán al 1700 de la ciudad de Bs. As., su prometida libertad. Después de haber pasado el Año del Dragón y sabático en esta ciudad; donde se había deleitado comiendo ratoncitos, sin tener que aventurarse por el monte enfrentándose con otras especies, se sentía feliz porque sabía que regresaría a la tierra que la había visto nacer.
Sus presas habían sido pequeños ratoncitos de variados colores incluso algunos hamsters, los cuales eran depositados en su terrario. Allí comenzaban a recorrerlo, primero con cautela, luego con más confiaza, corrían , saltaban y chillaban hasta que desde el “cartucho de plástico”, la segunda casa y verdadera cueva de Alicia empezaran a verse movimientos detectando estas vibraciones. Es así como avanzando, asomaba su cabeza - verdadero centro de comando que coordina la visión, fosetas termoreceptoras y lenguita olfativa – sospechando la presencia de su presa de sangre caliente. Posteriormente, alerta y con sigilo avanzaba por la arena y rocas, deteniendose de a ratos y enrrollándose en posición de ataque, cuando tenía a su presa al alcance, y de un salto, paf! le clava sus colmillos venenosos una o dos veces según los casos. Algunas veces unas gotitas de sangre llegaban a salpicar su “casa de cristal”, pero esto no debemos asombrarnos, todo es parte de la estrategia de cacería entre los seres vivos. Así Alicia, siempre cautelosa, se acercaba hasta su víctima y con su lengua bífida la recorría reconociéndola y de golpe, principalmente por la cabeza, empezaba su banquete abriendo hasta más no poder sus mandíbulas y el bichito desaparecía, sin ser masticado, lentamente dentro de ella. Una vez saciado su apetito, acomodaba sus mandíbulas y perezosamente regresaba a su “cueva cartucho”.
Así fueron sus días en “Baires” hasta mediados de diciembre del 2000. Su longitud llegaba hasta casi un metro y había cambiado su piel tres veces, conservándose de esta manera, eternamente joven.
Sus protectores, en su “cartucho móvil”, finalmente la transportaron hasta Santigo del Estero. Allí ella presentía su independencia cercana y la posibilidad de estirarse y reptar más de lo que le permitía, allá en “Baires”, su “casita”, el terrario. Era cuestión de esperar unos días, unas horas..., si! estaba muy nerviosa. Estos inquietos aventureros, amantes del silencio, ya en la Sierra de Guasayán, ingresaron por la misma quebrada en la que habían encontrado a Alicia, justo el mismo día y después de un año de aquel suceso, el 24 de diciembre de 1999. Sin saberlo, habían cumplido con una especie de ritual cíclico, algo así como el mito del eterno retorno, en este caso un hecho real. La Naturaleza les había permitido disfrutar del contacto con un animal salvaje y ahora ellos se la devolvían sana y salva como correspondía.
Así fué como vieron a Alicia salir de su “cueva móvil”, reconociendo el suelo y los olores del monte; plena de frescura y felicidad, estaba otra vez en libertad!! Así, redescubriendo su hábitat se fué reptando lentamente, de a ratos se enrrollaba quedando en posición de ataque, hasta que finalmente, bajo una piedra encontró una cueva provisioria. Allí se sentía cómoda y protegida.
Alicia, la “Yarará” que tantas gratificaciones les había dado quedó libre en el cerro y La Naturaleza agradecida por esta actitud les mandó de regalo a Sorpresa. Sí, al bajar del cerro, se toparon con una hermosa “Lampalagua” (Boa constrictor). El Boideo tenía aproximadamente 2,50 metros de longitud, unos 13 o más centímetros de diámetro en su parte media y tal vez tres kilogramos de peso. Este magnífico ejemplar estaba muy tranquilo bajo la sombra de unos subarbustos de “Malfatos” (Solanum argentinum, planta Solanácea pariente de la papa, berenjena y otras). Sorpresa se mantuvo en calma, no intentó atacar y así fué como la acariciaron, fotografiaron, para dejarla luego en libertad viendo como retornaba rápido y contenta al matorral, después del susto que se había llevado con estos dos changos.
En enero-febrero del 2001 comenzaría según el simpático calendario chino, unos 4.600... años en curso, el Año de la Serpiente, por lo tanto estos fascinantes animalitos pasaban a regir ese ciclo, caracterizado por la fortuna y buena suerte.
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(Marcelo D. Peroggi, Bs. As., enero 2001)
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